Los combatientes extranjeros

En primer lugar, cabe hablar de la Corona de Aragón y de su participación, no intervinieron como tal en la guerra contra Granada. Sí que es cierto, que junto a Fernando el Católico observamos la presencia de algunos cortesanos que prestan utiles servicios, como el maestresala Pedro Vaca. La participación de la nobleza de los reinos de Fernando sólo hizo acto de presencia en la gran campaña de 1487, año en el que también Valencia, Barcelona y Sicilia ayudaron con considerable envío de pólvora, ya en 1482 se documenta la presencia de mercenarios aragoneses.

Entre el contingente extranjero ocuparon un lugar importante los suizos, caracterizándose por las evoluciones de orden cerrado que hicieron famosos a los suizos y la marcha a tambor batiente, propias ambas de la lid campal. Las compañías de mercenarios de suizos y algunos alemanes encontraron en la guerra contra Granada un campo apropiado para buscar trabajo. Los encontramos en 1482, en Alhama hasta 1484 y, de nuevo, reaparecen en 1491, tanto en las listas de presentaciones para aquella campaña como en las cartas comendaticias que Fernando da a algunos de ellos en julio.

Son, en suma, pequeños grupos que encuentran en la guerra la forma de practicar su modo de vida y de ganar el sustento, el resto de lo que sobre ellos se diga carece de fundamento.

Alguno patrón genovés prefirió también a veces la seguridad de un contrato con el rey de Castilla para servirle con su carraca al riego de emplearla en tareas de contrabando o al abandono del comercio con Granada por otros más seguros, a causa del daño que aquella guerra causaba a sus intereses.

Ciertas cartas comendaticias muestran en los años siguientes la presencia de comabatientes extranjeros, alemanes o flamencos. Se trata de una participación cuyo valor no pasa de ser anecdótico. Existiendo también una participación en la artillería de bretones y franceses.

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“Homicianos”

Entre la participación en el proceso hostil también se produjo la colaboración de los “homicianos”, es decir, aquel hombre culpable de un delito criminal que se redimía de las penas debidas, no de las responsabilidades civiles, presentando servicio militar a  su costa durante cierto tiempo en algún castillo fronterizo que hubiese recibido privilegio del rey en ese sentido. El riesgo continuo y la gratuidad del servicio justificaban el perdón y, una vez cumplido su tiempo, el criminal era libre de los cargos que contra él pesaban mediante carta real expedida a la vista de la que el alcaide de la fortaleza le había dado para probar su buen cumplimiento.

No siempre era posible acogerse a este beneficio postcriminal, había razones que desaconsejaban la amnistía en ciertos casos. El rey, en efecto, no podía perdonar delitos que quebrantaban su seguro o implicaban traición, y por tanto, exceptuaba a todos los criminales con tal categoría de cualquier carta de privilegio.

Las “Cartas de Perdón” se expidieron durante todo el año de 1492 inmediatamente después de la posesión de Granada. Para la exoneración total de los delitos cometidos por los “homicianos”, los Reyes Católicos fijaron como tiempo mínimo de servicio los nueve meses.

 

 

No es fácil precisar mucho la importancia numérica de los “homicianos” en la guerra, aunque es posible que de 500 a 1.000 participaran en cada una de las tres campañas, de 1487,  1489 y 1491.

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Desarrollo de la conquista castellana: Primera fase, 1482-1487

Para introducirnos en el conflicto granadinos, debemos hacer mención en primer lugar, a los nobles andaluces, los cuales conquistan Alhama por sorpresa a fines de febrero de 1482 y, en los meses siguientes, la plaza será atacada en tres ocasiones diferentes por los granadinos, en un intento por recuperarla. Cuando Abu-l-Hasan vuelve a Granada después de su tercera y fallida intentona, se encuentra a la población inclinada a favorecer a su hijo Muhamad. Antes esta situación el anciano sultán deberá buscar refugio en Málaga, mientras que el trono granadino pasa a ser ocupado por su hijo Boadbil. Por esta razón parecería imposible el inicio de otra contienda, no obstante, esta idea se borro ante la noticia del fracaso cristiano ante los muros de Loja.

En marzo de 1483, una huerta andaluza reunida en Antequera bajo el mando del marques de Cádiz y el maestre de Santiago, planea un ataque sobre los alrededores de la capital malagueña. Confiados de su victoria penetran el macizo de Ajarquia, pensando más en el botín, que en una posible presencia del enemigo. Debido a ello, son atacados y hostigados, por el gobernador de Málaga.

