Llegó el año de 714 y con él la invasión de los árabes, en donde la España goda tan licenciosa y débil como la España romana, vió hacerse girones el manto de sus reyes bajo el casco de los corceles enemigos; y hundidos en las turbias ondas del Guadalete hombres, instituciones, leyes, usos y costumbres, todo cambió bajo el poder de los sarracenos.
Basconia, aunque no dominada, sintió tambiénla influencia de aquel cambio y sustituyó su antiguo nombre por el de Navarra,formado al decir de algunos escritores, de dos voces euskaras, NAVA, que significa llanura rodeada de montes, y ERRI pueblo, vocablos que unidos equivalen á «pueblo de la llanura rodeada de montes», como en efecto es Navarra.
La invasión africana produjo una nueva lucha, los árabes avanzaban sin que nada ni nadie detuviera su fiero impulso; ante la unidad robusta del invasor el gobierno federativo de los bascones resultaba impotente, y ya fuera por esta ineficacia ya porque el reparto de los despojos, alcanzados en los continuos hechos de armas, originara escisiones profundas y acaloradas controversias, determinaron elegir un Jefe, es decir, un Rey que juntando en estrecho haz las diseminadas fuerzas del pueblo bascón, las dirigiera á su defensa propia y al mejor servicio de sus olvidados intereses.
Celebró-se al efecto una junta solemne, á la que debieron concurrir cuantos por sus hechos y por sus servicios eran columnas firmísimas de la patria, y las principales cláusulas establecidas en aquella junta en que había de cambiarse el sistema de gobierno secular en Basconia, fueron, que el Rey no podría empeorar sino mejorar los fueros, que no podía tampoco distribuir bienes y honores más que entre los naturales del Reino, exceptuados cinco empleos dejados á la libre provisión del Soberano y que á éste no le sería permitido declarar la guerra, admitir treguas, ó establecer paces con Príncipe alguno, ni tampoco decretar leyes, reunir cortes, ejercer la potestad judicial, ó realizar otro hecho importante, sin intervención de doce de los ricos hombres, ó de igual número de los más ancianos sabios de la tierra euskara.
Debería además el Rey tener sello para sus decretos y Alférez que en la guerra llevara el estandarte real y por último poseería la facultad de acuñar moneda, debiendo ser toda ella de la misma aleación.
He aquí los principales artículos establecidos antes de la elección de Soberano, quien tras haber prestado juramento de guardarlos sin quebranto alguno, se ceñiría la espada en signo de jerarquía suprema, y puesto en pie sobre un escudo del que trabarían los ricos-hombres, sería elevado por ellos, clamando Real, Real, Real.
El Rey entonces, arrojaría su moneda al pueblo y tras esta pública aclamación los ricos hombres le besarían la mano.
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