Varias son las primeras impresiones que se presentan cuando llegas a Sydney. Quizá la más llamativa es la tremenda amabilidad de la gente. Están acostumbrados al turismo, a acoger a gente de todo el mundo y esto se nota en el trato. Si no les entiendes se esfuerzan en que lo hagas. En el hotel y en varios sitios se han mostrado muy amables, ayudándonos en todo lo posible. En el hotel donde nos alojamos hay una española en la recepción. Estuvimos hablando con ella un buen rato y nos regaló el desayuno y la conexión a Internet (todo por más de 200€).
Otra cosa bastante llamativa es la gran cantidad de orientales. En la zona centro donde nos hemos alojado (aquí se llama CBD: Center of Business Department o algo así) el porcentaje de orientales es de más del 50% (por quedarme corto, yo diría que más del 70%). Yo no sé distinguir entre ellos, pero hay japoneses, chinos, coreanos, etc.
Por otro lado, Sydney es una ciudad orientada a los backpacker (mochileros). Hay multitud de alojamientos (muy baratos) por toda la ciudad, aunque la calidad varía mucho de unos a otros. Si vas sólo con tu mochila (una idea muy buena para moverse) son sitios ideales para dormir.
La moneda en Australia es el dólar australiano. El euro está fuerte con respecto a esta moneda (se cambia aproximadamente al 50%: 1€==2USD). Todo nos parece barato (me recuerda un chiste antiguo que decía que a los españoles nos llamaban gimechú, cuando el dólar americano estaba a 100pesetas y cuando la gente compraba algo pedía 2, por lo barato que era). Otra cosa es el alojamiento (hablo de un piso, no de alojamieno temporal), que para mí es excesivo. Lo contaré en otro post.
Ya por último, una cosa que me hizo mucha gracia. Todo el mundo está acostumbrado a ir andando por una ciudad y que le paren para pedir dinero, para hacerle una encuesta, etc. Aquí también, no van a ser menos. Lo gracioso es cómo te paran. La primera vez que intentaron pararme, me ofrecieron un flyer que cogí (soy así de tonto) y el que me lo ofrecía lo aguantó y se rompió en dos partes. Me dijo que me iba a contar algo y cuando le dije que no me interesaba casi se me pone a llorar (de coña, claro) diciendo: si no lo querías para que lo rompes, haciéndome sentir culpable para que le atendiera. Otro día, un chaval de la cruz roja empezó a decirme que los rizos (mis rizos) eran para las chicas, no para los chicos, riéndose e intentando que me parara también.