Esta victoria puso de manifiesta que el sultán defenestrado no era tan incapaz de hacer frente al enemigo como se había pensado. A partir de ello, inicia una incursión sobre tierras de Lucena en abril de 1483. Esta finaliza con una batalla campal desastrosa para los musulmanes y el joven cae preso de los cristianos. Retenido, en principio, por el rey Fernando, este no tarda en recibir sendas embajadas de parte de Muley Hacen y su esposa Fátima. Las razones del primero eran bastante claras: desea afirmar su autoridad sobre el hijo rebelde neutralizándolo y si es preciso eliminarlo. Pero las propuestas de Fátima y sus consejeros eran más interesantes para el monarca cristiano: Boabdil habrá de ser liberado previo pago de un rescate y una vez que reconozca la soberanía feudal de Castilla, pagando parias, liberando cautivos y lo que era más interesante, comprometiéndose a pelear contra sus parientes.

Ante esta situación de pacto entre Abu-l-Hasan, vuelve a la capital granadina y otorga una amnistía a sus contrarios por pura cautela política, al tiempo que recurre a todos los medios para desprestigiar a su hijo. Este una vez puesto en libertad, consigue hacerse con el control de los distritos orientales del reino y se instala en Guadix, la cual será su corte hasta 1485.

La cooperación de Muhanmmad XII con los castellanos deja la guerra circunscrita a la zona occidental, donde los musulmanes sufrirán fuertes perdidas en el curso de una correría sobre Lopera, a finales de 1483. Aunque Fernando el Católico se muestra ahora inclinado a dejar que los granadinos se desangren en sus luchas internas, la voluntad de su esposa impone la continuación de las operaciones militares. Los caminos de acceso a Málaga y a Rona quedan expeditos con la captura de las villas de Alora y Setenil. Al año siguiente da lugar la entrada en tierras malagueñas. Mientras tanto prosiguen los enfrentamientos internos entre los príncipes nazaríes.

Los cuales serán utilizados por los monarcas cristianos. Como  en el año 1486, que tras un pacto con Muhammad XII, se apodera de Loja, y seguidamente conquista Illora, Moclin, Montefrió y Colomera. De esta manera los castellanos se acercan peligrosamente y prefiere pactar con el rey Chico, convirtiéndose en duque de Guadix, Baza, Vera y los Vélez, una vez que estos lugares hayan sido arrebatados a su tío. Por su parte el monarca esta dispuesto a ofrecer un pacto de tregua a las poblaciones que reconozcan a Boabdil. Este nuevo pacto, aumentara la presencia cristiana, protagonizada por una violencia duradera. La que cesara tras llegar la noticia de que el rey Fernando realiza preparativos para atacar la ciudad de Vélez Málaga. Tras pactar una tregua con su sobrino, Muhammad ibn Sa’d sale al encuentro de los cristianos en las cercanías de Bentomiz, por su indecisión de ultima ahora le lleva a retirarse vergonzosamente, y cuando decide volver a la capital encuentra un impedimento por parte de la población. Así mientras que busca refugio en la costa granadina, los cristianos ocupan Vélez Málaga, a principios de Mayo de 1487, y seguidamente marchan sobre la ciudad de Málaga, donde se encuentran una ciudad entregada sin opción de lucha. Sin embargo, la fiera oposición de muchos renegados cristianos que habían buscado refugio en Málaga y la actitud decidida de Ahmad Al-Tagri, comandante de la guarnición norteafricana de Gibralfaro, impedirán cualquier tipo de acuerdo con los castellanos. Estos acabaran triunfando después de tres meses de asedio y a costa de grandes perdidas en material y vida humana, aspectos que serán utilizados por parte del monarca cristiano, en cuanto el momento de negociación.

 

 

 

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¿Por qué el mar no tuvo un papel de primera importancia en la guerra de Granada?

La ausencia marina dentro del conflicto de Granada fue bastante destacable, solamente existía una armada real limitada a funciones de vigilancia para estorbar al comercio de hombres y víveres entre los musulmanes de ambos lados del Estrecho a quien ayudan frecuentemente mercaderes genoveses, venecianos, florentinos, portugueses incluso. Esporádicamente se daba la actuación de marinos andaluces que realizan “cabalgadas” de castigo en la costa africana, y en determinados momentos aumentan los fletes de naces para servicios de transporte de víveres, de piezas de artillería o de granadinos que pasaban a África, pero ninguna acción de guerra se apoyó en el mar y en la marina como fuerza principal.

La inactividad de una marina dentro del conflicto, cabe buscarla en la falta en la Corte de estrategas que comprendieran el valor que el mar podía tener en la contiende, añadiéndose también el factor, de la escasez de barcos particulares que pudieran ser contratados.

