La zona meridional de la actual Navarra (ager) fue escenario de la política y las acciones militares romanas desde las guerras celtibéricas, como acreditan las fuentes literarias.
La romanización avanzó sin duda durante el siglo I a. de C., y había alcanzado Pamplona antes de las guerras cántabras. La paz de Augusto y el trazado de calzadas en la primera época imperial intensificaron el proceso, como denotan la generalización de las inscripciones latinas y la sustitución de las leyendas monetarias ibéricas por las romanas (Cascante y Calahorra).
La pervivencia del vascuence demuestra, sin embargo, la perduración en la zona septentrional (saltus) de grupos menos permeables a la penetración cultural romana, aunque en las cuevas de Pamplona y Aoiz-Lumbier y la llamada Navarra Media pudieron producirse notables reajustes en las condiciones de vida y la organización de las masas de población rural, como quizá corroboraría el análisis atento de la toponimia.
En los núcleos urbanos, más numerosos al Sur, debió de darse el bilingüismo, como podría demostrar el caudal de voces transferidas directamente del latín al vascuence. Los centros excavados (Pamplona, Cascante, Santacara) coinciden con civitates mencionadas en los textos y bajo ellas se han descubierto estratos anteriores a la presencia romana, lo que invita a pensar en un continuidad del “hábitat” indígena junto con un reforzamiento progresivo de las influencias de Roma, comprobado por el estudio de los restos cerámicos y la decoración y estructura de las viviendas.
Hay testimonios escritos seguros del recorrido y las “mansiones” en tierras vascónicas de dos importantes calzadas: la que a través del “Summo Pirineo” y con escala en Pompaelo unía Hispania con Aquitania, y la que seguía de cerca el curso del Ebro entre Zaragoza y Briviesca.
El “anónimo de Rabean” informa con menor precisión sobre el camino que enlazaba directamente Pompaelo con Cesaraugusta, y únicamente ciertos “miliarios” y otros abundantes vestigios arqueológicos acreditan la existencia de diversas rutas interiores que debían comunicar aquellas grandes vías con los centros de población y de producción más notables del país.
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