La nobleza

 

La nobleza tuvo una importancia bastante loable dentro del conflicto granadino, dándole a la conquista un aspecto medieval, por su origen de su obligación como por el tono bélico peculiar que los nobles imponían y que responde a las costumbres y prácticas guerreras de la Castilla bajomedieval. Parece ser que la conquista de Granada suponía, por última vez, donde crecía o menguaba la fama y donde vivían los ideales más caros a la mentalidad caballeresca.

Hay por tanto, una resurrección de la mentalidad caballeresca, cuyo ejercicio resultó antieconómico para los nobles en muchos casos, y que siempre se realizó bajo estrecho control y vigilancia de la Corona, generosa a la hora de permitir toda clase de manifestaciones externas, pero férrea en la disciplina, pues era dueña del poder político después de la última guerra civil, por tanto, la monarquía actuaría como elemento de cohesión, halagando y sujetando a la misma vez a la nobleza. Entre los mismos nobles de la contienda surgieron rencillas sobre el lugar que debían ocupar cuando la hueste real formaba en las batallas.

Dentro del ámbito nobiliario, cabe destacar a un grupo cortesano, cuya ayuda a los monarcas toma preferentemente un aspecto personal. Destacando entre ellos, don Gutierre de Cárdenas, don Enrique Enríquez, el conde de Tendilla y el marqués de Villena.

Otro sector, fue el formado por la nobleza castellana, que acude a los llamamientos o envía tropas al mando de capitanes, pero no se entrega personalmente al campo de batalla, exceptuando algunos casos. Las tropas de cada aristócrata reproducen en pequeña escala al ejército real, corriendo el noble con una parte de los gastos y la Corona con la parte restante.

A partir de 1485 acude a la guerra un sector de la baja nobleza, es decir, los hidalgos (recibían este titulo desde 1464) y los caballeros armados, llegando los últimos mencionados tras diversos llamamientos desde 1485, con todas sus armas al punto de la guerra. Los hidalgos, por el contrario, acuden al conflicto convocados para venir cada uno como mejor pudiere y hubo bastantes que lo hicieron incluso a pie, con lanza o ballesta.

La nobleza extranjera, por último, a penas se conmovió ante la guerra. A los enclaves de Loja e Illora llegaron algunos aristócratas ingleses y franceses, movidos por un ideal de cruzada con el que dieron más gastos, a la campaña de 1486.

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