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Los jesuitas en la Contrarreforma

La expulsión de los jesuitas en España: buscando razones. Parte II

Tal y como dejamos planteado en la Parte I de la entrada anterior, la característica principal del decreto que declaraba la expulsión de la Compañía de Jesús en España era su imprecisión. Este rasgo estaría relacionado claramente con el método empleado en las investigaciones hechas con el fin de expulsar a los jesuitas, pues estuvieron envueltas de un silencio que, dado que el contraste de las mismas con sus protagonistas no se habría ni planteado, llevó a decretar la expulsión de la orden con unos argumentos muy sesgados.

A propósito de estas pesquisas, cabe señalar el caso de los motines de 1766, más conocidos como motín de Esquilache. Y es que Campomanes, quien se encargó de este proceso, concluyó -con información muy tendenciosa por parte de claros antijesuitas- no sólo la mera participación jesuita en los mismos, sino la creación de tales revueltas por parte de estos religiosos, entre cuyos objetivos estaría el cambio de gobierno para responder a sus intereses –la pérdida del Confesionario Real tras la subida al trono de Carlos III en 1759 se presentaba como un aval de dicha idea–.

Investigaciones recientes hablan de la participación de algunos miembros de la Compañía en los motines, pero señalan al “partido español” como el artífice de los mismos. Y es que tal partido se habría formado por la nobleza tras la llegada de Carlos III al poder con el fin de preservar sus privilegios, los cuales se veían amenazados por la corte que acompañó al rey en su regreso a España. En cualquier caso, se ha considerado que la participación de algunos jesuitas en estas revueltas habría bastado a Campomanes para considerar el apoyo a la revuelta por parte de toda la Compañía.

Esta investigación finalizó con la Pragmática Sanción, que declaraba la expulsión de los jesuitas de España y sus dominios, como Ultramar, así como la confiscación de su patrimonio. (Para ampliar el tema de los motines de 1766 véase Contribución al Estudio Del “Motín contra Esquilache” (1766)).

Pragmática Sanción 1767 (Cabildo de Pasto) San Juan de Pasto, Colombia (es.wikipedia.org)
Pragmática Sanción 1767 (Cabildo de Pasto) San Juan de Pasto, Colombia (es.wikipedia.org)
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Los jesuitas en la Contrarreforma

La expulsión de los jesuitas en España: buscando razones. Parte I

La importante labor social llevada a cabo por los jesuitas pareció incomodar en gran medida a los distintos gobiernos ilustrados en Europa. Y es que el despotismo ilustrado que caracterizaba a los mismos les llevó a oponerse al control del catolicismo por parte del Papado -a quien los jesuitas profesaban obediencia con un cuarto voto-, pues el propio Estado quería abarcar todo lo que en él sucedía y orientarlo a sus intereses. Así, Portugal fue pionero en la expulsión de los jesuitas (1759), le siguió Francia (1762), y, después, España (1767), cuyo caso es el que nos ocupa, siendo el que trataremos de exponer pese a lo tendencioso de las causas que motivaron tal hecho.

Carlos III (es.wikipedia.org)
Carlos III (es.wikipedia.org)

Carlos III decretó en abril de 1767 la expulsión de los jesuitas tras un año de secretas investigaciones. No se había filtrado nada entre el pueblo, y es que el conocimiento por parte de éste de tales investigaciones habría conllevado una importante movilización a favor de los jesuitas, y eso era justo lo que el gobierno quería evitar.

El día 31 de marzo por la noche se habían iniciado los trámites para la expulsión: en dos días los jesuitas fueron recluidos a la fuerza, se les incomunicó del pueblo, se les leyó el decreto que aprobaba la expulsión y fueron embarcados hacia los Estados Pontificios. Los jesuitas estaban esperanzados por la llegada a tales lugares -por su cuarto voto-, más el Papa Clemente XIII no los aceptó argumentando la carestía que vivían sus tierras por entonces. Dada la situación, el rey español trató con Córcega para situarlos allí, mas en un año fueron expulsados por las fuerzas francesas. Finalmente, Clemente XIII accedió al desembarco en Italia. No fue hasta la llegada de Clemente XIV cuando se dio por extinguida canónicamente la Compañía.

