LA INDUSTRIA
La actividad industrial atravesó a comienzos del período moderno por una fase de desarrollo, paralelo al crecimiento de los sectores agrícola y mercantil. La evolución de la industria se benefició de un conjunto de estímulos derivados, en gran parte, de las condiciones generales de la coyuntura. Pero, a su vez, se vio lastrada por dificultades de orden estructural y por inercias del pasado.
Entre estas dificultades una de las principales consistía en la elasticidad de la demanda de productos manufacturados. Por término medio, la población contaba con escasos recursos y podía destinar sólo una pequeña parte de sus ingresos a gastos no estrictamente alimentarios. En los períodos de dificultades, que eran frecuentes, éstos consumían la totalidad del presupuesto familiar de muy amplias capas de la sociedad, que se veían así imposibilitadas para adquirir productos industriales. La pobreza de la población rural, por lo demás, obligaba a muchos campesinos a procurarse mediante su propio trabajo manual el vestido, el menaje doméstico y otros bienes necesarios para la vida, toscamente elaborados en el ámbito familiar. Se restaban así aún más posibilidades a la expansión de las actividades industriales.
Con estas premisas, no resulta extraño que la industria se desenvolviera básicamente en el ámbito urbano, ligada muchas veces a la demanda de productos lujosos generada por las clases altas de la sociedad, y que, por el contrario, no hubiera lugar para una auténtica producción de masas. Relacionado con ello estaría la persistencia en la organización de las actividades industriales de una estructura gremial, basada en el trabajo artesanal y en el privilegio corporativo, heredada del período medieval. Ello no obstante, en los primeros tiempos modernos comenzaron a evolucionar formas nuevas de producción industrial que superaban los estrechos marcos de las corporaciones gremiales y que apuntaban ya al nacimiento de una verdadera industria capitalista.
Finalmente, una importante rémora para el desarrollo industrial consistió en los endémicos problemas de distribución que generaba la insuficiencia e inadecuación de los sistemas de transporte terrestre, que encarecían los productos en los mercados finales e impedían en gran medida la articulación de redes de distribución que superasen los estrictos marcos locales.
Pero, junto a este conjunto de dificultades, en la definición del modelo de evolución de la industria del siglo XVI operaron una serie de importantes estímulos. En primer lugar, es necesario tener en cuenta las condiciones generales de la coyuntura. A pesar de las circunstancias anteriormente descritas, la demanda creció en este siglo a impulsos del crecimiento poblacional y de la evolución positiva de la economía. El incremento de las tasas de urbanización, que constituye otra de las características definitorias del período, potenció también las posibilidades de desarrollo del sector manufacturero, así como la expansión comercial y el amplio desarrollo de las técnicas mercantiles y financieras. Otro importante factor, que aparece como novedad absoluta, fue la subordinación política y económica de grandes espacios extraeuropeos, que representó la creación de nuevos mercados para los productos industriales del Continente. En este sentido, el Nuevo Mundo americano proporcionó salida a una parte de la producción (especialmente textil) no sólo española, sino también de otros países occidentales que lograron infiltrarse en el monopolio comercial castellano de las Indias.
Las consecuencias económicas de la colonización de América no se limitaron, sin embargo, a la dotación de nuevos mercados para las manufacturas europeas. Las remesas de metales preciosos que como contravalor de éstas y en forma de beneficios fiscales para la Corona castellana llegaron del Nuevo Mundo potenciaron la circulación monetaria y el dinamismo del mercado, creando nuevas condiciones para el desarrollo de la industria. Ya desde antes de la llegada de los españoles a América, el desarrollo de la economía monetaria había potenciado también la minería de la plata en diversos lugares de Europa. La intensificación y diversificación de los circuitos de circulación monetaria generaron también una tendencia inflacionista que operó como estímulo para las inversiones en actividades productivas en aquellos países donde dicha tendencia se mantuvo en límites moderados.
Por lo demás, es necesario también tener presente el papel jugado por el Estado. Éste, en primer lugar, actuó como consumidor. La demanda estatal estimuló ciertos sectores industriales, especialmente aquellos relacionados con la industria de guerra, como la fabricación de armas o la construcción naval. Por otra parte, el proteccionismo estatal que formaba parte de los dictados de la política económica actuó a veces como sostén directo o indirecto de la industria. Finalmente, el marco de relativa estabilidad y uniformidad territorial introducido por el Estado frente a la antigua anarquía feudal representó una condición política para el desarrollo económico en general, en el que se incluye el desarrollo industrial. No hay que olvidar tampoco, el papel de la Monarquía y de otras instituciones y grupos sociales privilegiados, como la Iglesia y la nobleza como promotores de la erección de grandes edificios, que determinó el impulso de un sector importante como el de la construcción y sus derivados.
