A lo largo del siglo XVIII la ciudad de Valencia se verá sumida en continuas catástrofes naturales, destacando, entre otras, los sucesivos desbordamientos del río Turia. Las principales consecuencias serán producidas por el transporte de madera que se realiza por el cauce el río, derivando esto en el posterior desbordamiento y consigo los problemas que traerá en la acequia de Rovella y en la rambla de Cheste. Estas subidas del río se producirán los días 21 de octubre y 4 de noviembre de 1776, destacando la existencia de otros desbordamientos a lo largo del siglo, los cuales cuentan con una menor intensidad.
Las crecidas del río Turia de 1776 cuentan con un gran caudal de documentación. En ésta podemos ver reflejada un importante cambio social, puesto que las catástrofes dejan de afrontarse como fruto del providencialismo. La cantidad de información que se conoce sobre este hallazgo es muy rica, puesto que los meses posteriores a estas riadas se procedió a la elaboración de informes sobre lo acaecido. Todo ello tenía como objetivo esclarecer todo aquello que, desde el punto de vista humano, podría haber propiciado la crecida del río. A lo largo de la elaboración de estos informes se mencionará a aquellas personas que se consideraban culpables de dicha crecida y consigo de los posteriores destrozos. Desde la administración se responsabilizará como principal culpable al asentista Joaquín Jovellar, quien se encargará del servicio de transporte de madera hacia Cartagena, el cual dará lugar al taponamiento de las puertas de salida de agua del río. Uno de los informes, planteará estudiar los antecedentes de la conducción de la madera por el río, así como la inspección de las aguas de la rambla de Cheste. De esta manera, se contentará al consistorio, dejándose este informe parado, hasta que vuelva a ser activado en las similares riadas del río Turia en 1783. La elaboración de estos informes, así como de las inmediatas soluciones que debían darse, se verán retrasadas en multitud de ocasiones, a pesar de la urgencia que se precisaba. La última proposición que se realizará sobre estas riadas de 1776, será presentada por el síndico Pascual Caro en 1787, donde proponía la demolición del azud de Rovella. A pesar de esta decisión, y tras el transcurso de diez años, aún se seguía discutiendo las obras necesarias para la reconstrucción de todos los destrozos provocados por el desbordamiento. Definitivamente, los informes concluirán culpabilizando el transporte de madera, puesto que según los mismos: por un lado, el transporte de madera no se realizó en la temporada del año apropiada para su traslado; y por otro lado, el cargamento era demasiado voluminoso para el caudal del río, derivando en el deterioro del puente, y consigo en el posterior desbordamiento.
A modo de conclusión, podemos observar como se intentaron tomar decisiones ante los efectos producidos por este desbordamiento. Aunque, a pesar de la creación de informes para solventar los problemas, estos serán archivados en múltiples ocasiones, los cuales no se verán ejecutados, parcialmente, hasta bien entrado el siglo XIX.
Almudena Martínez