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“La Nobleza” II (La virtud.)

Para llegar a una definición de nobleza la literatura doctrinal de la época dio vueltas y más vueltas a una serie de conceptos sin llegar realmente a ninguna conclusión clara. Virtud y honra, herencia y sangre, el lema romano nobilitas est virtus fue base de multitud de reflexiones.

Pero, ¿De qué hablaban exactamente al hablar de virtud?

Al hablar de virtud parecían apuntar siempre hacia el esfuerzo personal, los hechos heroicos, la generosidad, el comportamiento singular. En un sentido Aristotélico-Tomista sería “la disposición de lo perfecto para lo muy bueno”, es decir, la capacidad que perfecciona los actos de quien la posee. Siendo esto así, la conducta es el exponente y método para juzgar quién posee o no virtud,  es pues el nudo entre la relación de la virtud misma y la nobleza.

Discusión aparte es si la acreditada virtud de los antepasados es suficiente para mantener la nobleza de los descendientes, o si dichos descendientes debieran mostrar así mismo una conducta virtuosa. Lo común es que se señalara como correcto lo segundo ya que como decía Diego García de Palacio en sus “diálogos militares de la formación e información de personas, instrumentos y cosas necesarias para el buen uso de la guerra” “ la nobleza de sangre adornada con virtud es la más excelente y de estimar que ninguna de las solas, y así con más justo título se podrá llamar noble al que entre ambas noblezas abarcase, que el que con la sola la nobleza de sus progenitores se contenta, ni que el que teniendo la sola exquisita propia virtud, carece de la otra.”

Pero, ¿era la virtud del noble distinta de la del resto de cristianos?

“Alegoría de la Virtud” Antonio allegri da Correggio.

Hubo multitud de respuestas. En general se esperaba que la virtud del noble fuera una conjunción de las virtudes cristianas y  caballerescas: bondad, lealtad, magnanimidad, magnificencia, fortaleza, justicia, sabiduría, osadía, coraje…. Cualidades, que si se observa,  se pueden considerar generalizables,  y no privativos de la nobleza.

Resulta pues, que el binomio nobleza-virtud no explica el porqué de los privilegios exclusivos de la nobleza, ya que las características propias de la virtud, podían darse también entre aquellos que no pertenecieran al estamento privilegiado.

Aquellos que criticaban a los nobles de cuna que disfrutaban de sus honores sin cultivar la virtud, no abandonaban la virtud como parte central del concepto de nobleza, más al contrario la reforzaban al distinguir entre el comportamiento individual y los valores generalizados, principio a partir del cual surge la teoría del doble nacimiento, resumida por palabras de Juan Huarte de San Juan de la forma siguiente  “…tienen los hombres dos géneros de nacimiento: el uno es natural, en el cual todos son iguales; y el otro, espiritual. Cuando el hombre hace algún hecho heroico o alguna extraña virtud y hazaña, entonces nace de nuevo, y cobra mejores padres, y pierde el ser que antes tenía: ayer se llamaba hijo de Pedro y nieto de Sancho; ahora se llama hijo de sus obras […] Y porque las buenas y virtuosas llama la divina Escritura algo, y a los vicios y pecados nada, compuso este nombre, hijosdalgo; que quería decir ahora: << Descendientes del que hizo alguna extraña virtud por donde mereció ser premiado del rey o de la república, él y todos sus descendientes para siempre jamás >> […] hay infinitos hijosdalgo pobres, e infinitos ricos que no son hijosdalgo.“


Otra idea frecuente era vincular la nobleza con la virtud, y a través de esta con la honra, basándose para ello  en la tradición latina, como demuestra el siguiente extracto de la obra de Pedro Rivadeneyra “Tratado de la religión y las virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados. Contra lo que Nicolás Maquiavelo y los político de este tiempo enseñan”(click para descarga)

“Y dedicaron un templo a la honra y otro a la virtud, que estaba por medio dividido con una pared, para que se viese que no era lo mismo […] sino que la virtud era la causa y la honra el efecto […], no tenía el templo de la honra puerta por sí, sino que se entraba a él por el templo de la virtud; porque la puerta para la honra es la virtud, y sin ella no puede haber honra verdadera, maciza y durable, y el que  priva la virtud de la honra, ése priva los hombres de la virtud, como decía Catón el censor.”

