La República de Macedonia, o Macedonia como se la suele comúnmente designar, es una pequeña nación de la Península Balcánica reconocida internacionalmente tras proclamar su independencia de la antigua República Federal Socialista de Yugoslavia en 1991.
Grecia rechazó de inmediato esta denominación oficial por considerar que su utilización por parte de un país ajeno al reino macedonio antiguo, al mundo helenístico y en general al devenir histórico de la Hélade, suponía usurpar una parte importante de la identidad cultural griega. Además, tras las demandas del país heleno ha existido también el miedo de un resurgimiento de los intereses eslavos sobre territorios del norte de Grecia.
Una de las señas de identidad más importantes de cualquier pueblo es su lengua. El problema con los antiguos macedonios ha sido durante mucho tiempo la escasez de testimonios escritos en lengua macedonia. Hasta hace bien poco sólo contábamos con algunas pocas glosas y nombres propios. Las divergencias fonéticas que presentaban las formas macedonias conservadas con respecto a otros dialectos griegos y la diversidad de teorías sobre el origen étnico no heleno de los pobladores del norte de Grecia fue aprovechado por la propaganda eslava para falsificar la historia de Macedonia.
La polémica lingüística, hasta donde pude averiguar, se remonta a finales del s. XIX y principios del XX. En contra del carácter heleno se declararon bien temprano G. Kazarow, K. O Müller1y H. Hirt, entre otros, quienes consideraban a los macedonios emparentados con los ilirios. Otros hablaban de una base helena mezclada con tracios e ilirios. Así, según P. Kretschmer:
“Es posible que, de acuerdo con el relato en Tucídides (II 69) de los comienzos de la historia de Macedonia, este pueblo fuera una rama de los que más tarde fueron pueblos griegos que se separó de ellos en fecha temprana y emigró a los valles montañosos situados al norte de Tesalia. Sometió a la población indígena ilírica o tracia y se fundió con ella formando un pueblo cuyo idioma fue también, por tanto, el producto de una mezcla.”
La indecisión ha sido la tónica general en muchos manuales posteriores. Así, por ejemplo, A. Meillet, en su Aperçu d’una histoire de la lengue grecque de 1965 afirmaba (cito de la reedición de 1975): “il est impossible de faire le départ entre ce que est emprunté au grec, adapté à la pronunciation macédonienne, et ce que est proprement macédonien”. Por lo ello no se atreve a pronunciarse en ningún sentido: “On sait si peu de chose qu’on n’est même pas arrivé à déterminer si le macédonien est un dialecte grec aberrant ou une langue indo-européenne distincte, come le latin ou l’arménien. Beaucoup des éléments macédoniens connus concordent avec les forms grecques correspondantes; mais comme la Macédoine a dû à la Grèce toute sa civilisation à l’époque historique et que la langue écrite de la Macédoine a toujours été le grec, les concordances s’expliquent aisément par des emprunts dans la plupart des cas.” Así que, resignado, Meillet conluye pues que “Il serat vain de discuter une question que, en l’état des données, ne comporte pas de solution et que se résoudrait immédiatement si le hasard livrait un texte de dix lignes, comprenant des phrases suivies”.
Una nueva teoría ilirio-frigia con ingredientes helenos en la élite social nos ofrecieron Hoffmann-Debrunner-Sherer (1ªed. 1969). Al hablar de la procedencia indoeuropea del griego y sus relaciones con lenguas afines, los autores de este clásico manual afirman que “la clase reinante pretendía pasar por helénica” y sugieren que “probablemente la clase superior de Macedonia era griega (o más bien tempranamente helenizada) y dominaba sobre una población no griega, pero indoeuropea, que acaso estaría emparentada con los ilirios o los frigios”. Para las evidentes semejanzas que existen entre los restos idiomáticos del macedonio con los dialectos griegos los autores entienden que éstas se deben sencillamente a préstamos y aluden como ejemplo de que se trata de una lengua distinta a la notable diferencia fonética que presenta el macedonio en el cambio de bh, dh, gh indoeuropeas a b, d, g, coincidiendo con el ilirio y el frigio. El tema de los préstamos se toca al final del manual. Sus explicaciones son bastante pobres. Se limitan a reconocer que “el influjo del griego en el macedonio es muy difícil de determinar, porque la población de Macedonia estaba muy mezclada y la historia estaba inseparablemente ligada con los esfuerzos de helenización.” En el siguiente capítulo dedicado a los elementos lingüísticos extranjeros en la lengua helenística común, se vuelve a mencionar el macedonio y se señala que, a pesar de la importancia que tuvo Macedonia para la difusión de la koiné, la lengua macedónica no aportó gran cosa. La explicación es la misma, volvemos al pez que se muerde la cola: “el macedónico no había contribuido precisamente mucho a la cultura y la clase dirigente en Macedonia se había entregado pronto y con empeño a la helenización, de modo que lo griego y lo no griego es muy difícil de distinguir.”
Poco es lo que se avanzaría en las décadas siguientes. H. Rix, en su Historische Grammatik des Griechischen de 1976 se limita a explicar que: “Unter den als makedonisch überlieferten Glossen und Eigennamen findet sich neben Ungriechischem (ἄλιζα, Weiβpappel’ zu ahd. elira ,Erle’) auch manches dem Griechischen Ähnliche, nur im Lautbild Verschiedene (ἀδῆ ,Himmel’ zu gr. αἰθήρ) … Für eine Entscheidung, ob und inwieweit gemeinsamens Erbe, in einer gemeinsamen Vorstufe entwickeltes Sprachgut oder späte Entlehnung mit Lautersatz vorliegt, ist das Makedonische, das bisher keine einheimischen Texte geliefert hat, viel zu schlecth bekannt. Zum Verständnis des Griechischen trägt es nichts bei.”
