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Institución del Príncipe Cristiano

Pero la obra que más nos interesa para el contenido de este blog es la que publica Erasmo en 1516 con el título de Institución del príncipe cristiano. En ella recogerá el pensamiento político de Erasmo en relación a cómo debe ejercer el poder político un gobernante de su época, una temática que también preocupa a Tomas Moro y Maquiavelo que en el mismo año, annus mirabilis, han publicado Utopía y El príncipe respectivamente.

El destinatario de esta obra es el futuro Emperador Carlos V a la sazón Conde de Flandes y duque de Brabante y que ya está ejerciendo el gobierno de los Países Bajos. En su corte de intelectuales Erasmo está acogido como miembro del consejo con un estipendio asignado. Teniendo en cuenta que Carlos V es el nieto mayor y heredero del emperador Maximiliano, así como de los Reyes Católicos, Erasmo decide escribirle esta obra como gesto de agradecimiento y se la entrega en 1516. Algunos autores sostienen que posiblemente Carlos V nunca llegó a leer esta obra, aunque otros perciben cierto eco de la doctrina erasmina en el documento de Augsburgo del 19 de enero de 1548 en el que Carlos recomienda a su hijo Felipe no entrar en guerra salvo que esta sea inevitables y esté justificada.

Hemos de entender “institución” (de institutio) como educación o formación. El objetivo principal de Erasmo es pues aconsejar al gobernante cuales son las cualidades de un buen gobernante y evitar que este derive en un tirano o mal gobernante. Esto le permitirá desarrollar sus ideas sobre la sociedad política, la naturaleza del poder de los reyes y de cómo se ejerce el poder. Sus reflexiones al respecto beben tanto de las fuentes clásicas, de la filosofía y pensamiento histórico de Grecia y Roma, como de las Sagradas Escrituras y de la filosofía cristiana.

Aunque en un principio Erasmo es partidario de los gobiernos electivos, manifiesta que la ausencia de elección en el nombramiento de un monarca por herencia debería suplirse con una educación del príncipe heredero para ejercer el gobierno ya que de su recta formación dependerá el destino del pueblo al cual gobierne. Ello lleva también a tener especial cuidado en la elección del preceptor del príncipe que debe ser una persona ecuánime, sabia, con experiencia con capacidad para saber ganarse la confianza del Príncipe bien con severidad bien con amabilidad y capaz de alejarlo de las opiniones del vulgo.

Son cinco las principales virtudes que han de acompañar al poder supremo de un príncipe de espíritu cristiano: la sabiduría, la justicia, la moderación en el ánimo, la previsión y el afán por servir al interés público. Además el gobernante debe saber sacrificarse por el bien del pueblo y ser un noble de virtud y rectas acciones, un noble también en conocimientos y saberes, y no sólo noble por linaje o riquezas.

El monarca debe recordar en todo momento que debe comportarse acorde a los preceptos del cristianismo, que el verdadero imperio cristiano es aquel que hace buena gestión del poder, por ende los atributos de su condición no son propiedad del rey sino una potestad que tiene para que los administre en beneficio del pueblo. No es pues ni señor ni dueño de un pueblo ni debe disponer de las cosas a su antojo sino para el bien del pueblo. El consenso de los súbditos reforzará la autoridad del príncipe o gobernante, en caso contrario un poder sin bondad lo llevará a la tiranía y un ejercicio del poder sin sabiduría, sin conocimiento, está abocado a la ruina.

Los principales objetivos de un buen monarca de cara al beneficio de su pueblo pasan por ordenar el presente y prever el futuro de su pueblo, pero para ello se hace menester también tener memoria del pasado.

Erasmo manifiesta su escepticismo de las alianzas en un contexto de reinos europeos cristianos. Para él no hay mayor vínculo que la cristiandad, por ende es suficiente el acuerdo o las promesas que unos u otros príncipes se hagan sin necesidad que estos deban refrendarse mediante tratados. Por ello aboga por la unión o buena vecindad de naciones semejantes culturalmente. Y no ve con buenos ojos los pactos con naciones de distinta tradición cultural o muy alejadas geográficamente.

Erasmo se define como pacifista y considera que la guerra es dulce para todos aquellos que no la han probado. Por ello no es partidario de que dos soberanos tengan rupturas en sus relaciones de estado pues esto afectaría a sus súbditos. Antes de tomar decisiones tan drásticas debieran pensar bien las cosas detenidamente y no precipitarse en ánimos y acciones belicosas. Para él no hay ni guerras justas ni causas justas y ni siquiera la propagación de la fe las justificaría. La fe religiosa se propaga por otras vías como el sufrimiento de los mártires.

En su obra, Erasmo da también ciertos consejos prácticos a los monarcas, respecto a su matrimonio considera que este debe hacerse dentro de los límites del reino o sino con familias de los estados más próximos. Y aconseja también al príncipe la lectura de libros sapienciales de la Biblia y los Evangelios así como la lectura de autores clásicos como Plutarco, Cicerón o Séneca.

Es pues Institución del príncipe cristiano, una especie de guía pedagógica para la educación de los futuros reyes, la obra que mejor refleja el pensamiento político de Erasmo.