Pero a pesar de  estas bonitas ideas, la realidad es que no era común que los meritos personales franqueasen el acceso a la nobleza.

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“La Nobleza” I, (Alegoría)

En la portada de “Discursos de la nobleza de España” (clikc para descarga) publicado por Moreno Vargas en 1622 encontramos una alegoría de lo que consideraba nobleza, de la verdadera nobleza o nobleza perfecta, siendo el mismo el que explicará esta alegoría en el prologo de su misma obra.

“Antonio Geta, hijo del Emperador Severo, puso en el reverso de sus monedas la imagen de la nobleza, en hábito de mujer principal, con cetro en la mano derecha, para denotar que su poderío es real. Y en siniestra, las figuras de Pallas y Minerva, dando a entender que o las letras o las armas han de tener posada en casa del que fuera noble. Esa representación  o imagen de nobleza sería el argumento de este libro, y en lugar de Pallas y Minerva se pondrá un libro y un morrión, dando a entender que por las letras o las armas se adquiere.

Y para que se entienda que la nobleza nuestra y de los antiguos es toda una, se le pondrá la luna en los zapatos, pues de ordinario crece y mengua como este planeta. El vestido sea muy rico, sembrado de cigarras de oro, por lo mucho que la conservan las riquezas, y colgado al pecho la bula, o corazón, porque no basta ser un noble de nacimiento si no es hombre de valor alentado y ánimo generoso. Y para declaración de esta pintura se pondrá esta letra, que por ser para todos va en romance:

Las letras y las armas dan nobleza, conservarla el valor y la riqueza.

Y si se hubiera de poner en carro triunfal, el Canónigo Carrasco dice ha de ser de oro y cedro, lleno de blasones de armas, llevado por dos elefantes, y por cochero la Fama. Y los versos que de la nobleza escribió son tan excelentes y a propósito de estos discursos, que me ha parecido ponerlos en su frontispicio y en remate de esta introducción, los cuales dicen así:

Es la Nobleza herencia generosa,

Que su principio y fuente

Fue algún heroico memorable hecho

Privilegio y mejora venturosa,

Dada por accidente.

Aunque después sucede por derecho,

Porque a todos ha hecho

Naturaleza iguales; más la suerte,

El brío, el brazo fuerte,

Letras, virtud y la real potencia

Hacen esta excepción y diferencia.

Lo poco  que merece manifiesta

Quien busca en los pasados

El valor que le falta o valentía,

Y es como el que se adorna en una fiesta

De vestidos prestados,

Y al fin los vuelve y queda cual solía.

Quién tiene hidalguía

Muéstrelo en obras, y el que no la tiene

Obre como conviene,

Pues arguye más ánimo y grandeza

Dar principio que fin a la nobleza.”


Como ya dijimos el noble bajo los Austrias tiene una relación ambigua con las letras, pero cual caballero medieval y como herencia de los mismos, el ideal de noble debe ser poeta y guerrero. Del noble, por su elevada posición se espera a su vez dirección y ejemplo, el privilegio de su sangre les supone también una mayor responsabilidad.

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Desigualdad y Orden Social. IV (“Fisonomía de la virtud y del vicio al natural, sin colores ni artificios”)

Como el ejercicio del poder tiende a corromper a aquellos que lo ejercen, desde la moral cristiana se empezaron a oír voces que recordaba a los privilegiados, que el disfrute de estas posiciones de de los beneficios aparejados a sus rangos, venían acompañados de una serie de responsabilidades.

Como se ha visto en los Post anteriores de esta serie, se justificaba la división estamental tanto desde puntos de vista teológicos como metafísicos, pero en todos ellos se asume que el privilegiado, tiene unos derechos pero también unas obligaciones.

