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Los jesuitas en la Contrarreforma Relación Iglesia-Estado

El jesuita Suárez contra “la gracia de Dios”

Francisco Suárez (es.wikipedia.org)La Escuela de Salamanca desempeñó una importante labor en el análisis de las distintas cuestiones relacionadas con el ser humano a la luz del espíritu moderno. En ella vamos a destacar la figura del jesuita Francisco Suárez, quien tuvo una forma de entender la potestad política que no se quedó en una mera idea particular sino que la utilizó como argumento con el que desmontar el recurso al derecho divino de los reyes, una de las ideas que caracterizaban al protestantismo. En este sentido, podemos hablar de dos concepciones distintas de la relación Iglesia-Estado: la que situaba al Estado al servicio de la religión (Estado como instrumentum religionis), defendida por los contrarreformistas, y la que situaba a la religión al servicio del Estado (religión como instrumentum regni), defendida por los protestantes.

Suárez argumentaba la supremacía del poder espiritual sobre el temporal basándose en el origen divino de aquél (la potestad espiritual derivaba directamente de Dios, quien la encomendó a Cristo y Éste a Pedro y sus sucesores), en su teleología (la Iglesia se ocupaba del ser humano en su fin último y más prolongado en el tiempo: la vida eterna), en su carácter sobrenatural (por el que participaba más de la divinidad y lo llevaba a tratar cuestiones ultramundanas), en su universalidad (el poder espiritual, al emanar de Dios, abarcaba lo universal -la divinidad es omnipotente, omnisciente…-, mientras que el poder político era susceptible, debido a los límites humanos, de dividirse), etc. (Para ampliar la argumentación véase A. Molina Meliá, Iglesia y Estado en el Siglo de Oro español: El pensamiento de Francisco Suárez, Universidad de Valencia, 1977, págs. 125-147).

Estas ideas se materializaron en la Defensio Fidei adversus anglicanae errores, obra suareciana contextualizada en una controversia entre el rey Jacobo I y el Papa Paulo V. Y es que el rey inglés se erigió como poder supremo de su país, tanto a nivel político como espiritual, argumentando su elección por “la gracia de Dios” y obligando al pueblo a jurarle fidelidad y a reconocer su poder absoluto en los dos ámbitos citados. Esta tradición se remonta a Enrique VIII y tenía por objeto limitar el poder papal sobre los reyes. Pues bien, la polémica estalló cuando, ante tal exigencia, el Papa Paulo V prohibió jurar la segunda cuestión a los católicos, y fue Suárez quien mejor justificó tal posición.

Así, ante la voluntad de la corona inglesa de independizarse con respecto al poder papal, Suárez argumentó la ilegitimidad de la misma alegando el bautismo de los reyes, pues por tal sacramento pasaban a formar parte de la Iglesia, la cual distinguía de entre sus miembros al pastor -el Papa, como sucesor de Pedro- y a las ovejas -el resto de la cristiandad-, por lo que necesariamente los reyes se integrarían en los segundos, quienes habrían de obedecer al primero.

Teniendo en cuenta, asimismo, que todo cuanto se desarrolle en el mundo -siguiendo con el pensamiento suareciano- debería realizarse para dar gloria a Dios, pues tendría en Él su principio y su fin, el poder político, aunque ocupado en asuntos terrenales, debería regirse en sus actos por el poder espiritual en favor del fin definitivo del ser humano: la vida eterna en Dios.

La legislación del poder espiritual, encaminada a ese objetivo, y considerada la vida eterna en Dios como de orden superior a la estancia terrena, tanto cualitativa como cuantitativamente, debería primar sobre el poder temporal. Así, las normas espirituales, en tanto que omniabarcadoras, se prolongarían en la política, quedando ésta a su servicio.

Estos aspectos que hemos destacado de la argumentación suareciana contra el recurso anglicano a “la gracia de Dios” nos sirven de ejemplo concreto sobre algunas de las ideas contrarreformistas sobre el gobierno y su relación con la Iglesia.

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Los jesuitas en la Contrarreforma

Los jesuitas en el espíritu moderno: la polémica “de auxiliis”

Los nuevos valores surgidos en el Renacimiento impregnaron las distintas manifestaciones humanas y fueron objeto de estudio. Las órdenes religiosas no quedaron indiferentes a ello, más bien todo lo contrario, como es el caso de la Compañía de Jesús, que planteó públicamente importantes consideraciones sobre un tema tan controvertido como el de la libertad y la voluntad humanas y su relación con Dios, cuyo planteamiento quedaba inmediatamente resuelto en el medioevo aludiendo a la predestinación.

La confrontación de opiniones entre jesuitas y dominicos dio lugar a la polémica de auxiliis divinae gratiae. Ésta tuvo su origen en la publicación de la Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis del jesuita Luis de Molina. Entre los opositores a sus teorías destacaron los dominicos al mando de Domingo Báñez, quien publicó como respuesta la conocida como Apología de los hermanos dominicos. El caso generó tal revuelo que pasó a la Inquisición y, de ésta, al Papa. Fue con Paulo V con quien se resolvió el enfrentamiento (que no la polémica propiamente dicha) aceptando la defensa de ambas posiciones y prohibiendo su calificación de herejías.

