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Nacionalismo

La enemistad capital entre las poblaciones de Orihuela y Murcia dentro del marco del Pleito del Obispado en los albores del siglo XVI

El memorial confeccionado por el primero de los doctores reseñados, que datamos a finales de la década de los ’20 del siglo XVI, comenzaba muy significativamente afirmando, por encima de todo, la existencia de una discordia perpetua entre las ciudades de Orihuela y de Murcia, y los lugares de su distrito o territorio, siendo como habían sido “de reynos estranyos y en frontera y limittes de los reynos y tan notorios enemigos“. Proseguía destacando la necesidad de segregar las tierras de la gobernación oriolana del dominio eclesiástico murciano, pues no cabía “dubda sino que las voluntades estan tan danyadas entre ellos que toda comunion ha de ser danyosa y aparejada a discordia e iniquidad asi para las almas como para los cuerpos“.

Y dividía esta historia de enfrentamientos y tensiones en tres tiempos. El primero y más antiguo hacía referencia a “quando estos Reynos de Castilla y de Aragon eran de diversos reyes y tenian guerras abiertas entre si y estas ciudades como fronteras y differentes en lengua en fueros y en leyes y costumbres emplearon las armas cada una en servicio de su rey y en deffenssion de su reyno contra la otra“, produciéndose muchas “batallas estrages muertes y robos y otros grandes males“, (…) “porque ay memoria de batallas muy crueles que oy en dia los campos y lugares donde fueron retienen el nombre de la matança y crueldad que alli passo“. Y los otros dos tiempos los hacía coincidir con los reinados de Fernando el Católico y de Carlos I, cuando ambas ciudades ya no tenían reyes diferentes y enfrentados, sino un mismo monarca y señor y, pese a ello, ese odio y enemistad perpetua subsistían “oy mas que nunca“.

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El concepto de “España”

Unidad con los Reyes Católicos

La mayoría de los historiadores coinciden en que España aún no existe como Estado a finales de la Edad Media. Sánchez Albornoz en España, un enigma histórico puso de manifiesto que la invasión musulmana del 711 destruyó la unidad de la Península Ibérica. La Reconquista fue obra de grupos de españoles divididos: asturianos, vascos, navarros y aragoneses, entre otros. No obstante, pese a esta división, entre las distintas comunidades subsistió a lo largo de la Reconquista un sentimiento solidario, una voluntad común. La lucha contra el Islam unió a los distintos grupos por encima de las barreras políticas o geográficas. Todos se sentían fundamentalmente “españoles” y en el siglo XV se utilizaba la palabra España para designar a toda la Península, aunque España fuera una realidad compuesta por varios reinos.

Esta nostalgia por la unidad perdida debía contar, sin embargo, con las estructuras heredadas. En el curso de los siglos, intereses humanos y políticos diferentes y a menudo opuestos, debilitaron los lazos comunitarios de los pueblos de la Península. Un paso decisivo para la unidad y la constitución de España como Estado-Nación lo constituyó el matrimonio de Fernando de Aragón con Isabel de Castilla. Se trató únicamente de una unión personal, en la que cada reino conservó sus propias instituciones, sus leyes, su administración, sus aduanas, su moneda, pero que fue capaz de acometer empresas comunes, como la conquista de Granada o una política exterior expansiva.

Sin embargo la unidad era frágil, como muestran las amenazas de ruptura que aparecieron tras la muerte de Isabel en 1504, y que Manuel Fernández Álvarez ha estudiado en La España de los Reyes Católicos. Fernando tuvo que ceder el gobierno de Castilla a Felipe el Hermoso, y muerto este, Fernando regresó a Castilla en calidad de Regente, cargo que desempeñó hasta 1516, año en que las coronas de Castilla y Aragón fueron reunidas de nuevo bajo el mismo cetro con la llegada a España de Carlos de Gante (hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso). En la práctica, los dos territorios coexistieron sin llegar a fundirse verdaderamente. La crisis de los años 1520-21 evidencia claramente el carácter personal de la unión. Las Comunidades de Castilla y las Germanías del Reino de Valencia fueron movimientos contemporáneos, tuvieron numerosos puntos en común, y, sin embargo, como han puesto de relieve tanto Joseph Pérez en Las Comunidades de Castilla, como Ricardo García Cárcel en Las Germanías de Valencia, ambos procesos se ignoraron mutuamente y no tuvieron relación alguna.