Sólo una voz advirtió de la importancia del mar en 1482, cayendo en el vacío, fue Diego de Valera, alcaide de la villa de Puerto de Santa María, dicha autoridad consideraba que la marina podría ser utilizada en tres funciones importantes:

–          Para traer a las tierras norteñas miles de peones con sus armas, evitando así la molestia que causarían en su largo recorrido terrestre.

–          Para abastecer a la hueste, evitando que buena parte de los víveres fuesen consumidos por las propios arrieros.

–          Para apoyar, la acción decisiva de la guerra, la toma de Málaga.

De aplicarse las aventuradas propuestas de Valera, se habrían tomado lo que éste pretendía mucho antes de 1487.

En 1482 la Corona de Castilla contrató algunas naves que prestaron servicio al mando de Martín Díaz de Mena, Garci López de Arriarán y Charles de Valera, siendo sobre todo vigilado el comercio de Berbería. A parte de estos barcos contratados por determinación real, actuaron otros buscando el provecho en las cabalgadas sobre la costa y en la presa de navíos que transgrediesen las prohibiciones. Ambas facetas continuarían hasta el final de la guerra.

Los barcos aragoneses también participarían en estas tareas, destacar el capitán de la armada real en aguas sicilianas y napolitanas, Bernat de Villamarí, el cual envió dos galeras en cumplimiento a las órdenes que había recibido.

No se conoce el régimen de los contratos estipulados, ni las obligaciones que abarcaban y el tiempo por el cual se hacían, posiblemente en los meses más duros del invierno no saliesen barcos del puerto, no siendo aplicable la utilizacion de galeras en aquellos lugares por sus malas condiciones marineras.

El tipo de empleo de naves sería, en primer lugar; carracas y naos, que detendrían el contrabando llevado a cabo por las naves de otros países cristianos, en segundo lugar; las carabelas y galeotas, las cuales harían frente a los pequeños navíos musulmanes.

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Introducción del desarrollo de la Guerra, Castellana-Granadina.

Introducción.

Se ha especulado con frecuencia sobre la situación Nazari, concretamente sobre el final de su reinado, de si fueron conscientes de las nuevas tendencias ideologiotas que se estaban abriendo paso en Castilla, pues de haber se dado cuenta posiblemente hubieran adoptado una actitud más conciliadora hacia sus vecinos cristianos.

Pero como tampoco podrían advertir tales consecuencias de sus actitudes, se desencadeno tras la Guerra de Sucesión a partir de una nueva institución, la Inquisición, un sistema de unidad tanto política como religiosa, que iniciaría un nuevo capitulo en la historia. A partir de estos momentos se inicia el fin del Islam granadino.

La nobleza andaluza tuvo musgo que ver con el comienzo de la guerra por la que indirectamente se desprenden de las cartas que Diego de Valera, alcalde del Puerto de Santa Maria, dirige al rey Fernando a lo largo del año 1482. En ellas plantea la necesidad de concentrar las fuerzas para conquistar el sector occidental del estado Nazari, de manera que la guerra resulte más corta. Málaga se presenta como el objetivo principal y para ganarlo.

1.

Valera propone un bloqueo naval del estrecho de Gibraltar y evitar así, que los granadinos puedan recibir auxilios de sus correligionarios norteafricanos.

No obstante durante la primera fase de la Guerra, Fernando llevara un sistema de ataque mas pacifico. Este desea pactar con los musulmanes en alguna ocasión, para consagrar todos sus esfuerzos a resolver los problemas exteriores de la Corona de Aragón. Será la voluntad de su esposa, Isabel de Castilla, la que le obligue a cambiar de opinión.

Una vez puestos de acuerdo, los reyes Católicos se ven constreñidos a crear impuestos extraordinarios para financiar la guerra. La bula cruzada, predicada por vez primera en 1482, volverá a serlo en 1485, 1487, 1489 y 1491 por medio de una organización compleja que dispone de centenares de empleados y sobrevive a la caída de Granada.

Por su parte, el clero hubo de consentir en pagar un fuerte subsidio en 1482, al que se añadirán otros en 1485 y 1489, los cuales se alimentan las arcas de la Hacienda Real lo mismo que el diezmo sobre los beneficios eclesiásticos. Como quiera todo esto acaba siendo insuficiente, la Corona se endeudara con los nobles, prelados, concejos y mercaderes de Castilla a la hora de reclutar, equipar y avituallar tropas para campañas anuales cada vez mas costosas, tanto por el numero de hombres movilizados como por la naturaleza de los medios que se despliegan.


[1] Imagen de Málaga Nazari.

