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LOS DECURIONES DABAN CUENTA DE LOS QUE NACÍAN Y MORÍAN

Volviendo a los caporales o decuriones, además de los dos oficios que hacían de protector y fiscal, tenían que dar cuenta a sus superiores, de grado en grado, de los que morían y nacían cada mes de ambos sexos, y por consiguiente, al fin de cada año, se lo hacían llegar al rey además de los que habían ido a la guerra y muerto en ella.

Llamaban a estos decuriones por el número de sus decurias: a los primeros los llamaban Chunca Camayu, que quiere decir el que se encarga de diez, nombre compuesto de Chunca, que es diez, y de Camayu, el que se encarga.

Por la vía de estos decuriones sabía el Inca y sus virreyes cuántos vasallos había en cada pueblo.

Para que los gobernadores y jueces no se descuidasen en sus oficios, había veedores y pesquisidores que secretamente andaban en sus distritos viendo o pesquisando lo que hacían mal y daban cuenta de ello a los superiores a quien tocaba el castigo de sus inferiores. Se llamaban Túcuy ricoc, que quiere decir el que lo mira todo.