Si recordamos a Yusuf I como el derrotado en la batalla del Salado ( 1340) justo es recordarlo también como el soberano que gobernó en la Alhambra en una de las épocas de mayor esplendor del sultanato. A él se le debe la inauguración de la primera universidad que tuvo Granada.
El arte nazarí, como todo el arte islámico en general, se realiza por mandato del sultán para exaltar su poder y corroborar su legitimidad. Por esta razón la residencia del sultán, la Alhambra, es foco creador y difusor de la artes. La Alhambra fortaleza, adquiere con Yusuf I una nueva función, la de morada para la vida palatina . Un espacio para el deleite de los sentidos: “! Di que es una fortaleza y a la vez una mansión para la alegría!”
Las austeras paredes, los oscuros techos y los suelos, son ahora engalanados con alicatado de azulejos, estucos y maderas labradas. Mientras en el exterior se mantienen las fuertes torres y los robustos muros.
Los toscos muros guardan con su fuerza los tesoros que esconde en el interior, como la áspera piel guarda el fruto delicado y sabroso,como colmenas los macasares cuelgan apiñados de los ángulos, y en los techos se anticipa el paraíso. No hay lugar para el vacío, y nada sobra. Los estucos asemejan el primor de los encajes, la filigrana del orfebre sobre los arco. Mientras todo se sostiene sobre frágiles columnas.
Los patios son ventanas por donde su cuelan la luna y las estrellas de los poetas ( los mismos poetas que le tatuaron cartas de amor sobre sus muros), y las fuentes son espejos para capturarlas. Pero, por si acaso, el arrullo de las palomas, el murmullo del agua, el aleteo de las hojas, nos recordará la presencia de una belleza más próxima, y más fugaz.