GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, EL “GRAN CAPITÁN”
Gonzalo Fernández de Córdoba es una de las figuras más importantes de su época, no sólo por ser un genio militar, artífice de la maquinaria bélica que forjaría el Imperio Español, sino por ser un gran político que supo ganar Italia para la Corona de Castilla y Aragón. Es sobre todo un hombre de los nuevos tiempos, un hombre renacentista, que no se siente limitado por nada y que reclama la gloriosa herencia de Grecia y Roma, frente a la superstición, el inmovilismo y la intolerancia medieval. Es en definitiva uno de los personajes claves en la historia de Europa.
Nace en el 1 de septiembre de de 1453 en el castillo de Montilla (Córdoba). Hijo segundón de Don Pedro Fernández Aguilar y de Doña Elvira Herrera y Enríquez. Pertenecientes ambos a la baja nobleza castellana. En 1455 muere su padre y tanto Gonzalo como su hermano mayor Alonso, el primogénito, son enviados a Córdoba, donde reciben una notable educación a cargo de Don Pedro de Cárcamo.
En 1465, gracias a los oficios del Arzobispo de Toledo y del Marqués de Villena (amigos de su difunto padre), entra al servicio del infante Alfonso.
A causa de enemistades familiares, su primo y enemigo de su familia, el Conde de Cabra, le hace prisionero y le encierra en el Castillo de Cabra, donde es liberado en 1476, gracias a la intervención de la reina Isabel I de Castilla.
Gonzalo toma partido por la causa Isabelina en la Guerra de Sucesión Castellana, guerra que enfrenta a Isabel con Juana la Beltraneja. Iniciándose en el ejército como noble segundón. (corren rumores de amoríos entre la reina Isabel y Gonzalo)
Al terminar esta guerra, Gonzalo participa en la Guerra con Granada (1482-1492), al principio de esta contienda solo esta a las órdenes de su hermano. Hasta que en 1483 protagoniza su primera gran acción militar, la conquista de la fortaleza de Tájara. En 1486 se pone a sitio la ciudad de Illora, el asedio es duro y cuando se produce su rendición, Gonzalo es nombrado Alcaide de la misma. Por estas fechas se le supone casado nuevamente con María Manrique. Siguiendo instrucciones de sus monarcas Gonzalo actúa como negociador y espía apoyando a Boabdil en su guerra interna contra su tío “El Zagal”. En 1489 participa en el sitio de Baza. Su nombre figura en las capitulaciones de Granada en 1491, y en 1492, tras la toma de la ciudad, Gonzalo, es recompensado por sus servicios. Obtiene una encomienda de la Orden de Santiago, el señorío de Orjiva y una parte en la producción de la seda granadina, lo que incrementa su riqueza que le permite retirarse momentáneamente de la vida militar.
En el otoño de 1494, el adolescente rey de Francia, Carlos VIII, decide invadir Italia, El primer objetivo del rey francés era ganar una posición fuerte en el Mediterráneo. La potente caballería francesa expulsa sin problemas a Alfonso II de Nápoles (pariente del rey Fernando) quien busca cobijo en Sicilia, que pertenece al reino de Aragón.
En 1495, el rey Fernando con una maniobra diplomática, le propone al Papa valenciano Alejandro VI (Borgia), la creación de la liga santa, con la falsa excusa de defenderse de los turcos. Inmediatamente el sumo pontífice, invita a las potencias europeas a sumarse al pacto, incluyendo al rey francés cuyas tropas debían abandonar Nápoles de inmediato. El no rotundo de los franceses es la escusa perfecta para el rey Fernando, que de esta manera además de sentirse legitimado cuenta con el apoyo de los diferentes ejércitos italianos. Gonzalo recibe la orden de organizar y liderar un ejército en Italia del sur. En Seminara Gonzalo sufre su primera y única derrota. Aunque sus bajas son escasas se da cuenta que sus enemigos no son los musulmanes de la península sino un ejército perfectamente organizado, que además cuenta con abundantes medios y una buena artillería.
No obstante, Nápoles es reconquistada en una serie de importantísimas batallas, sonde Gonzalo Fernández de Córdoba demuestra su maestría militar, adquiriendo el sobrenombre de “El Gran Capitán” En 1497 Gonzalo se dispone a licenciar sus tropas y regresar a España, pero Alejandro VI le pide su ayuda. Menaldo Guerra, corsario bajo bandera francesa se ha adueñado de la ciudad de Ostia, amenazando los suministros vitales que la ciudad de Roma necesita. Gonzalo libera la ciudad de Ostia y su castillo. Los piratas son expulsados sin problemas. El Papa le concede la Rosa de Oro y el titulo de Duque de Santángelo.
