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LOS ECLIPSES DEL SOL, Y LO QUE HACÍAN CON LOS DE LA LUNA

Contaron los meses por lunas, de una luna nueva a otra, y así llaman al mes Quilla, como a la luna. Dieron su nombre a cada mes; no tuvieron nombres para los días de la semana. Tuvieron cuenta con los eclipses del sol y de la luna, mas no alcanzaron las causas. Decían al eclipse solar que el sol estaba enojado por algún delito que habían hecho contra él. Al eclipse de la luna, viendo que iba ennegreciendo, decían que enfermaba, y que si acababa de oscurecerse, moría y caía del cielo, y podía cogerlos a todos debajo y matarlos, y que podía acabar el mundo. Por este miedo, empezando a eclipsarse la luna, tocaban trompetas, cornetas, caracoles y atabales y tambores y cuantos instrumentos podían que hiciesen ruido; ataban los perros grandes y pequeños, les daban muchos palos para que aullasen y llamasen la luna, que, por cierta fábula que ellos contaban, decían que la era aficionada a los perros, por cierto servicio que le habían hecho, y que, oyéndolos llorar, le darían lástima.

Para las manchas de la luna decían otra fábula más simple que la de los perros, que aun aquélla se podía añadir a las que la gentilidad antigua inventó y compuso a su Diana, haciéndola cazadora; mas la que se sigue es bestialísima: dicen que una zorra se enamoró de la luna viéndola tan hermosa, y que, por visitarla, subió al cielo, y cuando quiso echar mano de ella, la luna se abrazó con la zorra y la pegó a sí, y que de esto se le hicieron las manchas; por esta fábula tan simple y tan desordenada se podrá ver la simplicidad de aquella gente. Mandaban a los muchachos y niños que llorasen y diesen grandes voces y gritos llamándola Mama Quilla, que es madre luna, rogándole que no se muriese, por que no pereciesen todos. Los hombres y las mujeres hacían lo mismo.

Conforme al eclipse grande o pequeño, juzgaban que había sido la enfermedad de la luna.

Al día llamaron Punchau y a la noche Tuta, al amanecer Pacari. Llamaron Illapa al relámpago, al trueno y al rayo. Al frío lo llaman chucchu y a la calentura rupa.

Cuando el sol se ponía, viendo que atravesaba el mar, decían que entraba en él, y que con su fuego y calor secaba gran parte de las aguas del mar, y que, como un gran nadador, daba una zambullida por debajo de la tierra para salir otro día al Oriente, dando a entender que la tierra está sobre el agua. Del ponerse la luna ni de las otras estrellas no dijeron nada.