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Relación Iglesia-Estado

Características del príncipe cristiano

Por influencia de Maquiavelo, pasó a considerarse necesario, en el pensamiento político moderno español, el desarrollo de una técnica para desempeñar el gobierno y no limitarse el dirigente a ser una mera figura ejemplar para el pueblo en la ingenua espera de la imitación de sus virtudes.

Los pensadores políticos contrarreformistas aceptaron la consideración maquiavélica pesimista sobre la bondad del hombre, pero, frente a la licitud de la maldad del príncipe sobre sus súbditos para dominarlos, consideraron la idea maquiavélica de una técnica política, eso sí, ejecutada por un príncipe con las virtudes cristianas. Esa convivencia de ámbitos, el religioso y el político, en el príncipe es la que llevaría a Saavedra Fajardo a añadirle a esta figura el apelativo de “político-cristiano”.

El citado tratadista político expresa sobre la buena formación del príncipe que “es más necesaria en los príncipes que en los demás, porque son instrumentos de la felicidad política y de la salud pública. En los demás es perjudicial a cada uno o a pocos la mala educación; en el príncipe, a él y a todos, porque a unos ofende con ella, y a otros con su ejemplo” (J. L. Abellán, Historia crítica del pensamiento español, vol. III, Espasa-Calpe, Madrid, 1981, pág. 80). Idea similar vimos al tratar la posición del jesuita Suárez en “La ‘razón de estado’ o la ‘ratio religionis’: la dicotomía de un príncipe”.

La virtud fundamental del príncipe sería, según Fajardo, la prudencia, aplicada tanto a lo moral como a lo político, y para la adquisición de ella y su aplicación en el gobierno tendría gran importancia la Historia, por cuanto su conocimiento permitiría analizar las actitudes políticas según sus consecuencias y determinar así el modelo ideal. Por ello dice el historiador Maravall que:

“Estudiar el pasado, disponer del presente y prevenir el futuro son tres partes íntimamente ligadas del arte político por excelencia, y de ellas, las dos últimas penden en gran medida de la primera, de la noticia y ejemplo de lo pasado” (J. L. Abellán, op. cit., pág. 69).