El 26 de noviembre muere en Medina del Campo la reina Isabel la Católica, su gran valedora, y en 1505 Fernando el Católico contrae segundas nupcias con Germana de Foix. Fernando se traslada con su reciente esposa hasta Nápoles, donde comprueba por sí mismo el aprecio que los napolitanos sienten hacia el Gran Capitán. Fernando, escucha las murmuraciones de envidiosos cortesanos y ordena su destitución, así como la de todos los que a su lado habían luchado. Además le pide justificación de lo que, a su juicio, habían sido unas desmesuradas facturas de guerra. Gonzalo le responde irónicamente, en lo que la historia conocerá como “Las Cuentas del Gran Capitán”
En el año 1505 realizaría su última gran campaña en la que tomaría la plaza norteafricana de Mazalquivir, la cual resultaría de suma importancia para poder hacer efectiva la toma de Orán 4 años más tarde por Pedro Navarro. Sería nombrado gobernador de esta plaza hasta 1506, año que volvería a la península Ibérica.
En 1507. Apartado de cargo alguno y desengañado con su rey, Gonzalo Fernández de Córdoba se retira a la ciudad de Loja. Un año más tarde recibe la noticia de que el castillo de Montilla (aquel que le vio nacer) va ser próximamente derribado por orden real. A pesar de sus súplicas no conseguirá detener el anunciado derribo. Su ruptura con el rey es total. La situación en Castilla amargo sus últimos años de vida, junto con otros nobles de Castilla, proyecto salir de España para entrar al servicio de su nueva esperanza, Carlos de gante (futuro Carlos V) pero la muerte se lo impidió, muriendo en Granada el 2 de diciembre de 1515. Su sepulcro se conserva actualmente en la Iglesia de San Francisco en Granada.
Gonzalo Fernández de Córdoba fue un genio militar excepcional, el primero en utilizar de forma combinada la infantería, caballería y artillería, así como el fuego naval como apoyo. Creador de los famosos Tercios que tanta gloría darán a España durante dos siglos.
Nació de padres humildes en la villa de Garde (valle del Roncal) en 1460, siendo su padre un tal Pedro de Ronacal. En sus primeros años se dedicó al pastoreo y al cultivo de la tierra, pero siendo aun niño y llevado por el deseo de viajar, se embarcó con unos mercaderes genoveses y pasó a Italia, donde entró al servicio del marqués de Cotrón, caballero del reino de Napoles.
En 1487 tomó parte, con 27 años, en la guerra que sostuvieron las repúblicas de Florencia y Génova, militando como un simple soldado a las órdenes de los florentinos. En 1499 se pondría a disposición del Gran Capitán, a quien admiraba y a cuyas órdenes luchó en las campañas de Italia. Pronto tendría Pedro Navarro su primera oportunidad de probar con éxito sus exitosas minas de pólvora, pues el 25 de noviembre de 1500 logró hacer saltar una parte de la muralla del castillo de San Jorge, en la Cefalonia. También utilizó azufre para quemar a los turcos dentro de sus propias galerías.
Durante la segunda campaña de Italia (1500-1504) defendió la plaza de Canosa con 600 españoles de los ataques franceses que operaban al mando del caballero Bavardo. Sin embargo, tuvo que entregar la plaza por orden expresa de su jefe, el Gran Capitán.
Las victorias de los españoles les permitieron apoderarse de Nápoles el 15 de mayo de 1503. Quedaron por rendir los castillos de Castilnovo y Castel de Ovo, cuya conquista se encomendó a Pedro Navarro, quien los tomó gracias al empleo de sus famosas minas de pólvora. Los terribles efectos de estas minas conmovieron la opinión pública de toda Europa y el nombre de Pedro Navarro se extendió por el mundo.
El rey Fernando el Católico le recompensó dándole la investidura de Alveto u Oliveto, situado en la Italia meridional. Al finalizar la segunda campaña de Italia, Pedro Navarro regresó a España, donde el rey Fernando le ordenó luchar contra el duque de Nájera, que se había revelado (1507). El duque no se atrevió a combatir contra un enemigo de tanto crédito y entró rápidamente en negociaciones para concertar la paz.
A continuación, en 1508 el rey Fernando el Católico le ordenó perseguir con una escuadra española a los piratas berberiscos que habían asolado las costas sevillanas. La expedición partió de Málaga y Pedro Navarro se aplicó a ello con eficacia, limpiando de piratas tanto las costas españolas como las africanas. El 23 de junio conquistó el peñón de Vélez de la Gomera.
Puesto al frente del ejército que el cardenal Cisneros financió con las rentas de su cargo de arzobispo de Toledo, efectuó la conquista de Orán en 1509. Al año siguiente protagonizó la primera campaña de Túnez, en la que conquistó Bujía, con lo que Argel, Túnez y Tremecén se sometieron a la autoridad de España.