En palabras de Juan de Avila “El señor de vasallos, lugarteniente de Dios, el cual ordena que haya en la tierra buenos que rijan y manden, y otros que obedezcan. […] Pues mire el hombre que es oficio de Dios para con el hombre, y sabrá ser el Señor para con sus hombres”

El poder que se le ha concedido es el mismo que le convierte en ejemplo, ya que los ojos de los demás están en él, en la conducta del privilegiado.”No cumple la nobleza con sólo un común bien obrar; fuerza es que obre más que todos quien nació con obligaciones mayores que todos.” Francisco Grau en”el sabio instruido por la naturaleza”. Se recuerda al noble que ha nacido con más obligaciones y es su nacimiento privilegiado el que le hace deudor de su mismo linaje así como del resto de estamentos.

Así retomando las metáforas organicistas del medievo, en el barroco se extraerán las consecuencias últimas de la asimilación del cuerpo humano con el cuerpo social, en palabras de Diego Felipe de Albornoz, en su “Cartilla Político y Cristiana” , “Pero aunque es gloria y dicha de España haberse aclarado su nobleza tanto que no haya hoy ninguno indigno de sus insignias que antes gozaban tan pocos, so sé que sea conveniencia para la Monarquía componerse toda de nobles, que aunque son los ojos de lo república y en este cuerpo sería imperfección ser ciego, también sería deformidad ser todo ojos, faltándole pies y manos, que son los estados inferiores donde ha de cargar el peso. Ni se hace creíble que en un reino nazcan todos iguales…”


Esa imagen evocada de deformidades físicas y monstruosidades, es muy propia del barroco, del gusto que se desarrolla por lo feo, lo extraño, y se relaciona con otras ideas tan barrocas y propias de la época como la desconfianza hacia los mismos sentidos, que nos engañan, así como la realidad demoledora de que el conocimiento de  la verdadera naturaleza del hombre le está vedada. Estas ideas se aplicaron como era de esperar a las explicaciones de la sociedad, por que además como hemos visto arriba, por palabras de Diego Felipe de Albornoz, aportan imágenes muy aptas para explicar las ideas que quieren trasmitir.

Recelando de la relación entre la apariencia del hombre y su verdadera naturaleza la injusticia resultante de la diferencia entre los valores teóricos y las prácticas reales cobra sentido. Sumando a esta idea el pesimismo sobre la naturaleza humana que ya hemos visto anteriormente, se amplía pues con la idea de la desconfianza en el hombre, encontrando esta gran aceptación entre la nobleza de la segunda mitad de s. XVII.

Fisonomía de la virtud y del vicio al natural, sin colores ni artificios”(clikc para descarga) del jesuita Antonio Castro, por ejemplo, encontró gran aceptación en los círculos cortesanos, posiblemente porque le permitía refugiarse en un confortable pesimismo a cerca de la materia humana, impura, confusa, “que puede ser monstruo de contrarios semblantes mirando diferentes aspectos” *

Finalmente lo que había ocurrido es que se había consolidado un sistema de defensa de los valores tradicionales, de la diferenciación de estamentos, que se desplegaba es sus más extenso registro, a pesar de que la nobleza estaba desempeñando en la dirección de la sociedad y en los asuntos políticos un papel pésimo.

*Idea que actualmente nos es muy cercana, y a ninguno extraña, ya que nos encontramos  embarcados en una época con concepciones también muy negativas del ser humano. Tal vez, sería tema de estudio las similitudes que pueden encontrarse entre el momento actual y las ideas del barroco.

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Desigualdad y Orden Social. III (El choque con la realidad)


Pero los argumentos que hemos visto hasta el momento en las dos entradas anteriores y que intentaban apuntalar un consenso social basado en el  estatismo de los grupos chocaba de frente con una realidad en tensión y llena de contradicciones.

