Las vicisitudes familiares de la dinastía entregaron el trono navarro a los condes de Champaña y luego a los reyes de Francia.
Mas, ante los monarcas extranjeros el “reino” cerró filas en una especie de unión sagrada que condujo a un reforzamiento de la conciencia solidaria de los destinos del país, junto con la cristalización de un derecho público y unas instituciones privativas.
De este modo se hizo posible la reintegración de una dinastía (Evreux) que tras diversas alternativas acabó centrando su interés en Navarra y haciéndose navarra.
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