En 1512 participó en la tercera campaña de Italia (1511-1513), librada por España, Venecia y los Estados Pontificios, que formaban la Santa Liga, para expulsar a los franceses de Italia. En esta campaña Pedro Navarro tomó la ciudad de Bastia en sólo cinco días. Pero sin embargo, en el sitio de Bolonia debido a la humedad de la zona, las famosas minas de pólvora fracasaron y la zona siguió siendo ocupada por los franceses.
En abril de 1512 se libró la batalla de Rávena, en la que Pedro Navarro estaba al mando de la infantería española. En la retirada de la misma Pedro Navarro cayó herido y prisionero de los franceses. El caballero de Labrit, su captor, le condujo a Francia y le mantuvo en cautiverio tres años mientras pedía un rescate de 20.000 escudos. Don Fernando el Católico no quiso pagar el rescate de su liberación, por lo que el rey Francisco I de Francia pagó su rescate y le ofreció entrar a su servicio como general de sus ejércitos. Pedro Navarro escribió al rey Fernando el Católico para separarse de su servicio y el rey le contestó que “podía hacerlo, pues era libre”. Pedro Navarro devolvió al rey el título de conde de Oliveto y la patente de general español.
A las órdenes del rey Francisco I de Francia, Pedro Navarro participó en la cuarta campaña de Italia en 1515 en la que invadió el Milanesado y conquistó las plazas de Novara, Vigenaro y Pavía. Participaría en la quinta campaña de Italia, en la que caería derrotado por los ejércitos imperiales y sería hecho prisionero por los españoles, que lo encerraron en el Castelnovo durante tres años. Al firmarse el Tratado de Madrid de 1526, tras la derrota francesa de Pavía, fue puesto en libertad.
Pedro Navarro reunió tropas en Francia y con ellas marchó con el general Lautrec de nuevo a Italia. Éste murió de peste en el sitio de Nápoles y Pedro Navarro se puso a las órdenes del marqués de Saluzzo. Cuando los franceses levantaron el bloqueo de Nápoles tuvieron que emprender una desastrosa retirada hacia Aversa y en ella Navarro resultó de nuevo hecho prisionero por los españoles. Fue conducido otra vez a Nápoles y encerrado por segunda vez en el castillo de Castelnovo.
Pedro Navarro murió en 1528 a los 68 años de edad en el castillo que él mismo había conquistado 25 años antes. Al día siguiente de su muerte los españoles escribieron el siguiente epitafio:
“Ilustre capitán español muerto al servicio de los franceses”.
El duque de Gesa, sobrino del Gran Capitán, construyó un sepulcro para Pedro Navarro junto al del general Laudrec en la iglesia de Santa María la Nueva.
Francisco Ximénez de Cisneros nació en Torrelaguna (Madrid) el año 1436. Hijo de un hidalgo de escasa fortuna. Se graduó en Salamanca y viajó a Roma. Desde aquí pasó a Sigüenza, en cuya iglesia catedral fue capellán mayor, y vicario del obispo, cardenal Mendoza, el cual sería su protector. La amistad con don Pedro González de Mendoza fue el comienzo de su extraña fortuna, pues supo apreciar el valor de Cisneros. En 1484 abandonó la capellanía e ingresó en el convento de franciscanos de San Juan de los Reyes, en Toledo. Vivió, durante ocho años, en pleno arrebato ascético.
En 1492, designado arzobispo de Granada fray Hernando de Talavera, quedó vacante el puesto de confesor de la reina. Entonces el cardenal Mendoza, que guardaba de él un gran recuerdo, recomendó para este cargo a fray Francisco. Comenzó así a intervenir en política, como consejero de la reina. Al mismo tiempo, designado provincial, recorría los conventos franciscanos y formaba su primer gran proyecto: la reforma de su Orden. La ocasión llegó cuando, muerto el cardenal Mendoza, Cisneros fue designado, por recomendación del difunto, para sucederle en la silla primada de Toledo (1495). Su reforma tuvo dos partes sucesivas: en su Orden trató de restablecer la observancia de la regla franciscana en su prístina pureza; en el clero secular intentó poner coto a las inmunidades y privilegios. Pese a la resistencia que encontró en ambos casos, la reforma siguió adelante.
En 1499, hizo, acompañando a los reyes, un viaje a Granada. Allí consideró que la obra de conversión, realizada por fray Hernando de Talavera, mediante la dulzura, iba muy despacio y resolvió quedarse en la ciudad para dar mayor impulso a la misma. Mediante conferencias con los alfaquíes y dádivas, obtuvo en las primeras semanas unos resultados maravillosos. Pero con ello se atrajo el odio de los moros y produjo el descontento. Sin arredrarse, Cisneros empleó mano dura contra los inquietos, haciendo encarcelar a los más peligrosos. El resultado fue un terrible motín que estuvo a punto de costar la vida a Cisneros, quien tuvo que abandonar la ciudad. Tres años más tarde, en 1502, dominada ya la insurrección, obtuvo de los reyes que los mudéjares de Castilla fuesen obligados a convertirse o a emigrar.
