La ausencia marina dentro del conflicto de Granada fue bastante destacable, solamente existía una armada real limitada a funciones de vigilancia para estorbar al comercio de hombres y víveres entre los musulmanes de ambos lados del Estrecho a quien ayudan frecuentemente mercaderes genoveses, venecianos, florentinos, portugueses incluso. Esporádicamente se daba la actuación de marinos andaluces que realizan “cabalgadas” de castigo en la costa africana, y en determinados momentos aumentan los fletes de naces para servicios de transporte de víveres, de piezas de artillería o de granadinos que pasaban a África, pero ninguna acción de guerra se apoyó en el mar y en la marina como fuerza principal.
La inactividad de una marina dentro del conflicto, cabe buscarla en la falta en la Corte de estrategas que comprendieran el valor que el mar podía tener en la contiende, añadiéndose también el factor, de la escasez de barcos particulares que pudieran ser contratados.
Sólo una voz advirtió de la importancia del mar en 1482, cayendo en el vacío, fue Diego de Valera, alcaide de la villa de Puerto de Santa María, dicha autoridad consideraba que la marina podría ser utilizada en tres funciones importantes:
– Para traer a las tierras norteñas miles de peones con sus armas, evitando así la molestia que causarían en su largo recorrido terrestre.
– Para abastecer a la hueste, evitando que buena parte de los víveres fuesen consumidos por las propios arrieros.
– Para apoyar, la acción decisiva de la guerra, la toma de Málaga.
De aplicarse las aventuradas propuestas de Valera, se habrían tomado lo que éste pretendía mucho antes de 1487.
En 1482 la Corona de Castilla contrató algunas naves que prestaron servicio al mando de Martín Díaz de Mena, Garci López de Arriarán y Charles de Valera, siendo sobre todo vigilado el comercio de Berbería. A parte de estos barcos contratados por determinación real, actuaron otros buscando el provecho en las cabalgadas sobre la costa y en la presa de navíos que transgrediesen las prohibiciones. Ambas facetas continuarían hasta el final de la guerra.
Los barcos aragoneses también participarían en estas tareas, destacar el capitán de la armada real en aguas sicilianas y napolitanas, Bernat de Villamarí, el cual envió dos galeras en cumplimiento a las órdenes que había recibido.
No se conoce el régimen de los contratos estipulados, ni las obligaciones que abarcaban y el tiempo por el cual se hacían, posiblemente en los meses más duros del invierno no saliesen barcos del puerto, no siendo aplicable la utilizacion de galeras en aquellos lugares por sus malas condiciones marineras.
El tipo de empleo de naves sería, en primer lugar; carracas y naos, que detendrían el contrabando llevado a cabo por las naves de otros países cristianos, en segundo lugar; las carabelas y galeotas, las cuales harían frente a los pequeños navíos musulmanes.