Luis de Molina (es.wikipedia.org)La doctrina de Molina se basaba en la idea de un “concurso simultáneo” según el cual Dios y el ser humano estarían coordinados. Y es que tras considerar distintos tipos de conocimiento que podría tener Dios sobre todo cuanto existe, los diversos posibles y su compaginación con la voluntad humana, Molina llegó a establecer que la divinidad estaría dotada de una “ciencia media” (un tipo de conocimiento) según la cual conocería de antemano lo que el ser humano, libremente, realizará en unas circunstancias concretas en las que la divinidad lo habría dispuesto. Esa libertad permitiría al hombre (aunque en unas circunstancias predeterminadas) orientar sus acciones al bien o al mal.

La tesis del dominico Báñez, por su parte, se basaba en la “premonición física“, un influjo que recibía el hombre por parte de Dios que lo llevaría a actuar de una u otra manera según la predeterminación por Aquél. Mas, simultáneamente a la realización de un acto, se produciría “sólo” en el pensamiento la posibilidad de contrariar la premonición física, algo inviable por su predeterminación (de ahí el calificativo física de la premonición). Sería, pues, en la conciencia de los distintos posibles en la realización de los actos (predeterminados) donde residiría la libertad humana, variando así esta teoría con respecto a la indiferencia del puro determinismo.

Este último tratamiento de la libertad humana resulta poco consistente dadas sus condiciones. Mas, si bien el molinismo tampoco tendría una consistencia plena por cuanto implicaría la limitación de la omnipotencia divina (clara contradicción), pues con nuestros buenos actos estaríamos obligando a Dios a salvarnos (véase esta idea-aporía más desarrollada en F. M. Pérez Herranz, “7.3. Los méritos de los hombres no pueden obligar a Dios”, en Árthra hê péphyken: Las articulaciones naturales de la filosofía, Universidad de Alicante, 1998), el hecho de proponer una teoría sobre la cuestión de la justificación tan arriesgada con respecto a la predestinación medieval y, contemporáneamente a los jesuitas, dominica y protestante (sus diferencias con la predestinación apenas existen), supone ya una clara influencia de los nuevos valores modernos que exaltaban la libertad del ser humano. En este sentido, la Compañía de Jesús desarrolló un papel muy significativo en los ideales contrarreformistas, tanto por su apoyo a la teoría molinista como por la ejemplificación de la misma, orientada a su vertiente positiva, en su propio testimonio vital.

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Contexto

A modo de contexto

La corriente de pensamiento que caracterizó al Renacimiento, el Humanismo, tuvo grandes repercusiones en los distintos ámbitos de la sociedad. Una de sus características principales, y en relación al tema que nos ocupa, fue la exaltación del ser humano y de sus cualidades por oposición a los valores antropológicos derivados del teocentrismo medieval. Cabe señalar que por entonces la Iglesia vivía una crisis que se hizo más patente con el espíritu crítico humanista. Y es que dicha institución se había ido cuestionando como consecuencia del abuso de poder, la gran cantidad de altos cargos, la dejadez en el ámbito pastoral, la degradación moral, el tratamiento de las indulgencias o la escasa formación intelectual del clero.

En este sentido, el humanista Erasmo de Rotterdam emprendió una serie de críticas a la Iglesia con la voluntad de reformarla según los nuevos valores. Así, defendía la capacidad de establecer una relación personal con Dios sin mediación, pues, de las instituciones eclesiásticas, que pasaban a ser así prescindibles; asimismo, consideraba la libertad humana frente a la predestinación y la suficiencia de la fe para la salvación, entre sus principales ideas.

Fueron probablemente estas ideas la principal influencia de la Reforma protestante encabezada por Martín Lutero. Este movimiento dio comienzo con la publicación de 95 tesis en las que criticaba ciertos aspectos de la Iglesia romana y proponía otros principios de conducta religiosa; así, se centraba en la crítica de las indulgencias papales, rechazaba el sacramento del perdón y confería gran importancia a la penitencia. Otros principios que caracterizaron este movimento fue la idea de la salvación mediante la gracia de la fe, la purificación religiosa mediante una religiosidad intimista en detrimento de los rituales eclesiásticos, la interpretación personal de las Sagradas Escrituras, la idea del sacerdocio universal o la consideración del Bautismo y la Eucaristía como los dos únicos sacramentos. Cabe señalar, como nota curiosa, el apoyo que recibió el protestantismo entre las autoridades de los países del norte, quienes, en defensa de sus intereses políticos (mayor libertad, beneficios económicos…), protestaron por la persecución que se estaba realizando contra Martín Lutero, de lo que derivó el apelativo de la reforma: protestante.

Otra vía que surgió ante la crisis eclesial del siglo XVI fue la Reforma católica o Contrarreforma (véase aquí un apunte terminológico). En este movimiento cabe destacar a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, la orden religiosa que más desarrolló los ideales contrarreformistas (necesidad de las buenas obras, libre voluntad humana, reconocimiento de la autoridad papal…). Se constituirá, de hecho, una obra ignaciana, los Ejercicios espirituales, como el mejor exponente de la plasmación escrita del espíritu de la Contrarreforma.

Será en este contexto de reformas eclesiales en el que nos situaremos en nuestro recorrido por el mundo moderno, centrándonos en la Reforma católica y los principales hechos, ideas y figuras que con ella se relacionaron.