Los últimos años de la vida de Isabel la Católica los pasó Cisneros casi siempre en la corte. Era el consejero más fiel. Al mismo tiempo, se ocupaba en sus proyectos de reforma de las costumbres, y en uno nuevo: la moderna Universidad de Alcalá de Henares, uno de sus mejores timbres de gloria. No estaba, sin embargo, en Medina del Campo cuando murió la reina. Empezaría una época de crisis en Castilla. En 1506 moriría Felipe I y Cisneros, obrando por su propia autoridad, constituyó una regencia con los nobles más fieles a la memoria de Isabel.
Cisneros aprovechó la presencia de Fernando el Católico para dar impulso a un proyecto que siempre había acariciado: la conquista del Norte de África. En 1507, el dinero de la archidiócesis de Toledo sirvió para financiar la expedición victoriosa contra Mazalquivir. Al año siguiente, el cardenal preparó directamente la conquista de Orán y del reino de Tremecén, firmando para ello las oportunas capitulaciones con Fernando el Católico. Le acompañó en la empresa Pedro Navarro, uno de los más famosos capitanes de aquel tiempo. La ciudad fue tomada después de un vigoroso asalto (1509). La campaña no siguió, porque Cisneros interceptó cartas de Fernando el Católico a Pedro Navarro, que le hicieron entrar en sospecha. En efecto, el monarca no ahorraba sinsabores a Cisneros, de quien quería obtener la permuta de la silla primada por la de Zaragoza que ocupaba su hijo natural Alfonso de Aragón.
Durante el servicio prestado al rey Fernando el Católico aprovechó para fundar la Universidad de Alcalá de Henares y para preparar una edición de la biblia políglota. En el momento de morir, Fernando, le dejó encomendada la regencia del reino a Cisneros, durante la menor edad de su nieto Carlos de Gante. El 23 de enero de 1516, Cisneros tomó posesión de su gobierno y se mantuvo en él a pesar de la oposición de los nobles e incluso del infante don Fernando, hermano de don Carlos.
El futuro rey de España y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos, desembarcó en Tazones (Asturias), el 19 de septiembre de 1517. Cisneros salió a su encuentro pese a su avanzada edad. Se había acordado verificar este encuentro en Mojados, cerca de Valladolid. Pero el anciano cardenal no llegó a conocer al monarca cuya corona había salvaguardado íntegramente, pues en el camino, murió en Roa, el 8 de noviembre de 1517.
GENERAL DON JOSÉ CARRILLO DE ALBORNOZ Y MONTIEL
DUQUE DE MONTEMAR
Don José Carrillo de Albornoz, duque de Montemar nació en Sevilla en 1671. Hijo de Francisco Carrillo de Albornoz Esquivel y Guzmán II Conde de Montemar y de Leonor de Montiel y Segura.
Participó en 1710 como mariscal de campo en la Batalla de Villaviciosa de la Guerra de Sucesión española a las órdenes del conde de Aguilar, con cuya caballería combatió en defensa de los intereses del futuro Felipe V.
Entre 1718 y 1720 intervino en las campañas de Cerdeña y Sicilia, celebradas con ocasión de la Guerra de la Cuádruple Alianza. A partir de ahí iniciaría una brillante carrera en la que estuvo al mando de los diferentes ejércitos expedicionarios del rey Felipe V.
En la expedición que se realizó para ocupar Parma en el año 1731, estaría al mando del ejército del infante don Carlos, futuro Carlos III de España.
En el año 1732 estaría al mando del ejército encargado de realizar la reconquista de Orán para el reino de España, arrebatando la plaza a los turcos. Ocuparía el cargo de gobernador de esta ciudad hasta 1733.
Ese mismo año obtendría el mando del ejército expedicionario que partió hacia Italia a combatir a los austriacos en la Guerra del Primer Pacto de Familia originada por la disputa entre Francia y el Imperio durante la guerra de Sucesión Polaca. Venciendo a los ejércitos imperiales en la Batalla de Bitonto el 25 de mayo de 1734.
En el año 1738 ocuparía el cargo político de Ministro de la Guerra para el gobierno del rey Felipe V.
En 1741 obtendría el mando del ejército expedicionario que partiría hacia Italia a combatir a los ejércitos austriacos en la Guerra de Sucesión Austriaca. No obstante, el duque de Montemar fue destituido en el año 1742, siendo sustituido por el conde de Gages.
Murió en 1747 a la edad de 76 años.
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