Ya que si bien se asiste a la difusión de modos antes exclusivamente nobiliarios, formas específicas de tratamientos, tales como Don, como podemos extraer de algunos textos de Diego Felipe de Albornoz “Que el prenombre Don acompañe a la nobleza, justo es, pero que constituya en esa preeminencia por su arbitrio cualquier oficial y hombre común, cuando en tiempo de los godos duda don Diego de Saavedra si lo usaran los reyes, es usurpar al que lo merece, y confundir  con público Daño la diferencia que hay entre buenos y malos […] es de admirar que todos los hombres comunes de hoy son dones.”; y aunque las formas de acceso a la nobleza, por ejemplo en el Reino de Castilla, en teoría no pasaban sólo por la merced real, sino también  por tribunales de justicia y municipalidades, la práctica demostraba que el linaje, el nacimiento dictaban la posición del individuo, y que el mérito personal , en comparación a penas tenía peso.

En la práctica, función, linaje y riqueza rompían su equilibrio en beneficio del linaje. Como dice Benito de Peñasola  “en España […] la hazaña que hizo fulano antiguamente siendo plebeyo, le dejo a él y a sus descendiente honrados y aun ilustrísimos, como hoy los conocemos y podríamos señalar. Y que la misma hazaña u otras de mayores quilates que hoy haga un plebeyo no honren al mismo que la obró. Y que para ser noble sea mejor que un bisabuelo haya sido bueno y virtuoso, o valeroso, que no que yo lo sea…”

Esta realidad frustró muchas aspiraciones y obligó a muchos a buscar nuevos espacios donde promoverse. América se convirtió en destino de aquellos que se encontraban asfixiados por las limitaciones de la sociedad peninsular. La sociedad Indiana, en plena construcción, parecía ofrecer las oportunidades de medrar por los propios medios que en la península se negaban.

PD:¡¡¡Felices Fiestas!!!

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Desigualdad y Orden Social. II (La imperfección de la naturaleza humana)


Tras el concilio Tridentino se impuso la idea de colocar la causa de la insatisfacción de los individuos en la imperfección de la naturaleza humana; la codicia y la ambición eran las causas del desgarro social, el dinero en particular, considerado un peligroso corruptor de la armonía social centraba buena parte de las críticas.

Aun así las voces que denunciaban el estado decadente de la sociedad no pretendían, ni mucho menos acabar con la desigualdad reinante, sino simplemente purificar el sistema de factores externos que habían modificado los papeles sabiamente otorgados por la Providencia.

La metafísica adjudicaba también, la insatisfacción del individuo con el estado que le correspondía, a la codicia inherente a la naturaleza humana.

Así, respaldada por la ley divina y por los principios filosóficos, la armonía social dependía de que todos conservasen el estado que les había correspondido.

En el Fondo subyace una concepción pesimista de la naturaleza humana y su capacidad de vivir en sociedad. Bernardino de Escalante asemeja al hombre y la bestia y asegura que al igual que pasa con los segundos, entre los hombres, a los valerosos les tocó gobernar a lo inferiores, convirtiéndose de esta manera en reyes y nobles “ Por providencia divina fue ordenado para refrenar y castigar los pecados y maldades de los hombres y conservarlos en justicia y concordia dando principio a ello en que lo es de todas las cosas, cuando desterró del Paraíso de la tierra a Adán y Eva por no haber guardado su mandamiento comiendo del árbol vedado, obligándoles a que  con el trabajo de sus manos granjeasen y sustentasen la vida. Y con el mismo rigor reprehendió a Caín la muerte de Abel y le castigó, y a Lamech por el homicidio, y a todos los demás hombres y criaturas que había en el mundo, anegó con el diluvio general por sus maldades,  y abominaciones, reservando a Noé, que era justo, y a los otros que en su navío escaparon, ordenando de ahí en adelante, porque la comunidad engendra discordia, que los hombres más valerosos gobernasen a los inferiores, concediéndoles la administración y señorío de las cosas del mundo. Pues para ello le había criado. Y lo mismo ordenó por la ley de naturaleza a los animales irracionales que se guían y gobiernan por otros de su mismo género”.