INDUSTRIA TEXTIL:
Con el aumento de la población y de los mercados por el descubrimiento de América, los bienes de consumo españoles no tenían problema de localizarse en distintos mercados con independencia de la calidad y del precio. La demanda era tan grande que cualquier cosa tenía mercado así en muchos pueblos empezó a crecer la fabricación de tejidos alrededor de Toledo, Segovia, Cuenca y en La Mancha habían miles de telares que daban trabajo.
La producción era tanto rural como urbana y la rural estaba destinada al autoconsumo, el aumento de esta industria textil se da en cuanto Isabel muere y Fernando empieza a dictar leyes para proteger a la industria, en unos cuantos años la cantidad de producción y de telares aumenta de forma exagerada pero España no supo aprovechar ese potencial que tenía ya que teníamos el monopolio con las indias y hacer que nuestra industria fuera más competitiva.
Los límites de esta industria textil se encontraban en la inquisición que expulsa a los moros y que elimina capital humano cualificado del país, otro es la fuerte reglamentación que sufre tanto el proceso de producción como el de comercialización, otro es la existencia de los gremios que limitaban la producción e impedía la mejora, no fomentaban las mejoras del capital humano e impedían la competencia.
Había varias áreas que condensaban el mayor número de talleres y artesanos. El norte de Italia, en primer lugar, constituía una zona de amplia implantación tanto de la producción de paños de lana como de la de tejidos de seda. Las oligarquías nobiliarias urbanas de ciudades como Florencia o Milán fundamentaron su poder económico en la producción y comercialización de textiles. A estos centros se añadieron otros, como Bérgamo, Brescia, Pavía o Como. En conjunto, el peso de la fabricación de paños y telas en la composición de la población activa industrial norteitaliana fue abrumador. En Florencia, por ejemplo, el Arte de la lana “ocupa” una treintena de miles de personas de la ciudad y las afueras. Compra la lana bruta que viene de Puglia, Castilla, Borgoña o Champagne, y la hace lavar, cardar, y peinar en los lavaderos y talleres del Arte con utensilios fabricados en Lombardia. Los Médicis, por ejemplo, cuya expansión se ha observado en la segunda mitad del silo XV, tienen sus propios talleres, donde sus obreros trabajan sometidos a una severa disciplina, vigilados por los encargados y según horarios regulados por el sonido de la campana” (B. Bennassar). La ciudad del Arno disponía a principios del siglo XVI de capacidad suficiente para producir más de 2.000 piezas de paño anuales, el equivalente a unos 80.000 metros de tejido.
En el sur de Italia, Nápoles constituía también un centro importante de producción e hilado de seda, junto a Catanzaro. Sin embargo, la fabricación de tejidos se efectuaba en las ciudades del Norte (Florencia, Venecia, Génova, Milán), a cuyos talleres la seda napolitana o calabresa era remitida para su confección definitiva. La industria textil italiana atravesó por momentos de dificultades a raíz de las guerras de Italia, aunque más tarde se recobró en parte.
Otro gran centro de producción pañera fue Flandes. Aquí, la materia prima utilizada era, principalmente, la lana de oveja merina procedente de Castilla, excelente para la fabricación de telas ligeras. La unión de ambos países bajo la Monarquía de Carlos V favoreció aún más las posibilidades de un comercio regular de exportación e importación de lana. Junto a la pañería, en Flandes floreció también una industrial textil artística de primera calidad como la tapicería. Los bellos tapices flamencos con representaciones de escenas bíblicas, mitológicas o históricas adornaron ricamente las paredes de los grandes palacios de la época.
En tercer lugar, Inglaterra fue también un foco de potente desarrollo textil, fundado en la industria pañera. Durante el siglo XVI esta industria, ya floreciente en el siglo XV en el este del país (Norfolk, Essex, Kent), se extendió hacia el oeste (Gloucester, Somerset). La demanda de materia prima para la pañería inglesa potenció la cría de la oveja hasta el punto de provocar serías transformaciones en las estructuras de la producción agropecuaria. De forma un tanto más tardía se empleó también lana española. La industria textil inglesa se benefició de la emigración de multitud de tejedores flamencos protestantes refugiados tras la revuelta de los Países Bajos.
Inglaterra recibió una mano de obra cualificada que resultó de gran utilidad para el desarrollo de su pañería. La situación de Inglaterra en el mercado internacional de textiles mejoró también como consecuencia de los problemas derivados de la guerra en los Países Bajos y de la decadencia de la industria italiana.
En España se localiza otro foco secundario de producción textil. Las ciudades castellanas como Segovia, Cuenca, Palencia y Ávila desarrollaron una industria de paños de lana, aunque ésta atravesó por grandes dificultades derivadas de la orientación exportadora de la producción de materia prima lanera y de su falta de competitividad frente a las confecciones extranjeras.
La industria de la seda, de tradición morisca, se desarrolló en Granada (principal zona productora de materia prima), Toledo, Valencia y Sevilla.
El monopolio local de las corporaciones de artesanos representaba un control estrecho de la industria urbana, al servicio de una producción de calidad que excluía la presencia de una verdadera empresa capitalista. Sin embargo, se ha podido comprobar que en el norte de Italia la producción textil se organizó en ocasiones de forma distinta, en grandes talleres que concentraban a un buen número de obreros bajo el control de poderosos empresarios.
