El segundo día nos tuvimos que despertar temprano, para preparar el desayuno y recoger todo. La primera parada fue Remarkable Rocks. Es una formación rocosa, formada hace millones de años por un volcán. Forma un montículo redondeado (el magma solidificado) donde encima se creó una capa de granito. Millones de años de erosión han dado lugar a formaciones curiosas. Hicimos muchísimas fotos de esto y las vistas al mar y la costa eran geniales.
De ahí hicimos una pequeña ruta hasta un faro. El faro ha estado funcionando durante mucho tiempo y la vida en esa zona era bastante dura. Idearon un pequeño embarcadero, desde donde, cada tres meses, llegaban víveres desde Inglaterra. Como el faro está encima de un acantilado, tenían que subir a las personas y los víveres mediante poleas (más de 100 metros sobre el nivel del mar). Del faro, bajamos a una zona donde volvimos a ver multitud de focas y unas formaciones rocosas erosionadas por el mar. Este golpeaba muy fuerte contra la costa, produciendo una imágenes impresionantes.
Ya nos quedaba poco para regresar. Estuvimos en una playa con la arena más blanca que he visto nunca. Y el mar muy, muy azul. El contraste era increíble. De ahí fuimos a ver un río (que en realidad no es río, es una lengua de mar) con pelícanos. Y por último, a ver más canguros. La sorpresa final fue poder ver un águila, primero volando, después en el suelo (muy cerca de nosotros) y por último levantando el vuelo.
A las 7 de la tarde cogimos el ferri de vuelta a Adelaide, llegando al hotel a las 10 de la noche. Agotados del viaje y sin ganas de hacer otro, salvo el de regreso a España.
Kangaroo Island |