Antes de Calder, el movimiento en las esculturas sólo había sido insinuado, pero, con los móviles, la escultura dejaba de ser estática.
Con sus primeros móviles Alexander Calder hizo realidad un objetivo histórico de la escultura: darle movimiento, no solo insinuarlo. Su formación de ingeniero industrial le permitió solucionar problemas técnicos derivados de una concepción escultórica tan innovadora. “¿Por qué tiene que ser estático el arte? ¿Por qué no poner formas plásticas en movimiento? No sencillamente un movimiento rotativo, sino la combinación de diferentes movimientos de distinto tipo, velocidad y alcance para producir algo completo. Del mismo modo que se pueden componer colores o formas, también se pueden componer movimientos”. Con esta declaración de principios, Calder exponía su ruptura con la concepción tradicional de la escultura como algo estático e inamovible. Con sus móviles (estructuras de formas orgánicas, suspendidas en el aire, que se balancean suavemente), el artista norteamericano inició lo que se conocería como escultura cinética, la escultura de movimiento. Sus primeros móviles causaron auténtica sensación. Era la primera vez que la obra plástica se despegaba del suelo y se ponía en movimiento.
La amistad con el pintor Joan Miró marcó profundamente la evolución artística del escultor, pues le inclinó al uso de los colores primarios y de las formas orgánicas abstractas. El término “móvil” fue sugerido en 1931 por Marcel Duchamp durante su visita al taller de Calder.