La idea central de este trabajo consiste en que el sexo ha sido el factor más importante que ha configurado la vida de las mujeres europeas. A diferencia de los hombres, que podían englobarse por clases, profesiones,… las mujeres siempre han sido consideradas ante todo mujeres, como categoría distinta y única. Nacer mujer es la primera premisa que define la experiencia de las mujeres, las distingue de la de los hombres y confiere un rasgo básico común a las vidas de todas las mujeres europeas.
El segundo factor clave para las mujeres es que, hasta hace poco, toda mujer se definía por las relaciones que esta tenia con los hombres. Es decir, muchas mujeres eran incluidas en la documentación histórica solo como mujeres de los hombres. Una mujer se identifica primero como hija de su padre, mujer o viuda de su marido y madre de su hijo. No importa su época en la historia, su clase o rango social; la mayoría de las mujeres han vivido dominadas por los varones. Incluso si ingresaban en las órdenes religiosas eran definidas por su rechazo al matrimonio y se consideraba “esposa de Cristo”. Como miembro de la familia se ha considerado que tener hijos y el cuidado de estos y de la casa eran las tareas predestinadas y apropiadas biológicamente para las mujeres.
Algunas mujeres han sido capaces de sortear estas limitaciones. Las mujeres ricas y aristócratas tradicionalmente pagaban a otras mujeres para ocuparse de sus hijos y ayudarlas a llevar sus hogares. Algunas mujeres extraordinarias gobernaban como reinas por derecho propio. Unas pocas mujeres de talento lograban ser artistas y escritoras. Pero todas las mujeres europeas, fueran reinas o monjas estaban sometidas todavía a otro factor limitador; las opiniones de la cultura de carácter negativo hacia ellas. Al ser considerada imperfecta por naturaleza, y por tanto inferior al hombre, se suponía que toda mujer debía estar sometida a este. Esta subordinación parecía formar parte del orden natural. A una mujer que gobernaba sobre los hombres. Que ejerciera una función dominante, ya fuera desde un trono o dentro de una familia, se la consideraba “masculinizada” y un peligro para la jerarquía natural del universo que sitio al hombre en primer lugar.
A pesar de estos impedimentos y restricciones, las mujeres siempre buscaron conceder valor a sus vidas. Algunas mediante la función reproductora y la nutrición de las generaciones venideras, otras mantener a su familia con su trabajo. La mayoría no se rebelaron o si lo hicieron no dejo huella. La ideología de inferioridad de las mujeres estaban tan profundamente arraigada en la estructura de las vidas de las mujeres y hombres, que pocos la cuestionaban. La mayoría de las mujeres europeas se acomodaron en la institución de la familia dominada por los varones, que les garantizaban la subsistencia, les ofrecían un compañero para toda la vida y les inspiraban seguridad. Pero algunas hicieron más que eso, concediendo a sus vías valor y poder, pese a las desventajas de su sexo, como la mayoría de las mujeres mencionadas en este trabajo.