Hacia 1550-1560 se respira en casi todo el ámbito europeo un nuevo clima de inquietud. El Humanismo que hasta estos día había marcado una huella importante en la historia, hace que por medio del desarrollo de los antagonismo políticos, el avance de los orgullos nacionales y cierta reacción contra el dominio cultural, que Italia experimente la ruptura de este ecumenismo cultural. Se comienza a utilizar esta herencia cultural como mecanismo de alimentación a una cultura nacional, expresada en lengua vulgar.
Nace con este cambio de mentalidad, una nueva concepción estética, que hace que el arte italiano en los últimos decenios del siglo XVI se orientase a una fe católica. Esta nueva vocación se afirma en la arquitectura, con artista como Palladio y Vignola. Las formas estéticas siguen siendo las del manierismo, pero con un gusto más acentuado por las torsiones contradictorias, las perspectivas atrevidas y la acumulación de detalles pintorescos. En el caso de Venecia, Paolo Caliari llamado el Veronés, destacado en la cultura italiana por llegar a poder realizar la unión de la época de Tiziano y Tintoretto, hace que además la técnica adquirida en la cultura veneciana, se encuentre transcendida por una profunda religiosidad, envueltas por una extraña luz, formas que se estiran, que se retuercen y encajan en esquemas complejos.
El manierismo del siglo que acaba (el arte de la Contrarreforma y la Iglesia católica), hace que podemos calificarlo ya como Barroco, es también un arte cortesano, dedicado a la decoración ostentosa y teatral necesaria para la vida brillante de una sociedad aristocrática. En este contexto, se demuestra que por lo tanto las puertas ya cercanas al siglo XVII, se vea caracterizadas por una gran variedad artística que reflejaría una confusión general, pero que a pesar de todos estos aspectos tormentosos, hacen que se sobreviva a sí mismo.
Deja un comentario