Pasatiempos de Isabel de Valois (3)

Uno de los intereses que compartían diversos miembros de la familia real con la reina Isabel fue la pintura. Tanto Felipe II como Juana eran partidarios de la pintura. Animada y enseñada por su dama, la famosa pintora Sofonisba Anguisciola, Isabel aprendió a dibujar y a pintar. Durante una temporada dedicó muchas horas y esfuerzo a pintar, pero parece que el pintar no logró atraerle como siempre, aunque sin duda le sirvió para apreciar las obras de otros.

Igual que la pintura, había ciertos años que tenía gusto a la lectura pero jamás llegó a ocupar un lugar sustancial en la vida de la reina mientras que ésta siempre tenía pasión por los juegos.

 

Otra gran afición de Isabel resultaron ser las comedias, máscaras y otros géneros teatrales. Unas obras se presentaban con las compañías de actores que pasaban por la corte. Muchas fiestas y máscaras se hacían dentro de los salones privados de la familia regia, a veces con la asistencia de Juana y sus damas. Las damas se disfrazaban entonces y hacían comedias y máscaras para las cuales se requería la participación de poeras, escritores y artistas que preparaban los escenarios. Las cuentas de la reina testifican que este género de entretenimientos era frecuente y daba harto trabajo a pintores y sastres, además de ocupar a la reina y las damas en su diseño, ensayo y ejecución.

La creación de una casa hispano-francesa

La boda de Felipe II y Isabel de Valois tuvo lugar en Francia. La misa de velaciones de celebró el 2 de febrero en el Palacio del Infantado(Guadalajara) cuando se vieron por primera vez los esposos.

Era habitual que la princesa, al llegar a su nueco estado, quisiera seguir rodeada de viejas amistades, compañeras de la infancia, tutores y compatriotas y que solicitase a su marido que le perimitiera retener a un grupo sustancial de ellos. Al principio del matrimonio, Isabel tenía numerosos oficiales franceses con ella y la estructura, títulos y gajes de la casa de Isavel seguían el estilo de la casa de Borgoña, salvo en el caso de algún oficio verdaderamente castellano. Luego, poco a poco los oficiales franceses se fueron de España a Francia.

Aun así, Isabel tenía un montón de sirvientes. El rey había organizado una casa muy nutrida, con más de 200 oficiales. Tanto en el palacio como en sus viajes le servían las guardias del rey. Sin embargo, la reina no necesitaba una guardia propia numerosa, ni una capilla grande, ni su propio servicio de caza. El rey organizaba las cacerías que entretenían a Isabel tanto en sus viajes como en los palacios cercanos de la corte. Por supuesto, no todos los oficiales le servían al mismo tiempo. Como era habitual en la casa del rey, los Maestrasalas trabajaban por turnos de semanas, y varios otros oficios eran también flexibles. Al comprobar cómo sería la nueva casa de Isabel en junio de 1560, el embajador francés, Limoges, se quejó sin razón de que sólo quedaba pocos sirvientes franceses, pero a la vez comentó que los oficiales que se habían despedido eran ¨inútiles¨ ya que el nuevo ceremonial a seguir en la casa asignaba a las damas de Isabel tareas que en la casa real francesa se hacían por oficiales masculinos. Este dato es interesante y nos permite entender por qué el sector femenino de la casa de Isabel era tan amplio. Admitió también Limoges que el rey había nombrado una multitud infinita de otros hombres y mujeres y que la nueca casa de Isabel estaba tan bien dotada que no hay dama de la cristiandad que sea superior a ella. Consciente del honor que se le hacía, Isabel salió enseguida del disgusto de despedir a sus sirvientes franceses. El embajador florentino informó al duque Cósimo de Médicis que Felipe II había licenciado a los servidores franceses de la reina comentando que no podía ser de otra manera por infinitas razones y que le había puesto una casa de la grandeza e importancia que corresponde a tal reina – o en su frase italiana, más acertada aún, a una tanta regina.