El principal argumento que figuraba en el decreto de Carlos III para expulsar a los jesuitas era la de promover el desorden público. Y es que la gran labor social llevada a cabo por los jesuitas, que tenía como base las ideas de la Contrarreforma, les hacía estar cerca del pueblo pero también de la nobleza, y ese amplio ámbito de acción, unido a su consideración de la primacía del poder espiritual sobre el temporal, molestaba enormemente a un gobierno de sus características. De hecho, se pretendía borrar de la memoria de la gente a la Compañía. Así, se prohibió cualquier tipo de correspondencia con jesuitas, la objeción al decreto o dar a conocer públicamente la opinión, tanto positiva como negativa, de tales religiosos.

El citado no podía ser un motivo suficiente para la abolición canónica de la Compañía, desconcierto favorecido por el silencio que caracterizó la expulsión.

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Relación Iglesia-Estado

El Estado teocrático de Campanella

Tommaso Campanella (es.wikipedia.org)
Tommaso Campanella (es.wikipedia.org)

Entre los siglos XVI y XVII surge el pensamiento político del dominico Tommaso Campanella. Entre sus obras más destacadas encontramos Monarchia di Spagna, donde defiende la necesidad del control político de España sobre el resto de Estados, estando todos sometidos a la autoridad espiritual del Papa. No obstante, su pensamiento político-religioso tuvo variaciones según obras.

Posteriormente, en La Ciudad del Sol, una obra de corte utópico y de las más destacadas en este género, describe, según su parecer, la república ideal, caracterizada por su teocratismo y su carácter comunista. En tal ciudad, el poder supremo, el Papa (Sol), albergaría tanto el poder político como el religioso, y, a su vez, contaría con la ayuda de una especie de consejeros o príncipes: uno encargado de lo militar (Potestad), otro de lo cultural y científico (Sabiduría) y otro de la reproducción, la enseñanza y lo relativo al cuerpo (Amor). Concepción del gobierno la de Campanella que deja a relucir la religiosidad del autor debido a la similitud con la idea del Dios uno y trino, por cuanto sería un sólo gobierno pero expresado mediante tres personas.

Este ideal político-religioso, al que también se le ha llamado “dictadura sacerdotal”, tendría, a nuestro parecer, influencia del pensamiento maquiavélico en lo que se refiere al pesimismo de la bondad humana, y que habría tenido una gran repercusión en el pensamiento político moderno, tal y como queda patente tras la lectura de anteriores entradas.

Y es que, según tal influencia, el hombre sería un ser egoísta, característica que desencadenaría las hostilidades entre la sociedad. Partiendo de tal idea, Campanella, que daba plena importancia a la sociedad en tanto que lugar donde el ser humano se desarrollaría en plenitud, consideraba necesario eliminar la propiedad, organizando la actividad económica según las cualidades de cada persona en beneficio de la sociedad, así como las relaciones interpersonales, basadas en la reprodución.

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Arte Literatura

Lo didáctico de las imágenes: el “Pia Desideria”

A pesar de tratar nuestro blog el ámbito español, vamos a permitirnos cierta ampliación de las fronteras para referirnos a la obra del jesuita Hugo Hermann, Pia Desideria, por su relevancia como plasmación tanto artística como literaria de las ideas contrarreformistas. Se trata de una obra en la que se combina la explicación de las fases del proceso místico con una serie de emblemas o grabados alegóricos.

A grandes rasgos, la primera fase de tal proceso sería la vía penitente o purgativa, que abordaría la purificación del cuerpo y del alma mediante la oración y el ascetismo; la segunda sería la vía contemplativa o iluminativa, la culminación de la purificación a través de la oración contemplativa y cuando se recibirían ciertas gracias de Dios; y la tercera sería la vía unitiva, en la que se daría la unión del alma con la divinidad.

