Los textos árabes alusivos a la expedición de Abd al-Rahman I por el Pirineo occidental (781) documentan la presencia en esta zona de dos caudillos indígenas tributarios entonces del Islam: un tal Jimeno un Ibn Balascot, señor de los Sirtaniyyun. En aquel cabe contemplar al antepasado común de las estirpes Íñiga y Jimena.
La primera aparece instalada sólidamente en la periferia de Pamplona desde los inicios del siglo IX y, salvo el paréntesis (812-816) de la fugaz dominación franca encarnada por Velasco al-Galsqi –otro magnate local rival suyo- los Iñigo van a regir durante un centuria a los Pampilonenses con su tenaz oposición a la soberanía musulmana.
Con el tiempo presidirán o coordinarán a los núcleos autónomos vecinos, asumirán probablemente un título eminente (el de rex) y establecerán relaciones políticas y acaso familiares con los monarcas asturianos.
Coetáneamente los Jimenos se mueven, al parecer, entre las comarcas de Lumbier, Aíbar y Sangüesa, portillo expuesto a los ataques musulmanes procedentes de Huesca y Tudela; su condición de jefes de la frontera, siempre en tensión y alerta continua, pudo contribuir a incrementar poco a poco el prestigio de esta modesta dinastía local hasta el encumbramiento de uno de sus vástagos, Sancho Garcés, alzado rey de Pamplona (905).
Al Ibn Belascort de las fuentes árabes se le pueden identificar con el Galindo Belascotenes de las cristianas, padre de García Galíndez el Malo; de este último sabemos que, unido en un principio al hija de Aznar Galindo –el francófilo primer conde de Aragón-, la repudió luego y usurpó el condado de su suegro, a quien Ludovico Pío entregó el de Urgel-Cerdaña en premio de su fertilidad habría rechazado así el señuelo franco, en declive desde el
García el Malo habría rechazado así el señuelo franco, en declive desde el año 816, inclinándose oportunamente a favor de la política representada por los Iñigos, reacios a toda soberanía extraña; sus dominios patrimoniales pueden situarse a mitad de camino entre Pamplona y el primitivo Aragón, y sus gentes serían los Sirtniyyun, tal vez una reliquia occidental del amplio conglomerado de tribus pirenaicas que en la antigüedad prerromana debieron de ser los Cerretani, de lengua afín a la protovascónica, como muestran al parecer determinados rastros toponímicos.
A García el Malo al-Sirtani pudieron suceder sus hijos: Galindo Garcés en el condado de Aragón, y Velasco Garcés al frente de los Sirtaniyyun, a quines efectivamente conduce en las luchas contra los musulmanes.
La claudicación final de este Velasco Garcés ante Abd al Rahman II (843- 844) determinaría el desprestigio de su estirpe de señores de la guerra, la pérdida del condado de Aragón (recobrado por Galindo Aznar, hijo del primer titular) y la difuminación del rudimentario núcleo atómico de los Sirtaniyyun (pastores guerreros de los valles nororientales de Navarra?) en provecho de los Jimenos o, de momento, los Iñigos.
Durante la primera mitad del siglo IX la resistencia vascónica a los francos y los sarracenos se vio favorecida por lo vínculos políticos y de parentesco que los Iñigos establecieron con la estirpe –probablemente de origen vascón- de magnates descendientes del godo Casius, convertido a la fe de Mahoma en los primeros tiempos de la conquista árabe; estos Banu Qasi, sometidos teóricamente a las autoridades cordobesas, pero abocados siempre a la insumisión señorearon hasta comienzos del siglo X las riberas del Ebro e incluso los bordes de la Navarra Media, constituyendo así un especie de pantalla que aislaba y, por tanto, defendía a los pamploneses frente a los mandatarios del Islam en la llamada frontera superior.
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