La bestia

Luis Efrén Ríos Vega, un gran jurista mexicano comprometido con los derechos humanos, se refería días pasados, en un encuentro en la Universidad de Alicante, a «La Bestia», el tren que recorre México de sur a norte en cuyos vagones se hacinan cientos y cientos de migrantes, procedentes en su mayoría de países centroamericanos, en su largo trayecto, erizado de obstáculos, hacia la frontera de EE UU.
Resaltaba Luis Efrén, no ya el ominoso y siniestro muro que divide ambos países, donde miles de personas se dejan la vida perseguidos y cazados como delincuentes, sino la responsabilidad en que incurren las autoridades mexicanas, que hacen la vista gorda ante el gran negocio que supone este tráfico de personas (el billete en «La Bestia» es infinitamente más caro que el mismo viaje en avión, si estas personas lo pudieran hacer). Un ejemplo más de hasta qué punto, en la gestión de los flujos migratorios, se antepone la circulación de las cosas, de los bienes, al de las personas. El dinero, los patrimonios, circulan: las personas no.
En el mundo unos 150 millones de personas se desplazan diariamente en su intento de alcanzar una vida mejor. La mitad, aproximadamente, se dirigen a focos de atracción como Taiwan, Corea, Arabia, Hong-Kong, Singapur, Japón, etc. La otra mitad, procedente del sur, se dirige al norte rico y desarrollado. Es bien sabido que las causas de la migración global son, por una parte, la pobreza (más de mil millones de personas viven en la pobreza absoluta), la desigualdad social (que afecta a todo el planeta: también a España, especialmente, por lo que ya son más los españoles que emigran que los inmigrantes que recibimos) y los desequilibrios demográficos (Europa envejece; el sur se multiplica) y, por otra, los más de cuarenta y cinco millones de desplazados y refugiados que huyen de los escenarios de guerra y de los múltiples conflictos y estados fallidos.
Ante la clamorosa falta de una gestión global de los flujos migratorios –tal vez el fenómeno socialmente más determinante del siglo XXI– y debido al vacío de una política coherente en este terreno, los estados ricos del norte han caído en la tentación de atrincherarse en sus fortalezas como si se estuviera librando una auténtica guerra. Europa, ese continente promisorio que dice respetar y propagar los derechos humanos, ha pasado a ser la campeona del belicismo en materia migratoria, imponiendo una política de sospecha sistemática. Baste señalar que tras la tristemente famosa Directiva del Retorno, también llamada la directiva de la vergüenza, la UE Europea se distingue por haber cerrado a cal y canto las puertas a asilados y refugiados (unos cinco mil en 2013, cuando sólo en Siria se cuentan dos millones y medio de personas entre desplazados y refugiados; en este punto EE UU, incluso, son más generosos: unos cincuenta mil asilados fueron acogidos en el mismo periodo).
Lo más escandaloso del caso es que la UE y los estados que la componen no solo se desentienden de la situación, sino que pisotean las normas internacionales sobre la materia, el derecho internacional de los derechos humanos, y sus propias regulaciones internas, constitucionales y legales. Una traición que refleja la bajeza moral a la que se ha llegado. Y que, por otra parte, alimenta el discurso xenófobo y populista de los numerosos partidos que hacen de la inmigración (sin datos, sin argumentos, de espaldas a la realidad y a los propios interese europeos) el chivo expiatorio perfecto para obtener réditos políticos.
Los casos de Lampedusa y Melilla, los CIE’S (centros ilegales por muchos conceptos) y la política de cerrazón ante la situación de exiliados y refugiados son ejemplos bien elocuentes de la dejación de responsabilidades de que hacen gala los estados europeos y la UE en su conjunto. Ejemplos de perversión ética, de miopía política y de vejación a los derechos humanos. No tenemos aquí una «Bestia» como tal, pero sí una política bestial, acorde con el estado de descomposición jurídica y política que nos caracteriza.

Fuente: http://polop.cpd.ua.es/dossierua/index.jsp?status=publicada&date=23-06-2014
http://www.diarioinformacion.com//opinion/2014/06/23/bestia/1517065.html

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El IBEC pretende constituirse en un espacio de reflexión sólido para todas las corrientes constitucionales que están eclosionando en ambas orillas del Atlántico a partir del conocimiento exhaustivo de la situación en la que viven los países iberoamericanos, y además, en un espacio de conocimiento de la situación iberoamericana y, de investigación del mismo ofreciéndose a los investigadores jóvenes más prometedores para que puedan seguir alimentando primero en su seno y más tarde en sus respectivos países de origen la riqueza de su pensamiento.
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