Un ejemplo de esos grabados es el que mostramos abajo, extraído de S. Sebastián, Contrarreforma y barroco: lecturas iconográficas e iconológicas, Alianza Editorial, Madrid, 1985, pág. 69, donde se pueden encontrar más. El que presentamos trata el renuncio a la vanidad, alegorizada ésta como “una dama encopetada con corona, abanico y una copa de la que salen pompas de jabón” (S. Sebastián, op. cit., pág. 68), mientras que, para evitar que el alma humana caiga en su tentación, la divinidad le tapa los ojos.

El Alma renuncia a la Vanidad

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Relación Iglesia-Estado

Las (malas) relaciones de Felipe II con el Papado

Profunda era la religiosidad de Felipe II, como profundas eran también sus desafortunadas divergencias con la Santa Sede. Y es que cada Papa con que se relacionó el monarca español tenía similar consideración sobre la religiosidad de Felipe II: utilizarla por los intereses políticos de extensión de su poder. Por ello, John Lynch dice en La España de Felipe II (pág. 131) que “El protestantismo poco tenía que temer de la cooperación entre España y Roma”.

El absolutismo de Felipe II le llevó a concentrar en su Corona tanto el poder político como el religioso, por lo que se fue atribuyendo facultades que tradicionalmente habían correspondido a la Iglesia y las ponía al servicio de su política. Así, el rey español -sin cuestionar su religiosidad- parece que aprovechó su condición de soberano católico.

Sobre la Inquisición se venía a considerar que, aunque autorizada por el Papa, podía desempeñar su labor en el país según lo creyera conveniente, independientemente del Papado. Asimismo, las bulas papales no se aplicaban a España si no se ajustaban a las ideas de la Corona. Ante rebeldías como éstas, el Papa amenazaba, entre otras cosas, con la excomunión, sobre la que no se consideraba su validez en España. No obstante esa indiferencia, el apoyo económico y militar que ofrecía el Papado a España, así como el dilema que vivía el clero español, hizo que Felipe II no llevara al extremo su oposición y su voluntad de independencia con la Santa Sede.

Fueron muchos los enfrentamientos de Felipe II con los diversos Papas que se sucedieron durante su reinado. Así, entre otras situaciones, podemos señalar la clara oposición en el caso Carranza, que manifestó la primacía del Papado sobre la Inquisición española; también la divergencia de actitud sobre las revueltas en los Países Bajos con Pío V, o con Gregorio XIII sobre la excomunión a Isabel I de Inglaterra; con Sixto V tuvo Felipe II, como curiosidad, disputas por cuestiones protocolarias en torno a la Armada Invencible; un gran enfrentamiento se produjo con el tema de la sucesión al trono de Francia ante el “hereje” Enrique de Navarra, válido para el trono según Sixto V -y luego según Clemente VIII– pero no para Felipe II, que aspiraba a tal poder. (Para ampliar estas ideas véase el apartado “Felipe II y el papado” dentro del capítulo “3. España y la Contrarreforma” de la obra citada arriba.

Y es que para nuestro autor, y por acabar con palabras suyas:

Felipe II creía tener derecho a decir al papa qué era lo mejor para la Iglesia y, por su parte, el pontífice consideraba que el monarca español confundía los intereses españoles”. (Op. cit., págs. 144-5).

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Literatura

Un poco de mística…

La mística tuvo una importante repercusión en la literatura contrarreformista, la cual se caracterizará por el gran desarrollo del simbolismo, pues la inefabilidad de los sentimientos suscitados por la unión del alma con Dios (éxtasis) hará que se utilicen recursos simbólicos ante los límites del lenguaje para aproximar al lector a esa experiencia.

Por eso expresa Santiago Sebastián en su obra Contrarreforma y barroco: lecturas iconográficas e iconológicas (pág. 61) que:

“El místico con capacidad literaria, además de aprehender a Dios, debe ser capaz de trasladar tal aprehensión a una obra de arte, lo que se consigue por una serie de símbolos, que expresan lo arcanum y numinosum de las experiencias místicas”. (Arcanum lo podríamos traducir por “oculto” o “secreto” y numinosum por “providencial”).

