Pueden individualizarse en la Edad del Hierro sobre el suelo navarro hasta 37 yacimientos, diez de elles excavados y el resto identificados por el estudio conjunto de los materiales de superficie y su emplazamiento, generalmente en cerros de poca altura, con buena panorámica y junto a un manantial.
El análisis de los materiales controlados permite distinguir dos etapas:
Hierro I, de “tradición celta”, datable con reservas desde el siglo IX a. de C., correspondientes a una cultura de gentes inmigradas que se superpone a una capa de población indígena y cuyo elemento característico es la cerámica a mano con la superficie exterior pulida o sin pulir, conociéndose además dos necrópolis de incineración (“campos de urnas”); Hierro II “celtibérica”, datable desde los siglos IV y III a. de C., y resultado de la aceptación por gentes de tradición céltica de una nueva aportación cultural –y cabe suponer que étnicamente también- de cuño ibérico, y cuyo elemento más abundante y diferenciador es igualmente la cerámica, en esta etapa, fabricada a torno.
La distribución de los asentamientos sugieren las vías de penetración de unas influencias que contribuyeron a configurar los grupos humanos sobre los cuales iban a operar las ondas de la romanidad.
Deja un comentario