Otra visión igualmente pesimista basaba las diferencias sociales en la aparición de la violencia; así según Marcos de Isaba, y denotando algo más que ligeras inspiraciones clásicas, tras la Edad Dorada, la ambición de algunos provocó la guerra y la necesidad de que los “buenos“eligieran entre los más “suficientes y dispuestos para la defensa de la patria, haciéndolos libres de algunos trabajos y cosas”

Finalmente hacia finales del siglo XVI  cerrando un siglo de escritos en torno al tema y realizando una vuelta de tuerca sobre los argumentos clásicos, pero sin salirse de la tónica dominante, encontramos a  Marco Antonio Camos y su Microcosmia. No consideraba natural el derecho de algunos a ejercer el señorío sobre otros “No se les dio [a los hombres] potestad […] sobre las criaturas racionales, hombres como ellos” , el sometimiento de unos a otros era, según él, el resultado del derecho de los hombres, no del derecho divino. Muy al contrario Dios repugnaba al desigualdad por ser el reflejo de la miseria humana, más la toleraba para “refrenar la malicia de los hombres y para conservar a cada uno en su justicia”


Desde el punto de vista político, el Jesuita Pedro de Rivadeneyra, fundamental en el monarquismo contrarreformista, explica la existencia de diferencia entre los hombres como una cuestión de practicidad, relacionada con la adjudicación de honores y mercedes. El Rey es el responsable de mantener la armonía social y generar eficacia política mediante la preservación del orden estamental, entre otras cosas, mediante el reparto congruente de honores a los nobles, codificado por la significación de sus antepasados (su importancia de sangre) y por sus méritos propios.

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“Desigualdad y Orden Social I” (Literatura de los Estados)

Durante el Medievo se desarrolló en Europa una “literatura de los estados”  explicaciones de base  teológica, política y social  que explicaban y legitimaban la desigualdad social.

La célebre repartición estamental: Belatores, Oratores y Laboratores; resultaba una explicación tripartita, semejante a la Trinidad y reflejo de la perfección del Reino de los Cielos, imbuyéndose de un carácter sagrado, de un orden divino e inmutable, que explicaba y era responsable del puesto que cada uno debía desempeñar en una sociedad armónica.  De esta se derivaba así mismo un orden moral que adjudicaba derechos y deberes, recompensas y penas.

A medida que nos acercamos a la época moderna se multiplican los argumentos laicos, que recuperaban a los autores grecolatinos, y defendían también  la desigualdad social.

La aparición de la imprenta no haría más que contribuir a la proliferación de textos e iconografía, así como mejorar la difusión de estas ideas, que siendo coherentes al contexto social del momento, incluían teorías, o articulaciones cuadripartitas: Clérigo, noble, campesino y abogado-mercader- habitante de las ciudades, incluyendo así a los grupos emergentes.

Si bien la Edad Moderna se caracteriza por una serie de trasformaciones sociales que impugnan la teoría de una sociedad estamental dividida en tres o cuatro estamentos impermeables, la idea de la inmovilidad social  perdurará en el tiempo.

Aun así se encuentran dificultades en explicar coherentemente un sistema social con profundas diferencias, que a su vez se ve agitado por las tensiones sociales derivadas de estas mismas diferencias,  y que ponía en algo más que en duda la libertad del individuo.

El humanismo español afronto este problema mediante una concepción positiva de la dignidad humana, ya que tal como dijera Fernán Pérez de Oliva en su Dialogo, la dignidad humana podía superar las barreras de la propia naturaleza. Los hombres viven en sociedad porque es la mejor manera de potenciar sus cualidades y alcanzar aquello que les está destinado. Ya que los hombres son tan diversos y Dios les permite conducirse según sus inclinaciones, los diferentes estados no son sino reflejo de la “libertad del Alma”, no hay pues queja frente a “lo que Dios nos concedió como a hijos regalados”.

La llegada de la contrarreforma impidió que se desarrollaran posibles propuestas de organización social alternativas, y aquellas pocas que se lanzaron, se hicieron con ánimo utópico, y en ningún caso con aspiraciones revolucionarias. Será característico de la segunda mitad del s. XVI que fueran los moralistas quienes trataran de explicar la sociedad, de nuevo, como reflejo de la voluntad divina.