La película es muy rica porque presenta enfoques microhistóricos y antropológicos en ciertos momentos. Como enfoque microhistórico destacamos la escena de la asamblea entre los milicianos del POUM. Se representa de una forma muy natural y viva, dando la sensación de que se trata de una asamblea grabada más que de una actuación. En ella participan mujeres y hombres, jóvenes y mayores, mostrando cada uno su opinión y sintiéndose la tensión, fruto de la guerra y de las diferencias entre ellos.
La escena del combate en la plaza de la iglesia de un pequeño pueblo, así como la quema de santos y fusilamiento del cura, puede entenderse desde ese enfoque. En este tipo de escenas se muestra imparcialidad, puesto que la parcialidad solo está presente cuando refleja las luchas internas en el bando rojo. En ningún momento da señas el autor de anticlericalismo o muestra tópicos en ninguno de los sentidos en este asunto. Simplemente muestra una lucha a sangre y fuego en una plaza, en la que al salir victoriosos los milicianos, ajustician al cura, que participa en la lucha junto al bando fascista.
El enfoque antropológico se refleja tanto en la asamblea, que ya la hemos descrito, como en la emotiva escena en la que la nieta abre una caja donde su abuelo guarda recuerdos de la guerra, como recortes de prensa y objetos personales, y como la nieta los recupera para tenerlos presentes en el entierro del abuelo y para preservar su memoria.
La verdad, que no entendí bien porque cambia de forma tan radical el papel de la mujer en la guerra, tendría que volver a ver la película. No sé si se produciría por presiones externas, porque se pasa de ver a la mujer totalmente integrada y luchando de igual a igual junto a los hombres en la milicia, a quedar relegada a tareas como la enfermería y la cocina.
En cuanto a la escena de la ejecución del cura, aunque ya hemos mencionado algún aspecto, profundizaremos brevemente respecto a si simboliza a toda la Iglesia Católica. Jerárquicamente la Iglesia Católica se posicionó junto al bando nacional, legitimando sus acciones y el régimen posterior que instauraron, siendo beneficiosa dicha unión para ambos. Hay que entender que estamos en los años del nacionalcatolicismo en España, en un periodo de invierno eclesial en general, de una militante postura anticomunista y de concordatos con regímenes fascistas. Aun así, tampoco consideramos que esa escena diga mucho sobre el papel de la Iglesia.
En cuanto al clero, si se posicionó de forma general hacia el bando general, se podría decir que sí por la educación recibida y el clima de nacionalcatolicismo que la derecha y la Iglesia configuraron. Hubo casos de curas rojos u obreros, pero no tenemos mucha constancia de ellos en los años de la guerra. Si tengo más conocimientos sobre los curas obreros cercanos a los sectores de izquierda a partir de los años 50, en los que el Concilio Vaticano II dejó entrar algunos rayos de sol en la Iglesia.
En conclusión, las escenas más valiosas desde el punto de vista histórico puede que sean las que reflejan la situación en Barcelona en mayo de 1937, con las calles tomadas por la Guardia de Asalto y por los enfrentamientos entre trotskistas y stalinistas. Loach consiguió hacer, pese a su posición clara por la causa anarquista y trotskista, además de antifascista, una película viva y desde un punto internacional de la Guerra Civil. El que el protagonista sea un miliciano inglés que deja Liverpool para enrolarse en un conflicto en otro país, y su coincidencia en el tren con milicianos de toda Europa, consiguen reflejar el cariz internacional de esta guerra civil previa al gran conflicto mundial iniciado en 1939.