Para realizarlo levantó numeroso ejército que puso á la orden de los caudillos Eblo y Aznar, de los cuales el último era originario de los bascones que pasaron á Aquitania.
Invadieron ambos jefes con sus esforzadas tropas el descuidado Reino se apoderaron de Pamplona; más la posesión de esta fuerte plaza no oscureció á su vista perspicaz las dificultades de la conquista del territorio basco; y juzgándola quizá imposible por sólo la fuerza de las armas, abandonaron la ciudad no sin llevar á efecto cierto oscurísimo trabajo encaminado, sin duda, á precipitar la ruina de Navarra.
Decididos pues á tornar á Francia para volver en ocasión y tiempo más propios, emprendieron la retirada pero el rey D. Sancho cuyas iras no podían sosegarse hasta vengar los agravios inferidos al Reino, al verlos internados en la fragosidad de las montañas acometiólos con tan vigoroso ímpetu que desde el primer instante hizo suya la victoria.
Armas, pertrechos, banderas, todo quedó en manos de los bascones,pocos enemigos sobrevivieron, y de los condes Eblo y Aznar éste sólo pudo alcanzar la libertad obligándose á no guerrear contra Navarra, y aquel fué enviado como cautivo al rey moro de Córdoba.
Murió D. Sancho Fortúñez hacia el año de 826 dejando grato recuerdo de sus virtudes, su energía y rara fortuna con que supo defender el patrio territorio
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