Los místicos más destacados fueron Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. La primera recurre a todo un simbolismo extraído de la imagen, también simbólica, de un castillo -que representa al alma-, para tratar de explicar las etapas del proceso místico, tal y como aparece desarrollado en Las Moradas. San Juan de la Cruz, por su parte, había hecho algo similar con la noche, como aparece en su obra poética Noche oscura, tanto es así que tuvo que realizar obras en prosa para aclarar el simbolismo utilizado, como Noche oscura del alma.

San Juan de la Cruz (es.wikipedia.org)Santa Teresa de Jesús (es.wikipedia.org)

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Los jesuitas en la Contrarreforma

El jesuita Mariana y el tiranicidio

Juan de Mariana (es.wikipedia.org)

La obra más destacada del jesuita Juan de Mariana es De rege et regis institutione, especialmente por lo que se refiere a su “defensa” del tiranicidio. Si tenemos en cuenta el contexto de la citada obra (el asesinato anterior de Enrique III de Francia por el clérigo Jacobo Clemente y el posterior de Ravaillac a Enrique IV de Francia) no será difícil imaginar el revuelo que causó.

Mariana consideraba que el poder del gobernante provenía del pueblo mismo, que se lo había otorgado dadas las hostilidades surgidas en la sociedad especialmente con motivo de la propiedad privada, por lo que aquél debía encargarse de garantizar un cierto igualitarismo para mantener la paz social. El pueblo, por su parte, tenía que obedecerle, a no ser que tal autoridad actuara como un tirano, gobernando injustamente y abusando de su fuerza contra los ciudadanos.

El príncipe ilegítimo sería aquel que subía al trono mediante la fuerza, mientras que el legítimo lo era por derecho (hereditariamente). En el primer caso sería legítimo el tiranicidio por parte de cualquier ciudadano ante el mal comportamiento del príncipe. En el segundo caso explica Marcial Solana, refiriéndose a las tesis de Mariana, que, siendo el príncipe tirano:

“deben tolerarse sus vicios mientras no desprecie públicamente las leyes de la honestidad y la justicia: pues los males que se siguen a la sociedad de variar fácilmente de príncipe son muy grandes. Mas si el Rey atropella la república, roba las fortunas, desprecia las leyes y hasta la religión, entonces no se debe tolerar más” (J. L. Abellán, Historia crítica del pensamiento español, Espasa-Calpe, Madrid, 1979, vol. II, págs. 585-6).

Entonces, en el segundo caso, la comunidad tendría más relevancia por cuanto en consenso le daría la posibilidad al príncipe de corregir su actitud, y, en caso de negativa por su parte, habría que usar las armas, desencadenándose una guerra. Cabe señalar que, en caso de que los ciudadanos no pudieran tratar de la tiranía en cuestión por las restricciones impuestas, las ideas de Mariana vendrían a considerar legítimo el tiranicidio por parte de cualquier individuo, ya que su actuación respondería al consenso (aunque tácito) de toda la sociedad.

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Contexto

Una aproximación al Concilio de Trento

El Concilio de Trento fue una reunión de los principales cargos de la Iglesia convocado por el Papa Paulo III y que pretendía no sólo responder a la Reforma protestante sino también fijar el dogma católico tras la crisis a que había llegado la Iglesia católica en el siglo XVI.

Se desarrolló entre 1545 y 1563 con interrupciones, las cuales permiten dividirlo en tres etapas: 1545-47, 1551-52 y 1562-63.

Los dogmas concluidos, si bien no eran nuevos, sí se perfilaron y aclararon con respecto a ambigüedades anteriores, aportando una mayor unidad a la doctrina católica y oponiéndose a las ideas protestantes, con lo que el Concilio resultó la ruptura definitiva de ambas tendencias.

Si pinchan en el siguiente vídeo podrán ver un resumen del contexto del Concilio de Trento, de su transcurso y sus conclusiones:

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Relación Iglesia-Estado

Características del príncipe cristiano

Por influencia de Maquiavelo, pasó a considerarse necesario, en el pensamiento político moderno español, el desarrollo de una técnica para desempeñar el gobierno y no limitarse el dirigente a ser una mera figura ejemplar para el pueblo en la ingenua espera de la imitación de sus virtudes.

