Radiografía (express) del populismo

Una radiografía del populismo no es fácil de obtener. La sociología analiza este fenómeno desde diferentes ángulos, distinguiendo procesos que, por ejemplo, se han dado y se dan en Europa o en los Estados Unidos (donde también el populismo está enraizado y surge con inusitada fuerza de vez en cuando), vinculados normalmente a movimientos nacionalistas y a coyunturas concretas de crisis, de otros escenarios, como los que proporcionan diferentes países de Latinoamérica, donde se han llevado a cabo estudios detallados al respecto.

Sobre el fenómeno en Latinoamérica, una amplia literatura sobre el tema viene a distinguir entre un populismo clásico (Germani, Di Tella, Malloy, De la Torre) que abarcaría, entre otras, experiencias como la peronista en Argentina o la de Getulio Vargas en Brasil, con el telón de fondo de la crisis del 29, y el «neopopulismo» más reciente (Weyland, Conniff, Mayorga, O´Donnell) que abarca experiencias diversas, desde el fujimorismo y el liderazgo de Carlos Menem (populismo neoliberal) hasta el bolivariano o ecuatoriano (populismo revolucionario). Aunque la discusión continúa en torno a los rasgos característicos de unos y otros, parece abrirse camino la tesis de que los neopopulismos actuales, que arrancan de los cambios y las incertidumbres que crea la globalización, recogen algunos de los elementos del populismo clásico latinoamericano.

Ciertos rasgos son indicativos de lo que se entiende por populismo clásico (Meléndez Rebeco): 1) Crecimiento hacia dentro del Estado y políticas redistributivas, lo que quiere decir que se concibe al Estado como motor económico, protector de la economía local, distribuidor de subsidios, y controlador de precios. 2) Desarrollo del clientelismo, que se traduce en la creación de redes traducibles en votos, a los que se premia, mientras se desprestigia a los adversarios. 3) Relación directa entre lo nacional y lo popular: el pueblo abarca a todos, cualquiera que sea su procedencia, como portador de todas las virtudes. 4) Movilización de las masas, prometiendo movilidad social (que a veces es efectiva) pero obligándoles a definirse frente a las elites. 5) Maniqueísmo político, de reminiscencias religiosas, traducido en fórmulas simples y antagónicas (pueblo/oligarquía, pueblo/imperialismo) que achaca toda la culpa de los males a los oligarcas. 6) Culto a la personalidad del líder, ensalzado hasta la mitificación a través del contacto directo del líder con las masas, a despecho de las instituciones, que se juzgan inútiles y desacreditadas.

Como se decía, el neopopulismo, que arranca en las décadas de los ochenta y noventa, en pleno desarrollo de la globalización y de las tendencias culturales de la postmodernidad, abarca fenómenos complejos, unas veces vinculados al populismo neoliberal, otras al revolucionario. Se presentan normalmente como una forma de ejercer el poder mediante el apoyo directo al líder sin mediación institucional (Weyland) y se expresan en una suerte de estilo o estrategia política (Connif) que se nutre del debilitamiento de las estructuras políticas de las democracias. Lo característico en este caso es el uso masivo de los medios de comunicación y de la red, con una fuerte tendencia a la personalización de la política, la espectacularización de las relaciones del líder con sus seguidores, la utilización de un discurso fuertemente emotivo, y el proyecto de implantación de formas plebiscitarias de gobierno. No olvidemos (Baudrillard) la enorme capacidad de los medios y redes para proyectar una determinada hiper-realidad, es decir, un discurso narrativo simple, sobre la realidad tradicional.

Como es natural se podría acusar a muchos partidos convencionales, en América y en Europa, de rasgos populistas, ya que éstos se asocian también a las respuestas que los partidos tradicionales dan a la grave crisis del modelo económico-político y al poder de la propaganda de masas, que hoy nos aqueja. Pero los populismos genuinos que surgen o resurgen en Europa a raíz de la crisis tienen una identidad específica propia: bien vinculados al hipernacionalismo y la xenofobia, bien presentándose como revolucionarios, a la manera de los movimientos populistas latinoamericanos de los últimos tiempos; otros, como el caso de Syriza, tienen características de ambos.

Sigue abierta la discusión en torno a sus efectos, no siempre duraderos. El populismo requiere rapidez, soluciones inmediatas y contundentes, frente a la parsimonia de las instituciones. Ello hace que, con frecuencia, se agoten y defrauden a la misma velocidad. Se les ha llamado un tipo de «democracia delegativa» (O´Donnell) por cuanto, en los momentos de crisis, la ciudadanía abandona sus derechos y los delegan en el líder. Otros creen (Laclau) que son un modo de construir lo político mediante la articulación de demandas dispersas. En general, no apelan a una identificación de clases, sino a la transversalidad social, por lo que no suponen en el fondo un peligro para la base del sistema; de ahí que se haya indicado, en algunos casos, que sean vías que el propio sistema propicia para dar salida al malestar. En fin, todo un universo para los estudiosos.

http://www.diarioinformacion.com/opinion/2015/02/02/radiografia-express-populismo/1594664.html

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El IBEC pretende constituirse en un espacio de reflexión sólido para todas las corrientes constitucionales que están eclosionando en ambas orillas del Atlántico a partir del conocimiento exhaustivo de la situación en la que viven los países iberoamericanos, y además, en un espacio de conocimiento de la situación iberoamericana y, de investigación del mismo ofreciéndose a los investigadores jóvenes más prometedores para que puedan seguir alimentando primero en su seno y más tarde en sus respectivos países de origen la riqueza de su pensamiento.
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