El aspecto socio-cultural de lo que permanecía del período hispano probablemente era lo más importante. La comunidad española puede ser calificada por tener un carácter expansivo, puesto que cualquier antepasado (aunque fuera muy lejano o inclusive un religioso) parecía ser excusa suficiente para identificarse con su cultura y para sentir apego a lo hispano. Este hecho fue una gran sorpresa para los gobernantes norteamericanos, quienes señalan en sus escritos la dificultad de diferenciar entre los súbditos españoles y los ciudadanos filipinos: “La comunidad española en Filipinas incluye españoles, muchos mestizos españoles y ciudadanos filipinos con antepasados españoles. Los mestizos y los filipinos de antecedentes españoles, socialmente y por afinidad de sentimientos, son miembros de este grupo, se consideran ellos mismos como españoles y participan activamente en las actividades de la comunidad.
El idioma español, por su parte, seguía teniendo un uso extenso en el archipiélago. El Censo de 1939 muestra alrededor de 416.000 personas capaces de hablarlo, frente a 4.237.000 que sabían la lengua inglesa. A pesar de la abrumadora proporción de angloparlantes frente a la de hispanoparlantes, es curioso constatar una franja de edad en el que estos últimos eran los más numerosos, y no precisamente la de los más mayores: la de los niños entre 0 y 5 años. Este dato lleva a pensar que el español era, más que el inglés, una lengua hablada por los filipinos en su casa, frente al inglés que se aprendía tras la escolarización.
Estos datos del Censo apoyan la persistente importancia de la lengua de la antigua potencia colonial. No sólo entre los 5.000 ciudadanos españoles sino también entre los propios filipinos, en cuanto seguía teniendo varios papeles en la sociedad: prestigio, una lingua franca entre sectores de la clase alta y media-alta y el deseo de mantener la identidad propia frente a los colonizadores. Este último papel es interesante de resaltar, puesto que el castellano, lengua de la antigua potencia colonial, llegó a ser una lengua utilizada con un cierto significado anticolonial.