Galindo tuvo la desgracia de vivir durante los difíciles tiempos de la Guerra Civil Española (1936-1939), a la cual llamó siempre “la guerra incivil”, debido a las enormes barbaridades que presenció y que le cambiaron para siempre la perspectiva de España y de la vida en general.
Para un hombre de letras y de estudios como era él, la guerra resultaba ser algo aterrador, por lo que desde su comienzo tuvo deseos de huir y de evitar a toda costa las tragedias que en su país se estaban dando.
Sin embargo, esto no significa que se mantuviera neutral y ajeno al conflicto, ya que, debido a sus ideas políticas y religiosas, desde el principio se sintió más identificado con el Bando Sublevado, pues defendía la concepción de estado totalitario y confesional al que él se aproximaba. Aún así, pronto se percataría de que la barbarie estaba presente por doquier y que ninguno de los dos bandos se libraba de ella.
Así lo cuenta él en una entrevista realizada para el diario Elche en 1989: “De la guerra “incivil” tengo un concepto distinto del que tienen los demás. Aquello fue terrible. Yo me fui huyendo de aquella sinrazón y cometí la cobardía de dejar en Orihuela a mi mujer y a mi hija porque me entró mucho miedo. Mataron a mi amigo don Paco Die. Me fui con el alcalde de Orihuela, Isidoro. Llegué a la zona nacional indignado de la ferocidad de los rojos. Me sentía a salvo. Pero allí me encontré con un periodista oriolano que me contó las atrocidades que se cometían en la zona nacional y me informó de la muerte de Federico García Lorca. No me lo podía creer. Después de la guerra “incivil” di con mis huesos en el Tribunal Supremo, era yo de la Comisión de Cargos. Un amigo mío y amigo de Miguel Hernández entonces –después dejó de serlo- me llamó desde Orihuela para decirme que Miguel Hernández estaba detenido en Madrid. Yo no pude creerlo”.
De esta forma se observa el enfrentamiento interno que tuvo tomás durante el conflicto bélico, por una parte su ideología le aproximaba al bando sublevado, pero por otra era testigo de como este detenía y liquidaba a la mayoría de intelectuales, amigos suyos, que se le oponían.
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