Dos visiones de la contrarreforma (I)

Tomando como objeto los libros de Martin D. W. Jones y Teófanes Egido, se va a proceder a explicar grosso modo las dos posturas y las dos formas de hacer historia tanto de uno como de otro autor, por contener diferencias más que claras entre uno y otro.

La obra de Teófanes Egido Las claves de la reforma y la contrarreforma está escrita con un estilo narrativo clásico, donde describe de forma factual lo que ocurrió en el Concilio de Trento, así como cuales fueron los instrumentos de la contrarreforma. Todo ello desde una perspectiva un tanto conservadora, ya que no encontramos en su explicación ninguna hipótesis que haga diferente su obra de otras muchas sobre este tema. De hecho, se podría decir que el libro de Teófanes Egido posee un tono literario, descriptivo y narrativo casi de enciclopedia, por lo que estamos, como se acaba de decir unas líneas más arriba, ante una obra de historia clásica y un tanto conservadora.

La de Martin D. W. Jones destaca por encontrarse en el polo opuesto a la de Teófanes Egido. La Contrarreforma. Religión y sociedad en la Europa moderna, esa es la obra en cuestión, y bajo un título que en él ya se esconde cierta preocupación por la sociedad, es decir, por ‘lo social’. Una de las primeras advertencias que hace el autor es que “si la historia de la contrarreforma parecía esencialmente aburrida. Carente de ‘glamour’, de héroes y de virtudes, cuarenta años de investigación han cambiado por completo dicha impresión y han alterado substancialmente nuestra comprensión sobre algunos de los elementos claves de la Europa moderna. Aunque todavía queda mucho por aclarar, este libro tiene como objetivo mostrar algunos de los frutos más revolucionarios del trabajo realizado y presentar la nueva tesis que se desprende del mismo”. Esta afirmación ya es algo que le desmarca del anterior autor, que termina su introducción con las siguientes palabras: “por ello, y aunque haya su dosis de convencionalismo, como en todo intento de periodización del pasado, creemos que no es del todo desajustado relacionar el amplio y variado movimiento protestante surgido de Lutero con la Reforma, así como la Contrarreforma con la característica que identifica menos incorrectamente la vida, la acción y la reacción del otro frente, el de la Iglesia católica.” Como se puede observar en esta cita, el autor puede intuir que existe algo de riesgo en la comparación entre la reforma y la contrarreforma, algo que muestra la naturaleza de la síntesis de Teófanes Egido.

Repaso a los convencionalismos de la Contrarreforma

Teófanes Egido pone como base de la contrarreforma el Concilio de Trento, que divide temporalmente en tres fases, como está globalmente aceptado: 1545-1547 (Paulo III), 1551-1552 (Julio III) y 1562-1563 (Pío IV). Uno de los motivos principales por el cual se convocó este concilio era por la percepción entre los máximos representantes de la Iglesia Católica de que se estaba produciendo una rotura en la unidad de la Iglesia, y que la católica podía salir perjudicada. Dado el problema, la Iglesia católica toma decisiones que la hagan fuerte frente al protestantismo. Por lo tanto, ya no le interesaría tanto una reconciliación con el protestantismo, sino simplemente defenderse ante lo que le puede hacer daño. Por otro lado, el autor destaca que “no deja de ser curioso que a la segunda fase del concilio de Trento asistieran los protestantes, aunque como meros espectadores.” Hay que decir, que el lugar de Trento no convenció a muchos de los actores del concilio por ser zona imperial, por lo que se trasladaría posteriormente a Bolonia. Y es que, después de la lectura de la obra que se va a tratar posteriormente, se tiene la perfecta percepción de que existía competencia entre el papado y la monarquía española de Felipe II, temiendo el primero al segundo por la naturaleza del propio imperio, que pudiera acabar acaparando el poder del papado.

