Dos visiones de la contrarreforma (II)

Instrumentos de la Contrarreforma

Teófanes Egido escribe sobre los instrumentos de la Contrarreforma de manera sintética, poniendo como imprescindibles a este respecto dos factores: la aparición de la Compañía de Jesús y la Inquisición, sobre todo la española. Nombra a órdenes religiosas como las carmelitas descalzas de Santa Teresa (1562-1568), los capuchinos, los franciscanos, los radicales y los reformados (1525). Y dice que estos recién nombrados, “después de Trento constituyeron la vanguardia de la recatolización en regiones campesinas, en Centroeuropa, en los valles alpinos, en Suiza [y] en los reductos austriacos.” Pero nos hace una advertencia insalvable sobre el nacimiento de una orden por las consecuencias que tuvo: “antes de Trento nació la Compañía de Jesús (1540), fundada por Ignacio de Loyola (1491-1556). Inicialmente pensada para [la] actuación misionera en tierra de paganos, y luego dedicada a la acción en Europa […] partiendo del mundo cultural y político, además de las misiones. A los votos habituales (obediencia, castidad, pobreza) añadieron un cuarto, obediencia al Papa, que se encontró con otro soporte para su autoridad […] La compañía […] fue creciendo prodigiosamente.” Indica la típica jesuita “predicación en avanzadillas”, siendo “pioneros de inculturación en el Lejano Oriente y luego en las Indias.” Y termina diciendo, “su dependencia directa del Papa los convertiría en peligro para los absolutismos de la Ilustración”, explicando implícitamente el motivo principal de la expulsión de la Compañía de Jesús de varios países en el S. XVIII.

Otro de los instrumentos que nos muestra Teófanes Egido es la inquisición (y nos pone su origen en 1231). Realiza un breve repaso a lo que él considera importante sobre la inquisición, y dice que “como agente contrarreformista, su eficacia se manifestó al comienzo del reinado de Felipe II: sus célebres autos de fe en Sevilla y Valladolid (1559) exterminaron los brotes protestantes de forma contundente. Su aparato fue decisivo en el aislamiento de España, ortodoxa y xenófoba, autocomplacida en su destino mesiánico de evitar el contacto con lo de fuera, contaminado y herético.” Y hete aquí otra de las claves de los convencionalismos sobre la contrarreforma: la importancia de Felipe II. Más adelante se verá como D. W. Jones no cree que Felipe II fuera tan sincronizado con la contrarreforma. Otra de las consideraciones que hace Egido es recalcar la tarea de la inquisición a la hora de censurar obras que ‘pusieran en peligro’ la cristiandad.

El último de los instrumentos básicos de la contrarreforma que soslaya el autor es la guerra. “La acción contrarreformista se tradujo en ofensiva reconquistadora por la predicación de apóstoles del catolicismo, por la diplomacia romana, por los intereses políticos y, en algunas y significativas circunstancias, por la confrontación armada.” Y a este respecto le da capital importancia a la Guerra de los 30 años (1618-1648), que ciertamente fue un conflicto que confrontaba a los partidarios de la reforma y a los de la contrarreforma. Y muestra que, después de la guerra, con la paz de Westfalia, la religión, por lo menos la católica, quedaba en un segundo plano, algo que simbolizaba un cambio substancial en el eje político de Europa: “la protesta del papa Inocencio X por haber prescindido de la Santa Sede en las negociaciones no era absurda, sino anacrónica: el papado no pesaba ya en las decisiones de los Estados. Con la derrota de los Habsburgo se acabó, si no el espíritu, sí el tiempo histórico de la contrarreforma.” Es decir, que Egido indica como punto y final del tiempo de la contrarreforma las negociaciones de paz que se llevaron a cabo consecuencia de la Guerra de los 30 años.

Hasta aquí las explicaciones esenciales sobre la contrarreforma en el libro Las Claves de la Reforma y la Contrarreforma de, Teófanes Egido. Ahora vamos a centrarnos en el de Martin D. W. Jones, La Contrarreforma. Religión y sociedad en la Europa Moderna.

¿Enfoque o desenfoque?

Es decir, con el ejercicio reflexivo que hace D. W. Jones, ¿se consigue un enfoque válido y certero en términos históricos, o más bien supone una rémora por resultar algo vago y disperso en sus explicaciones? Bajo mi punto de vista realiza un ejercicio de síntesis fantástico, teniendo en cuenta factores ineludibles, dándole protagonismo a elementos de la historia un tanto olvidados, y obviando algunos convencionalismos. Por ejemplo, del “que fuera el arquetipo del guerrero contrarreformista”, Felipe II, dice que “en realidad, la idea de que los papas y los monarcas españoles formaron un frente unido -la columna vertebral de la Contrarreforma- choca con las pésimas relaciones que mantuvieron Roma y Madrid”. Y le da máxima importancia a la comprensión de la teología para “dar sentido a la Europa medieval y moderna”. Al igual que a la historia de las mentalidades, lo cual le acerca en este aspecto al paradigma de la tercera generación de la corriente de los Annales: “las ideas son un aspecto central de toda cultura y, por eso mismo, la comprensión de la historia tan sólo puede basarse en la consideración de la mentalidad de las gentes que vivieron en el pasado.”

Factor importante en el origen de la contrarreforma

Es muy interesante la explicación de D. W. Jones acerca de los orígenes de la contrarreforma. En un momento en el que Lutero y la reforma católica poseen de un gran vigor, la Iglesia Católica va situándose en una postura antiprotestante que condena las posturas de Lutero y los que le siguen. Poco a poco fueron radicalizándose las posturas, pero existía una tercera postura, de corte más ‘liberal’ -término que utiliza el autor para referirse en alguna ocasión a esta posición ideológica-. Como referencias de este posicionamiento reconciliador entre los partidarios de la reforma católica y los que se situaban en el lado opuesto, nos encontramos con el cardenal Contarini y Erasmo. Este último fue, posiblemente, decisivo, acusado por ambos bandos, pero decisivo al mantenerse reconciliador hasta con los postulados de Lutero, después de mantener una lucha intelectual de sobra conocida que tenía como objeto de discusión el libre albedrío. D. W. Jones dice -citando a Phillips, 1981- que la muerte prematura de Contarini (1542) y las deserciones de Ochino y Vermigli hicieron que “la madura y equilibrada sensatez de Erasmo” se viera completamente derrotada “señalando así el punto de partida de la Contrarreforma” (citando a Fenlon, 1972).

En el siguiente artículo se abordará el Concilio de Trento y aspectos como el papel de la mujer en la contrarreforma, la sociedad en la contrarreforma y la esclavitud en el Nuevo Mundo relacionado con el tiempo y los efectos de la contrarreforma. Todo ello bajo la perspectiva de D. W. Jones.

This entry was posted in Artículos and tagged , , , , , , , , , , , , . Bookmark the permalink.