Acabada la rebelión comunera, Carlos I regresó a España en 1522. Permaneció en ella siete años y durante ese tiempo se convirtió en un rey español y consolidó su gobierno. El monarca comenzó a hablar castellano. Su boda en 1526 con su prima, Isabel de Portugal, agradó a sus súbditos españoles y, aún más, el nacimiento en 1527 de su primer hijo, el futuro Felipe II. Los españoles empezaron a apreciar las cualidades humanas y religiosas del rey, a reconocer su autoridad y a agradecerle con simpatía el hecho de que comenzase a nombrar a hispanos en los cargos más importantes de España y de otras partes del Imperio.
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