El Barroco se erigirá como un estilo artístico que surge a finales del s. XVI y se desarrollará con gran esplendor a lo largo del siglo XVII. Una de las características principales de este movimiento será la manera en que se canaliza con el periodo histórico en que acontece, la Contrarreforma. Tras la escisión de la Iglesia católica por parte de Lutero y el Concilio de Trento la Iglesia el arte pasará a estar al servicio de la misma estableciéndose como mensajero de los conceptos que ésta pretendía trasmitir como eran la devoción y la conmoción del fiel a través de mensajes claros y comprensibles y que no se alejaran de la doctrina eclesiástica, por lo que el arte estará claramente patrocinado por la autoridad religiosa así como por la monarquía que se adscribió a la causa.
En este momento, surgirá una incapacidad de artistas valencianos para poder hacerse cargo de las complicadas exigencias estéticas del momento a pesar de encontrarnos en una época esplendorosa dentro de las artes.
La Escultura barroca destacará por la inexistencia de imaginaría y la arquitectura por finalizar edificaciones iniciadas a finales del siglo XVI como la portada de la Iglesia de Santo Domingo de Valencia.
Sin embargo, será el la pintura donde el Barroco encontrará su mayor ámbito de expresión. Dentro de las características principales destaca el naturalismo, predominio del color sobre el dibujo, la complejidad compositiva, el movimiento y sobre todo la hegemonía de la luz dando lugar a una serie de contrastes de luces y sombras que juegan un papel importante: el tenebrismo.