Si bien es cierto la obra Elogio de la locura es la más recordada de Erasmo, más cercana a la literatura que a las obras filosóficas o teológicas propias de su estilo, no debemos olvidar su prolija actividad de escritor. En 1494 publica Antibárbaros donde ya pone de manifiesto la idea de que cristianismo y cultura clásica no tienen que ser necesariamente incompatibles. En 1500, encontrándose en París publica sus Adagios, una obra que tendrá eco en toda Europa. Años después, en 1504, en su Enquiridión proponía una reforma de la Iglesia. En 1518 publica Coloquios familiares posiblemente la obra que más fama dio al autor en su tiempo al introducir en clave de humor reflexiones sobre los acontecimientos de su época. Se enfrentó teológicamente a Lutero en Disquisición sobre el libre albedrío (1524) e Hyperaspistes (1526) y en la lucha entre el Papa y Enrique VIII por el control de la iglesia en Inglaterra deja a un lado su neutralidad para manifestar su desencanto ante el devenir que toma la historia y la Iglesia en su obra de 1527 Ciceroniano. En la década de los treinta del siglo XV está preocupado por el destino de la Iglesia, eso se refleja en sus obras de 1534 Sobre la buena concordia de la Iglesia y de 1536 Sobre la pureza de la Iglesia cristiana.
Erasmo ejerciendo de acérrimo latinista publicará también traducciones al latín de Luciano y Eurípides así como puesta en valor de Plutarco y Séneca. En 1516 publica la traducción en latín del Nuevo Testamento con texto griego anotado, que se distinguirá de la Vulgata por el estilo del latín empleado, la última en un latín corriente y la de Erasmo en un latín de ascendencia ciceroniana.