Los alicantinos observarían atemorizados cuál podía ser su destino si no cumplían con los mandatos de Dios
La ciudad de Alicante cuenta con un templo que ostenta el rango de Concatedral de la diócesis de Orihuela-Alicante; hablamos de la Concatedral de San Nicolás de Bari. Se trata de un templo grande, sobrio y diáfano, construido en estilo herreriano a principios del siglo XVII, por lo que escapa a nuestra centuria de estudio. No obstante, en su interior alberga una importante obra datada en 1574, el Retablo de las ánimas del Juicio Final, obra del pintor renacentista valenciano Nicolás Borrás, discípulo de Vicente Macip y su hijo Juan de Juanes.
En primer lugar, hemos de considerar el fuerte impacto que supondría para los espectadores contemporáneos a la obra su contemplación. De un marcado carácter moralizante, se muestra cómo los pecadores arden en el infierno, y los justos ascienden hacia un plano celeste luminoso y jubiloso. Los alicantinos observarían atemorizados cuál podía ser su destino si no cumplían con los mandatos de Dios, y sobre todo, de la Iglesia: el castigo de los demonios y de fuegos eternos. El retablo presenta dos temas principales: la célebre misa oficiada por San Gregorio, donde se cuenta que en el momento de consagrar la Sagrada Forma se le apareció Jesucristo como Varón de Dolores, y que ocupa el centro de la tabla central; y la apocalíptica narración del Juicio Final, que se desarrolla en el resto de la tabla central, en las dos de la predela (condenados en el infierno), y en la semicircular superior (Jesús como Juez Supremo, con María, Juan Bautista y otros muchos santos).
Por otro lado, esta pintura se ajusta perfectamente a los postulados emanados del Concilio de Trento, que tuvo enormes consecuencias en el devenir histórico-artístico de Europa. Quizá esta obra no sea consecuencia directa de las conclusiones de dicho concilio, pero sí se ajusta perfectamente a lo que en él se establece:
…por medio de las historias de nuestra redención, expresadas en pinturas y otras copias, se instruye y confirma el pueblo recordándole los artículos de la fe… [CONCILIO DE TRENTO, Sesión XXV: La invocación, veneración y reliquias de los santos y de las sagradas imágenes (1553)]
Pero, por último, lo que más puede llamar la atención de esta obra es su peculiaridad. Cuando Borrás comienza a pintar esta obra, hacía ya más de 30 años que Miguel Ángel había finalizado su Juicio Final para la Capilla Sixtina. El círculo de los Macip (Vicente Macip y Juan de Juanes) conocían la pintura italiana y, si bien no el propio Juicio Final, seguro que sí habían visto reproducciones. ¿Por qué Borrás decide imprimir en esta obra un estilo tan oscuro y tétrico, que se aleja incluso del resto de su producción? La cuestión puede responderse con tan sólo imaginar el temor de Dios que debían sentir aquellos alicantinos del siglo XVI al mirar los horrores del infierno.
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