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Lo didáctico de las imágenes: el “Pia Desideria”

A pesar de tratar nuestro blog el ámbito español, vamos a permitirnos cierta ampliación de las fronteras para referirnos a la obra del jesuita Hugo Hermann, Pia Desideria, por su relevancia como plasmación tanto artística como literaria de las ideas contrarreformistas. Se trata de una obra en la que se combina la explicación de las fases del proceso místico con una serie de emblemas o grabados alegóricos.

A grandes rasgos, la primera fase de tal proceso sería la vía penitente o purgativa, que abordaría la purificación del cuerpo y del alma mediante la oración y el ascetismo; la segunda sería la vía contemplativa o iluminativa, la culminación de la purificación a través de la oración contemplativa y cuando se recibirían ciertas gracias de Dios; y la tercera sería la vía unitiva, en la que se daría la unión del alma con la divinidad.

Un ejemplo de esos grabados es el que mostramos abajo, extraído de S. Sebastián, Contrarreforma y barroco: lecturas iconográficas e iconológicas, Alianza Editorial, Madrid, 1985, pág. 69, donde se pueden encontrar más. El que presentamos trata el renuncio a la vanidad, alegorizada ésta como “una dama encopetada con corona, abanico y una copa de la que salen pompas de jabón” (S. Sebastián, op. cit., pág. 68), mientras que, para evitar que el alma humana caiga en su tentación, la divinidad le tapa los ojos.

El Alma renuncia a la Vanidad

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Relación Iglesia-Estado

La política de la “segunda Contrarreforma”

La expresión “segunda Contrarreforma” hace referencia a la profundización en el ámbito político sobre la base de la mentalidad contrarreformista y contextualizada en el surgimiento del Estado moderno. Respecto a esto último, cabe señalar que supuso una adecuación a los nuevos tiempos, necesaria tras evidenciarse el fracaso de la idea imperial de Carlos V.

En este caso, el español, hubo un matiz distinto y remarcable con respecto al resto de Europa, y es la potestad indirecta de la Iglesia católica, la cual implicaría la separación de ésta con el poder político, pero su primacía en caso de conflicto atendiendo a su objetivo último -la vida eterna en Dios-, superior cuantitativa y cualitativamente a los objetivos políticos. Planteamiento contrapuesto a las ideas contenidas en El Príncipe de Maquiavelo, las cuales se fueron extendiendo por Europa y supusieron el motivo principal de esa reflexión política que implicó la ya citada “segunda Contrarreforma”.

Los tratadistas españoles propusieron, frente a la “razón de estado” maquiavélica, la posibilidad de armonizar fe y razón, lo que dio como resultado una vasta creación de literatura política con fines pedagógicos. En ella destaca el emblema, esto es, “una figura de carácter simbólico con que se suele encabezar un escrito” y que “tiene el carácter de aviso o advertencia respecto a la conducta que debemos seguir en un caso determinado” (J. L. Abellán, Historia crítica del pensamiento español, vol. III, Espasa-Calpe, Madrid, 1981, pág. 64). De ahí buena parte de la importancia del arte -sobre todo del barroco- en la Contrarreforma, cuya eficacia radica en la representación de casos concretos y cotidianos, los cuales apelan fácilmente al espectador. Estos emblemas respondían a “la necesidad de impresionar el ánimo del lector y captar su voluntad por medio de una seducción de los sentidos […] con recursos que llamen vivamente su atención y le impresionen” (J. L. Abellán, op. cit., pág. 63).

Pedro de Rivadeneyra (es.wikipedia.org)El jesuita Pedro de Rivadeneyra fue uno de los mejores ejemplos de esta literatura y, en relación a ella, cabe destacar su obra (y explícito título que resume el origen de la “segunda Contrarreforma”) Tratado de la religión y virtudes que debe tener El Príncipe Cristiano para gobernar y conservar sus Estados, contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos de ese tiempo enseñan (1595).