De nombre Alfonso de Borja y Cavanilles, nació en el seno de la noble familia de los Borja, quienes, provenientes de villa zaragozana de Borja, se habían instalado en el reino de Valencia tras participar en su conquista junto a Jaime I.
Tras estudiar leyes en Zaragoza, fue profesor de derecho en la universidad de Lérida, donde llamó la atención del antipapa Benedicto XIII, que lo atrajo a su causa en el enfrentamiento que el Cisma de Occidente había provocado en la Iglesia.
Su apoyo al antipapa lo convirtió en protegido del también valenciano San Vicente Ferrer y le valió ser nombrado canónigo de la catedral de Lérida y entrar al servicio de Alfonso V como jurista y diplomático.
Tras la muerte de Benedicto XIII en 1423, tres de sus cardenales se reunieron en cónclave y eligieron como sucesor a Clemente VIII, que instaló su sede en Peñíscola.
En 1429, el rey Alfonso V, quien había apoyado a Benedicto XIII, deseoso de un acercamiento a Roma, envió a Alfonso de Borja como legado a Peñíscola con la misión de lograr que el antipapa Clemente VIII renunciara y se sometiera al papa Martín V. El éxito de su negociación, que supuso el fin del cisma que había dividido la Iglesia desde 1378, le supuso a Alfonso el nombramiento como obispo de Valencia, sede en la que sólo permaneció tres años ya que en 1432 abandonó la ciudad, a la que nunca regresaría, para acompañar a Alfonso V, como vicecanciller y consejero real, en la campaña que habría de concluir en 1442 con la conquista del reino de Nápoles.
El 2 de mayo de 1444 fue nombrado cardenal por el papa Eugenio IV y comenzó con una práctica que definiría su pontificado: el nepotismo, ofreciendo a sus dos sobrinos de quienes era tutor, Luis Juan de Borja y Rodrigo de Borja, importantes cargos y beneficios eclesiásticos.
Papado
Consejero del papa Nicolás V, a la muerte de este, en 1455, fue elegido pontífice y adoptó el nombre de Calixto III. Según cuenta la leyenda su elección había sido profetizada por san Vicente Ferrer, pero en realidad fue debida a la influencia política del rey Alfonso V.
Tras su elección, reclamó a sus dos sobrinos, a quienes otorgó categoría de príncipes, nombrando notario apostólico a Rodrigo y otorgando el gobierno de Bolonia a Luis Juan, para al año siguiente nombrarles cardenales.
Su atención como pontífice se centró en la reconquista de Constantinopla, que había caído en manos turcas en 1453. Para ello intentó organizar una cruzada enviando delegaciones a Inglaterra, Francia, Alemania, Hungría, Portugal y Aragón. Aunque en principio recibió el apoyo de húngaros, portugueses y genoveses, sólo la flota húngara partió hacia Belgrado, que se encontraba sitiada por el ejército del sultán turco, Mahomet II. La victoria conseguida el 14 de julio de 1456 en el sitio de Belgrado no evitó que la cruzada fuera un fracaso.
También en 1456, estableció una comisión que anuló el juicio que, en 1431, había condenado a Juana de Arco y la declaró inocente de los cargos de brujería por los que había sido quemada en la hoguera. Ese mismo año promulgó la bula Inter Caetera por la que garantizaba a los portugueses la exclusividad de la navegación a lo largo de la costa africana. Un año antes, en 1455, había canonizado a san Vicente Ferrer.
Hacia el final de su pontificado, en 1458, se enemistó con la corona de Aragón debido a que, al fallecer el que fuera su gran aliado, el rey Alfonso V, se negó a reconocer al hijo de éste, Ferrante I, como rey de Nápoles al considerar que dicho reino pertenecía a la Iglesia.
Según una versión conocida por primera vez en una biografía póstuma, y luego embellecida y popularizada por el matemático francés del siglo XVIII Pierre-Simon Laplace, Calixto III habría excomulgado al cometa Halley en 1456, con ocasión de su aparición sobre Europa.
La razón de la curiosa medida estaría fundamentada en la tradicional creencia en los cometas como símbolo de mal agüero, que en particular en aquella oportunidad lo sería contra los defensores cristianos de la ciudad de Belgrado, sitiada por los otomanos. Esta versión, sin embargo, carece de sustento histórico firme. La bula de Calixto III del 29 de junio de 1456, en donde solicita las oraciones de los fieles para el triunfo de la cruzada, ni siquiera menciona al cometa. Para el 6 de agosto de 1456, cuando el sitio de la ciudad fue roto por los defensores, hacía varias semanas que el cometa había dejado de ser visible.
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