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Velázquez: Vida y Obra

Diego de Silva Velázquez (1599-1660) nace en Sevilla, en una época en la que la ciudad andaluza, centro de comunicaciones con las Indias, era la ciudad más importante de España. A los 11 años ingresa en el taller de Francisco Pacheco, del que aprende el arte de la pintura. Pronto romperá con el rígido estilo de su maestro para iniciar un arte más vivo. Las obras de su etapa sevillana muestran cierta influencia del tenebrismo. Algunas de las mejor conocidas son La adoración de los Magos, El aguador de Sevilla o la Vieja friendo huevos.

Con el apoyo de Pacheco, el aval de sus obras y credenciales de notables locales consigue trasladarse a la Corte, ser nombrado en 1623 pintor de cámara regio y gozar del favor del conde duque de Olivares y de la amistad de Felipe IV. Durante esta época se ocupa en retratos y temas mitológicos, animado a estos últimos por la visita de Rubens en 1628. Por consejo de este, según parece, visita Italia, estancia que le lleva a abandonar el tenebrismo y transformar su estilo. Algunas obras del periodo son La fragua de Vulcano, La túnica de don José y Los borrachos.

Al regreso de Italia se afianza como el gran retratista de la Corte: célebres pinturas como El príncipe Baltasar-Carlos, El conde duque de Olivares y una larga serie dedicada a Felipe IV. También retrata tipos tan curiosos y variados como la serie de los bufones: El niño de Vallecas, El Primo, etc. Por último, algunos temas mitológicos llegan a alcanzar gran renombre: Esopo y Menipo, y, sobre todo, Las lanzas o La rendición de Breda.

Velázquez realiza un segundo viaje a Italia en 1649 con el encargo de hacer acopio de cuadros para las galerías reales españolas. Durante esa estancia pinta el retrato del Papa Inocencio X, y el de su criado Juan de Pareja. Destaca también Paisajes de villa Médicis, obra que anticipa en más de doscientos años la técnica impresionista, capaz de captar las vibraciones de la luz somediante pequeños toques de color.

Cuando regresa a la Corte en 1651 pinta sus obras más importantes, que alcanzan calidades insuperables: La Venus del espejo, Las Meninas y Las Hilanderas.