El final del Reino de Granada inspiró desde muy temprano a escritores y poetas, que recrearon en su imaginación un tiempo que bien pudiera haber sido así. Un tiempo que ojala hubiese sido así. Desde la perspectiva temporal, el pasado viene a socorrer nuestras anodinas vidas y nuestras frustraciones del presente. Evasión o melancolía por un tiempo que no vivimos nosotros, pero que sí lo hicieron otros. Ilusión o realidad, que más da. Posiblemente no sea ni lo uno ni lo otro y los actores de aquel drama se sintieran tan anodinos como nosotros, pero lo importante es que creemos, que deseamos que fuera como nos lo imaginamos : un lugar, un tiempo donde la lucha por la vida no consistía esencialmente en mantener engrosada una cuenta corriente en un banco.
El romántico siempre se pone de lado del perdedor (es una fatalidad buscada) para inspirarse en sus desgracias, para conmoverse; como Washintong Irwing al contar el melancólico ocaso del reino nazarí. Desmiente la historia oficial y la convierte en leyenda al hacernos descubrir que en el drama hubo dos protagonistas, y los dos salieron perdiendo.
En 1506, Ginés Pérez de Hita contó la Historia de los bandos de los Zegríes y Abencerrajes:
Abulhasan estaba casado con su prima Aixa, llamada la Horra (la honesta). Habían tenido dos hijos , de los cuales el mayor era el Boabdil de las crónicas cristianas. Durante una algarada en el la frontera fue hecha cautiva la bella hija del conde don Sancho Jiménez de Solís, alcaide de Martos. El ya viejo Abulhasan se enamoró apasionadamente de la joven cautiva, esto provocó un verdadero drama en el harem y Aixa fue expulsada de la Alhambra. El lugar de Aixa fue ocupado por doña Isabel de Solís, la cual reino con el nombre de Zoraya. Mas, Aixa conspiró y finalmente pudo restituir a su hijo en el trono de Granada.
“ Éramos el sol de la gloria, pero ahora este sol ha desaparecido, y todo el horizonte se conduele de nosotros” (Al- Jatib)