Opciones para las estudiosas

En el siglo XVIII, Emelie du Châtelet había logrado estudiar y escribir, casarse y tener

Margarita de Navarra

hijos. En el siglo XVI, Margarita de Navarra, como reina con corte propia, pudo hacer lo mismo. La mayoría de las mujeres, sin embargo, sabían que debían elegir. Una vida de estudio no se compaginaba fácilmente con una vida de entrega a las necesidades de una familia. Incluso las más brillantes y aquellas que tenían el apoyo de sus familias raramente escapaban a lo que se esperaba de ellas como mujeres, a los papeles y funciones establecidos para ellas. Cuando se tenía que elegir, su estudia y sus propios deseos se resentían.

En la mayoría de los casos, las mujeres estudiosas de la Italia de los siglos XV y XVI se casaba  cuando sus padres insistían en ello y encontraban imposible combinar sus responsabilidades de esposas y madres con las del estudio. Tanto Ginerva Nogarola como Cataruzza Caldiera se casaron, tuvieron hijos y abandonaron por completo sus estudios y sus escritos.  Cecilia Gonzaga (1425- 1451) deseaba retirarse a un convento y la paz que ello suponía, pero en vez de eso su padre planeo un matrimonio político para ella. Casandra

Cassandra Fedele

Fedele (1465-1558) acepto el matrimonio de mala gana a los 33 años y continúo sus estudios, pero no logro completar ni siquiera una de las tres obras importantes que había planteado realizar. Margaret More se caso a los 15 años y se convirtió en esposa y madre ejemplar de los cinco hijos que sobrevivieron. Pese a sus poco ortodoxas opiniones sobre la educación de las mujeres, su padre sir Thomas More (en español Tomas Moro), nunca imagino otra vida para ella.

Margaret More

Algunas mujeres estudiosas desafiaban a sus padres y a las tradiciones de la sociedad y vivieron su propia vida fuera del matrimonio. Constanza Barbaro, hija del humanista veneciano Francesco Barbaro, tomo órdenes religiosas para poder estudiar. Escogió un convento y la fe católica como refugio protector. Otras no deseaban estar bajo ninguna autoridad, ni de la familia ni de la iglesia, y como veneciana del siglo XVII, Elena Cornaro, hicieron por sí mismas voto de castidad y crearon su propio mundo recluido.

La más conocida de estas mujeres que eligieron seguir su propia vida de reclusión laica fue Isotta Nogarola de Verona (1418- 1466) que hizo voto de castidad a los 23 años y se recluyo en una habitación en casa de su madre. Desde este refugio, mantenía correspondencia con el humanista Ludovico Farnesini y por medio de estos contactos escribió sus dos obras importantes, Dialogo de Adán y Eva y Oración sobre la vida de San Jerónimo.

Isotta Nogarola

 

Los eruditos varones de estos siglos, como Farnesini, idealizaban a las mujeres que hacían esta elección y vivían, como el imaginaba, no sabiendo “lo que es el deseo” ajenas al “placer”, encontrando la comodidad desagradable. Para él como para sus contemporáneos, estas mujeres, al escoger una casta vida de estudio, se habían situado aparte del resto de las de su sexo. Libres de las necesidades normales, dedicadas al perfeccionamiento de sus mentes, podían superar los impedimentos asociados con la naturaleza femenina; eran casi varones. Esta idea de transformación a través del estudio y la castidad no es sino una versión secularizada de las recompensas  que aconsejaban que hicieran voto de castidad, que realizaran sus estudios y actos de devoción.

Otros eruditos tenían nociones similares con respecto a los efectos transformadores de la educación sobre la naturaleza femenina. Los contemporáneos describían a Cassandra Fedele como un “milagro”, una alma masculina en un cuerpo femenino. Alababan a Margarita de Navarra por sus escritos eruditos, tan excelsos “que apenas podría creerse que estuvieran realizados por una mujer”

 

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