Los pensadores políticos contrarreformistas aceptaron la consideración maquiavélica pesimista sobre la bondad del hombre, pero, frente a la licitud de la maldad del príncipe sobre sus súbditos para dominarlos, consideraron la idea maquiavélica de una técnica política, eso sí, ejecutada por un príncipe con las virtudes cristianas. Esa convivencia de ámbitos, el religioso y el político, en el príncipe es la que llevaría a Saavedra Fajardo a añadirle a esta figura el apelativo de “político-cristiano”.

El citado tratadista político expresa sobre la buena formación del príncipe que “es más necesaria en los príncipes que en los demás, porque son instrumentos de la felicidad política y de la salud pública. En los demás es perjudicial a cada uno o a pocos la mala educación; en el príncipe, a él y a todos, porque a unos ofende con ella, y a otros con su ejemplo” (J. L. Abellán, Historia crítica del pensamiento español, vol. III, Espasa-Calpe, Madrid, 1981, pág. 80). Idea similar vimos al tratar la posición del jesuita Suárez en “La ‘razón de estado’ o la ‘ratio religionis’: la dicotomía de un príncipe”.

La virtud fundamental del príncipe sería, según Fajardo, la prudencia, aplicada tanto a lo moral como a lo político, y para la adquisición de ella y su aplicación en el gobierno tendría gran importancia la Historia, por cuanto su conocimiento permitiría analizar las actitudes políticas según sus consecuencias y determinar así el modelo ideal. Por ello dice el historiador Maravall que:

“Estudiar el pasado, disponer del presente y prevenir el futuro son tres partes íntimamente ligadas del arte político por excelencia, y de ellas, las dos últimas penden en gran medida de la primera, de la noticia y ejemplo de lo pasado” (J. L. Abellán, op. cit., pág. 69).

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Arte

Características del pintor y de sus representaciones artísticas

Uno de los aspectos abordados por los tratadistas contrarreformistas españoles del s. XVII fue el arte y su relación con la religión. Centrándonos en la pintura, muchos consideraban que el pintor dedicado a las representaciones religiosas debía llevar una vida acorde a la moral en la que sus obras estaban contextualizadas, así como hallarse en un estado religioso idóneo. De hecho, se daba más importancia a la devoción que fuera capaz de suscitar una obra que al tratamiento de ciertos aspectos formales que pudieran conferir más prestigio a nivel artístico.

Asimismo, las representaciones debían caracterizarse, según el estudio de Cristina Cañedo-Argüelles citado en los Recursos utilizados, por la verdad y el decoro. Sobre el análisis de la verdad -cuya concepción varía según autores- destaca esta autora al tratadista Carducho, el cual distinguía dos aspectos en las historias bíblicas: el sustancial, que recogería el mensaje, y el accidental, referido a los detalles en la representación del mismo. Teniendo esto en cuenta, venía a considerar que la pintura debía representar atendiendo a la mayor comprensión y devoción de quienes la contemplaban, mientras que a los teólogos quedaría encomendado el estudio de la parte sustancial.

Respecto a la idea del decoro destaca la concepción de Pacheco, y, en relación a la misma, Cañedo-Argüelles distingue en el decoro la conveniencia, el orden y la honestidad. Lo primero va referido a la representación de las figuras sagradas de forma majestuosa, con clara distinción espacial, en actitudes decentes, con la vestimenta adecuada a la época y a la situación representada o la adecuación de la obra en su conjunto al entorno en que será colocada. El decoro como orden significa la claridad del pasaje representado, bien en cuanto a su estructura narrativa, bien en cuanto a la coherencia entre la historia y el contexto (personajes, lugar…) en que se representa. Y, finalmente, entendiendo el decoro como honestidad se rechaza la pintura no decente, como las que incluyan lascivia.

De manera que vemos cómo el espíritu de la Contrarreforma, que impregnó distintos ámbitos de la modernidad española, también lo hizo en el arte, al cual nos hemos referido en su disciplina pictórica, influyendo la nueva mentalidad tanto en su ejecución, como en la consideración del artista y la teorización sobre todo lo que se relacionara con la obra artística.