La inclinación de Isabel por el Bosque de Segovia

La vida de la reina variaba mucho de estar en la corte, o sea, en la sede de la casa y corte, al principio en Toledo y más tarde en Madrid, o en las jornada que se hacían a los palacios reales de su entorno, particularmente a Aranjuez y al Bosque de Segovia.

En la corte, el rey estaba ocupado con negocios y aunque la visitaba frecuentemente, tampoco se veían mucho. Aparte de sus visitas, pocas veces coindidían en alguna fiesta.

No obstante, en Aranjuez o en el Bosque de Segocia ocurría todo lo contrario. Allí, habitualmente comían juntos una vez al día y se reunían durante el día para pasear y cazar.  En estas ocasiones hasta el rey participaba en aquellos recreaciones que normalmente se hacían en los salones privados de la reina y princesa, por ejemplo, oír cantar y ver bailar a las damas.

La inclinación de Isabel por el Bosque de Segovia se debía parcialmente a la belleza del lugar y aún más porque allí veía al rey con más frecuencia de lo que ocurre en la casa real. En el Bosque de Segovia, Isabel podía salir con sus dama o con la compañía de Juana y las suyas, pero sin otro hombre más que un mayordomo y a veces aún sin él. No guaedaban horas fijas, cosa que conformaba mucho a Isabel. Las comidas podían ser simples, sin gran ceremonia. A veces ni se molestaban en poner mesas, comiendo sobre manteles extendidios en el balcón. Recorrían los jardines y paseos haciendo tracesuras impensables fuera de estos recintos.

Creo que a cualquiera le encantaría un lugar como éste. Teniendo en cuenta la juventud de Isabel, es totalmente lógica que tuviera inclinación por el Bosque de Segovia.

Costes y deudas de Isabel de Valois en Espanya

He mencionado antes que la casa de Isabel de Valois en España fue nutrida. Con tantos oficiales, era natural que se gastara mucho  en esta casa regia. Pues Felipe II se pensó en un pincipio asignarle a Isabel 80.000 ducados anuales para sus gastos. Era una suma muy sustancial, ya que la del príncipe Carlos, cuando se asentó, fue de 50.000 ducados (subiendo poco después a 60.000).

Sin embargo, resultó que esta suma no había podido cubrir los gastos de Isabel. Entre 1562 y 1565 Isabel había contraído una deuda que sumaba a unos 180.000 ducados. A finales de junio de 1566, cuando la reina escribió su testamento, sus deuda se estimaban en 140.000 ducados.

¿Cómo había podido gastar tanto la reina?

Calculaban que al año Isabel gastaba más de 20.000 ducados en su cámara, especialmente sedas, telas de oro, holandas, oro y plata hilado, etc. por su voluntad y a instancia de personas que estaban en su servicio. Estimaban asimismo que habría gastado otros 10.000 ducados en joyas de oro, botones, piedras y perlas para su persona durante los tres años (1562 y 1565). Declaraban también que no podían calcular la mucha cantidad que Isabel había gastado para comprar joyas, cadenas de oro que había regalado a caballeros franceses y otras personas que le visitaban. Además, los desplazamientos, la comida, la casa, etc. durante los viajes suponían inevitablemente un gran coste.

Al enterarse de la situación económica de Isabel, era imposible que Felipe II se quedara quieto. Continuamente ofreció el rey ayudas extraordinarias: contribuyó anualmente una gran cantidad de ducados, incluso mayor que la suma asignada; cubrió gran parte del gasto de los viajes que había hecho la reina a Aranjuez y Segovia, lo cual suponía algún ahorro para la casa de Isabel.

Pese a las ayudas del rey, no sabemos si la reina se quedó fuera de las deudas al final, ya que siguió gastando de forma exagerada hasta su muerte.

La creación de una casa hispano-francesa

La boda de Felipe II y Isabel de Valois tuvo lugar en Francia. La misa de velaciones de celebró el 2 de febrero en el Palacio del Infantado(Guadalajara) cuando se vieron por primera vez los esposos.

Era habitual que la princesa, al llegar a su nueco estado, quisiera seguir rodeada de viejas amistades, compañeras de la infancia, tutores y compatriotas y que solicitase a su marido que le perimitiera retener a un grupo sustancial de ellos. Al principio del matrimonio, Isabel tenía numerosos oficiales franceses con ella y la estructura, títulos y gajes de la casa de Isavel seguían el estilo de la casa de Borgoña, salvo en el caso de algún oficio verdaderamente castellano. Luego, poco a poco los oficiales franceses se fueron de España a Francia.

Aun así, Isabel tenía un montón de sirvientes. El rey había organizado una casa muy nutrida, con más de 200 oficiales. Tanto en el palacio como en sus viajes le servían las guardias del rey. Sin embargo, la reina no necesitaba una guardia propia numerosa, ni una capilla grande, ni su propio servicio de caza. El rey organizaba las cacerías que entretenían a Isabel tanto en sus viajes como en los palacios cercanos de la corte. Por supuesto, no todos los oficiales le servían al mismo tiempo. Como era habitual en la casa del rey, los Maestrasalas trabajaban por turnos de semanas, y varios otros oficios eran también flexibles. Al comprobar cómo sería la nueva casa de Isabel en junio de 1560, el embajador francés, Limoges, se quejó sin razón de que sólo quedaba pocos sirvientes franceses, pero a la vez comentó que los oficiales que se habían despedido eran ¨inútiles¨ ya que el nuevo ceremonial a seguir en la casa asignaba a las damas de Isabel tareas que en la casa real francesa se hacían por oficiales masculinos. Este dato es interesante y nos permite entender por qué el sector femenino de la casa de Isabel era tan amplio. Admitió también Limoges que el rey había nombrado una multitud infinita de otros hombres y mujeres y que la nueca casa de Isabel estaba tan bien dotada que no hay dama de la cristiandad que sea superior a ella. Consciente del honor que se le hacía, Isabel salió enseguida del disgusto de despedir a sus sirvientes franceses. El embajador florentino informó al duque Cósimo de Médicis que Felipe II había licenciado a los servidores franceses de la reina comentando que no podía ser de otra manera por infinitas razones y que le había puesto una casa de la grandeza e importancia que corresponde a tal reina – o en su frase italiana, más acertada aún, a una tanta regina.