Llegados ya al s. XXI, Rodriguez Adrados no puede obviar el tema. Le dedica un breve párrafo en su Historia de la lengua griega de 1999. Nuestro académico no se posiciona a favor de ninguna de las teorías tradicionales: “se ha pensado generalmente que se trata de una lengua diferente del griego; en realidad, los griegos consideraban bárbaros a los macedonios, cf. Demóstenes IX 31. Pero últimamente, en contexto con las campañas sobre la helenidad de Macedonia, estudiosos griegos han reivindicado la helenidad, también, de su lengua antigua.” Y al final nos deja con la duda “de si era una lengua indoeuropea diferente del griego, quizá del grupo del indo-griego, como el tracio y frigio, o si era un dialecto griego rezagado.”
El error se repite no sólo en manuales de historia de la lengua, sino también en otros manuales generales de cultura y civilización griega. Ahí están, por ejemplo, las palabras de J. de Romilly: “Grecia no conquistó ningún pueblo, no transfirió sus instituciones a ninguno de ellos y ni siquiera supo construir su unidad. Fue vencida por los macedonios y luego por los romanos.”
Grecia ha sido siempre la gran ignorada de Europa -ahí está, sin ir más lejos, la reciente propuesta alemana de vender alguna de sus islas del Egeo como medida del plan europeo para rescatar a Grecia de la crisis económica-. Como era de esperar, con el problema de Macedonia no se hizo pues gran cosa desde Europa a nivel diplomático. Desde el sector académico europeo tampoco ha habido una conciencia clara del problema y no se han dedicado esfuerzos a aportar argumentos lingüísticos o culturales que obligaran a una revisión de la denominación del nuevo estado balcánico.
Como en otros tantos aspectos de la cultura y la civilización griegas, han sido pues los propios griegos quienes básicamente han tenido que ocuparse de la cuestión macedónica y presentar datos objetivos que pusieran de manifiesto el origen griego de la patria de Alejandro Magno.
Con todo no hubo siempre acuerdo sobre la rama dialectal a la que pertenecía: en unos casos se emparentaba con el eolio o el dorio, en otros se suponían influencias de ambos, mientras que otros hablaban de dos dialectos macedonios diferentes.
Sea como fuere parece evidente que el macedonio ocupa un lugar especial dentro del panorama dialectal protogriego. Sin entrar en cuestiones de tipo político A. Παναγιώτου presenta la compleja cuestión del siguiente modo: “Για πολλές δεκαετίες υπήρξε έντονη αμφισβήτηση για την ένταξη ή μη της μακεδονικής στις ελληνικές διαλέκτους. Tο πρόβλημα οφειλόταν εν μέρει στην ανεπάρκεια του υλικού, πρώιμων επιγραφών κυρίως, αλλά και σε εξωεπιστημονικούς παράγοντες, καθώς ευθύς εξαρχής η διαμάχη ήταν στενά εξαρτημένη από τις πολιτικές και ιστορικές εξελίξεις στη νότια Bαλκανική κατά τον 19ο και τον 20ό αιώνα –ακόμα και ως τις μέρες μας– και τις εδαφικές διεκδικήσεις των λαών που κατοικούσαν στην περιοχή. Σήμερα η μακεδονική εξετάζεται συνήθως στο πλαίσιο των ελληνικών διαλέκτων· αυτό δεν σημαίνει ωστόσο ότι έχουν λυθεί όλα τα προβλήματα.”
En las últimas décadas, gracias a las excavaciones realizadas en la antigua Macedonia, el corpus de textos compuestos en macedonio ha aumentado ligeramente. Aún así sigue siendo muy reducido, como precisa Παναγιώτου de los 6200 textos encontrados en suelo antiguo macedonio hasta el momento el 99% está compuesto en koiné y el resto en la lengua autóctona. Con todo se han disipado muchas dudas. No me voy a detener en análisis lingüísticos de los escritos con restos de macedonio conservados. Me remito a la bibliografía sobre el tema.
Tampoco me extenderé en exponer los evidentes lazos de unión de Macedonia con el resto de griegos. Sólo insistiré en el testimonio literario de Demóstenes, que acusaba de bárbaro a Filipo I, y que ha servido para interpretaciones simplistas. Si contextualizamos, lo primero que cabe precisar es que es probable la posición geográfica de Macedonia, apartada del centro cultural de Atenas, contribuyera a que el resto de griegos pudieran ver a los macedonios durante mucho tiempo como griegos no integrados desde el punto de vista político en los límites de la Hélade, al tiempo que tampoco les hacía demasiada gracia su régimen político monárquico. Por otra parte, como señala Mαρτής, el paulatino traslado del centro cultural heleno del sur hacia el norte en época de Filipo I, así como sus crecientes victorias, fue creando un clima de rechazo entre muchos ciudadanos de Atenas. La amenaza de conquista explicaría en definitiva la reacción del patriota orador ateniense. No es casual que en Italia y Alemania Demóstenes fuera comparado con los elementos más reaccionarios opuestos a los procesos de unificación nacional.
La cuestión macedónica con su importante dimensión política ha pasado ya a segundo plano y el conflicto diplomático, aunque no está zanjado, sí ha perdido el vigor de otros momentos, preocupados como están los griegos por otros graves problemas internos de índole social y económico, pero también decepcionados por la escasa repercusión entre los vecinos que se hacen llamar herederos del mundo clásico griego.
One reply on “La cuestión macedónica”
Te felicito, Santi, una vez más por tu blog. Me parece que nos has regalado una sintética revisión de un tema difícil. Gracias.