La alta nobleza representaba en la sociedad española una pequeña minoría.
Estos pocos grandes del reino se sentían obligados a expresar en sus trajes su privilegiada categoría. En aquel siglo, en que la pasión de vestir con riqueza deslumbrante se había apoderado de la nobleza de toda Europa, los nobles españoles llegaron a extremos insuperables. Un ejemplo es el efecto que produjo la nobleza española el día que Carlos V fue coronado solemnemente en Bolonia; aquellos potentados señores no dudaron en empeñar parte de sus haciendas para poder eclipsar en tan señalado día a italianos, flamencos y alemanes, cosa ciertamente difícil, pero lograda.
En torno a cada uno de estos grandes del reino vivían cientos de personas que vestían casi con tanta riqueza como sus señores. Un enjambre de escuderos, lacayos, mozos de espuelas y pajes los rodeaba. Un ejemplo claro es el que se dio en 1543, cuando el duque de Medina salió al encuentro de la princesa María de Portugal, en Badajoz, acompañado de ciento veinte caballeros de su casa.
Son innumerables los ejemplos como estos, pero los citados son suficientes para dar una idea de los extremos a que llegaron en sus vestidos los grandes de España.