A finales del XVI la industria textil empieza a dar señales de depresión, no hay mano de obra cualificada no existe capital para invertir y los precios españoles son más elevados que los europeos y por lo tanto nuestras exportaciones no son competitivas y los productos extranjeros llegan a España y limitan nuestro mercado exterior.
En esta época se da una política económica poco adecuada para el desarrollo y que en muchas ocasiones las leyes eran contradictorias, había veces que se estimulaba la exportación y había otras veces que se estimulaba la importación cuando se estimulaba la exportación hacía que la industria nacional suba pero cuando era la importación esta industria nacional disminuía debido a los precios más bajos de los productos extranjeros. Dentro de estas políticas se da la existencia de excesivos impuestos que gravan la producción.
Otro fue la promulgación de leyes contra el lujo, se prohíbe en España fabricar productos de lujo pero el consumo era común y era una forma de distinguirse socialmente y tenían que ser importados.
Otro de los factores fue la propia mentalidad de los españoles que no se comportan como unos auténticos burgueses, no tienen espíritu empresarial, la mayoría de los burgueses cuando conseguían un poco dinero lo que hacían era comprarse un título nobiliario porque los nobles no trabajaban.
Solo a finales del XVII la corona se da cuenta de la situación tan catastrófica en la que está la industria y se empiezan a tomar medidas para mejorarla y estas son:
- Se declara compatible la nobleza con la posesión de fábricas
- Se fomenta la entrada de obreros cualificados se vigila la importación de paños se fomenta la producción de paños, se crea la junta de comercio y fábricas cuyo objetivo era introducir innovaciones técnicas para evitar los productos extranjeros, lo consigue promoviendo la iniciativa privada
- Recurre a técnicos y técnicas extranjeros para copiar formas
- Intentan aumentar la concentración manufacturera
- Le dan privilegios y exenciones fiscales
INDUSTRIA SIDERGURGICA:
Actividades que alcanzaron un gran desarrollo fueron la minería, la siderurgia o la construcción naval, que exigían concentraciones de capital y mano de obra. Fueron éstos, prácticamente, los únicos sectores en los que avanzó la industria concentrada de tipo capitalista. A mediados del siglo XVI, por ejemplo, los astilleros de Venecia concentraban más de 2.300 trabajadores. Por las mismas fechas, en las minas de alumbre (utilizado corno apresto en la industria textil) de la Tolfa, en las cercanías de Roma, trabajaban más de 700 obreros. Se trata de sectores que se desarrollaron al compás de las exigencias del gran comercio internacional o de la demanda estatal condicionada por la guerra.
Especial atención merece el despertar del sector minero. La minería de la plata en Centroeuropa (Alemania, Bohemia, Tirol) ocupa un cierto lugar en este fenómeno, aunque no logró satisfacer la creciente demanda de la economía monetaria. La fortuna de los Fugger, poderosa familia de banqueros alemanes del XVI, se vio potenciada mediante la explotación de minas de plata. La minería del hierro obtuvo también un gran desarrollo. La producción europea de este metal se estima en 100.000 toneladas en 1525. La fabricación de cañones de bronce estimuló la extracción de cobre en Tirol, Turingia y Hungría. También proliferó la minería del carbón, aunque con técnicas menos avanzadas y menores concentraciones de mano de obra. La minería contempló la aplicación de novedosos avances técnicos que contribuyeron a su perfeccionamiento, tales como los hornos de tiro forzado para la producción de hierro (A. Tenenti).
En España, este tipo de actividades concentradas cobraron especialmente impulso en el País Vasco, lugar de florecimiento de la construcción naval y la fabricación de armas. También en las atarazanas de Barcelona o Sevilla se llevaba a cabo la construcción de barcos.
Se desarrolla la industria de la construcción naval, debido al descubrimiento de América, la monarquía apoya esta construcción prohíbe el transporte de mercancías nacionales por buques no españoles pero aún así le pasa igual que la textil, no se aplicarán nuevas técnicas como en Europa y por lo tanto esta industria depende del exterior.
El aumento de la construcción naval en el XVI se debe al elevado proteccionismo, esa falta de inversión junto con los elevados precios que se dan en España y junto con algunos tratados de paz durante el XVII hacen que la industria haya decaído. Esta decadencia no es igual en todas las zonas de España y en general la decadencia de la industria tampoco es igual en todas partes, el medio rural es menor y mientras que las ciudades cae libremente en el mundo rural empieza a utilizar lo que antes se producía en las ciudades, el mercado capta la idea y lleva la materia prima al campo donde se transforma en productos elaborados y así se disminuye precio y calidad.
La minería se desarrolló a lo largo del siglo en lugares como Almadén, que proporcionaba mercurio para la amalgama de la plata en América, y Mazarrón, punto productor de alumbre para la industria pañera.