Las medidas más importantes y de carácter doctrinario contrarreformista que se tomaron finalmente del concilio fueron las siguientes: incluyeron como inspirados los libros deuterocanónicos (nombre que se da a aquellos libros, o parte de libros de la Sagrada Escritura, que desde su origen no fueron considerados como inspirados por todos, y que hoy son rechazados del canon de la Sagrada Escritura por los judíos y protestantes. La Iglesia Católica, empero, los considera como verdadera y auténtica palabra de Dios, y han sido declarados como libros inspirados por los concilios de Trento y del Vaticano.); las Sagradas Escrituras tenían que estar escritas en latín (latina Vulgata); y le dieron capital importancia a la misa y, además, debía ser en latín (estas últimas medidas, lógicamente se tomaron por el miedo que creó el protestantismo al traducir tanto el ritual cristiano como las sagradas escrituras al idioma vulgar, con lo que se corría el riesgo de que gran parte de la sociedad pueda interpretar y “malinterpretar” la Palabra a los ojos de la Iglesia más que a los ojos de Dios).

Por otra parte, el punto de mira de las reformas se puso en el clero, teniendo como objetivo principal extirpar el escándalo de la acumulación de bienes y dignificar la figura del obispo; en cuanto al clero secular, se resaltaría la importancia del seminario para el párroco; y, por último, al clero regular -como monjas, frailes y monjes- se les exigió un retorno a los orígenes, rigor y clausura. Además de todo ello, potenciaron el celibato y la virginidad, con lo que, aunque se oficializó, el matrimonio queda en un segundo plano para Trento. Y la mentalidad debía ser eminentemente clerical como réplica al sacerdocio universal y a la negación de los votos. El catolicismo acentuó las penitencias, las peregrinaciones, la heroicidad de las virtudes, los milagros, la importancia de las indulgencias, las innumerables misas de los difuntos, el culto a la virgen, a los santos, a las reliquias, a las procesiones solemnísimas del corpus… Todo lo dicho tuvo su consiguiente “explosión plástica y desbordante que cristaliza en el barroco” (Egido, 1991).

Por otro lado existen diferencias entre el proyecto contrarreformista y su ejecución. Llevarlo a la práctica dependía de los estados católicos: Italia, Portugal, Polonia y los príncipes de la Alemania católica no opusieron mayores resistencias. Felipe II lo promulgó pronto pero con condiciones y en la Francia cristiana no fue ni recibido ni publicado oficialmente, por lo que es observable la irregularidad de su ejecución en los diferentes estados.

Logros

Teófanes Egido nos hace una síntesis de los logros del proyecto tridentino poniendo el acento en los diferentes papas protagonistas. De esta forma nos dice que “Pío V (1566-1572) facilitó el instrumento de la Contrarreforma con su Catecismo romano (1566) para párrocos [y] logró la uniformidad litúrgica con el Breviario (1568).” Otro de los logros sería la reforma de la percepción del tiempo con el nuevo calendario (1582), más ajustado, y que, antes o después sería aceptado por los países de la antigua cristiandad. Nos habla de “Sixto V (1585-1590) [que] organizó la curia con la realidad ministerial de las quince Congregaciones duraderas; amplió el número de cardenales [y] reguló las visitas obligatorias de todos los obispos a Roma como manifestación centralista y contra posibles episcopalismos desmedidos. Por sus construcciones arquitectónicas, por la organización urbana renovada, por hacerla el centro de las miradas y peregrinaciones gigantescas, convirtió a la capital del catolicismo en la más brillante ciudad de Europa, hecho que debe valorarse como signo de la fortaleza del Papa.” De Clemente VIII (1592-1605), que “ofreció la versión autorizada de la Biblia, la Vulgata, convertida en referencia inevitable de textos, sermones, escritos y lecturas.” Y termina diciendo: “hasta el control de los modelos de santidad se centralizó en Roma cuando Urbano VIII (1623-1644) reguló minuciosamente los procesos de beatificación y canonización.”

En el siguiente capítulo se abordarán los instrumentos de la contrarreforma en base al libro de Teófanes Egido y se comenzará a analizar la obra de D. W. Jones.

Las dos obras utilizadas para la redacción del artículo: La Contrarreforma. Religión y sociedad en la Europa moderna. D. W. Jones. Primera edición: 1995. Ediciones Akal: 2003. Las claves de la reforma y la contrarreforma. Teófanes Egido. Primera edición: 1991. Editorial Planeta.

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One Response to Dos visiones de la contrarreforma (I)

  1. rap says:

    i like is topic…

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