Navarra atraviesa en la época contemplada una larga fase de regresión demográfica, incoada quizá a finales del siglo XIII y acelerada por la peste de 1348 y sus secuelas.
El aumento de lugares desolados, que continúa hasta el siglo XV, sugiere una recuperación muy lenta, afectada por las discordias internas de esa centuria.
Sobre unos 12.000 Km2 viven algo más de 18.000 familias, distribuidas entre casi un millar de entidades, en las cuales se acusa un notable declive de muchas antiguas “villas” de las cuencas prepirenaicas.
Los núcleos urbanos que se reducen a Pamplona, Tudela, Estella, Laguardia, Sangüesa y Olite sufren una crisis especialmente aguda.
La población ciudadana supone un 25%, porcentaje que resultaría mucho menor atendiendo estrictamente a las actividades económicas; y emerge sobre ella un selecto patriciado enriquecido por la banca y el comercio.
Hay un predominio absoluto de la vida rural, pues al 45% que suma la gente de condición “villana” (los “mezquinos” del siglo XI, los “collazos” y “solariegos” del XII y XIII, denominados finalmente “labradores”), debe añadirse buena parte del 15% correspondiente a la masa de “hidalgos”, asimilables económicamente a los “villanos”, con quienes tienden a difuminarse también las barreras sociales.
Aun sin contar los efectivos de conventos y monasterios, los clérigos sobrepasan la cifra de 1.800.
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