 

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La nobleza

 

La nobleza tuvo una importancia bastante loable dentro del conflicto granadino, dándole a la conquista un aspecto medieval, por su origen de su obligación como por el tono bélico peculiar que los nobles imponían y que responde a las costumbres y prácticas guerreras de la Castilla bajomedieval. Parece ser que la conquista de Granada suponía, por última vez, donde crecía o menguaba la fama y donde vivían los ideales más caros a la mentalidad caballeresca.

Hay por tanto, una resurrección de la mentalidad caballeresca, cuyo ejercicio resultó antieconómico para los nobles en muchos casos, y que siempre se realizó bajo estrecho control y vigilancia de la Corona, generosa a la hora de permitir toda clase de manifestaciones externas, pero férrea en la disciplina, pues era dueña del poder político después de la última guerra civil, por tanto, la monarquía actuaría como elemento de cohesión, halagando y sujetando a la misma vez a la nobleza. Entre los mismos nobles de la contienda surgieron rencillas sobre el lugar que debían ocupar cuando la hueste real formaba en las batallas.

Dentro del ámbito nobiliario, cabe destacar a un grupo cortesano, cuya ayuda a los monarcas toma preferentemente un aspecto personal. Destacando entre ellos, don Gutierre de Cárdenas, don Enrique Enríquez, el conde de Tendilla y el marqués de Villena.

Otro sector, fue el formado por la nobleza castellana, que acude a los llamamientos o envía tropas al mando de capitanes, pero no se entrega personalmente al campo de batalla, exceptuando algunos casos. Las tropas de cada aristócrata reproducen en pequeña escala al ejército real, corriendo el noble con una parte de los gastos y la Corona con la parte restante.

A partir de 1485 acude a la guerra un sector de la baja nobleza, es decir, los hidalgos (recibían este titulo desde 1464) y los caballeros armados, llegando los últimos mencionados tras diversos llamamientos desde 1485, con todas sus armas al punto de la guerra. Los hidalgos, por el contrario, acuden al conflicto convocados para venir cada uno como mejor pudiere y hubo bastantes que lo hicieron incluso a pie, con lanza o ballesta.

La nobleza extranjera, por último, a penas se conmovió ante la guerra. A los enclaves de Loja e Illora llegaron algunos aristócratas ingleses y franceses, movidos por un ideal de cruzada con el que dieron más gastos, a la campaña de 1486.

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Isabel la Católica en la contienda

La conquista de Granada era un derecho que correspondía a Castilla y un sueño de todos los monarcas castellanos, desde Alfonso X hasta el propio Enrique IV, organizando este último alguna que otra campaña contra los granadinos sin demasiada relevancia. Juan II, padre de Isabel la Católica también tuvo pretensiones en el territorio granadino, siendo ya Isabel la Católica, quien desde el comienzo de la Guerra de Granada protagonista de desposorio final.

La reina fue consciente del papel que como monarca de la Corona de Castilla le había cabido en suerte desempeñar, nada menos que el de culminar durante su reinado la empresa histórica por excelencia de su reino, no dejó a otros que actuaran por ella. Ciertamente, los usos de la época y su condición de mujer, le impidieron conducir a ella misma a sus ejércitos a la guerra, pero ello no significó que la dejase totalmente en manos de su marido Fernando. Siendo el papel de la reina en la contienda destacado por los cronistas coetáneos de la época, como el cronista Alonso de Palencia, el cual considera que la reina, a pesar del protagonismo en el conflicto de su marido Fernando, fue imprescindible para su desarrollo.

Hasta 1483, el papel de la reina en la guerra de Granda fue bastante discreto, porque hasta entonces esa guerra había sido una “guerra andaluza”, es decir, una guerra al estilo tradicional donde menudearon los golpes y contragolpes protagonizados en los fundamental por los caudillos y las ciudades del valle del Guadalquivir, con una discreta participación discreta de la Corona. De ahí su fracaso, a pesar de algunas acciones espectaculares. Siendo a partir del año mencionado, cuando empezó a adquirir la categoría de contienda por parte de de la empresa real, efectuándose por parte de Fernando II de Aragón una primera represalia por el desastre experimentando meses antes por las tropas sevillanas cordobesas en la Axerquía malagueña.

Desde entonces, emerge la presencia directa de la reina como pieza fundamental, la cual se encargaría de todo lo referente al reclutamiento de los hombres de guerra, al envío de pertrechos, dinero y bastimentos al real y a obligar a unos y a otros a cumplir con exactitud las órdenes de los monarcas.

Mencionar su primera campaña organizativa, fue la de Álora en 1484, participación que se muestra en la gran cantidad de cartas expedidas al concejo de Sevilla. Otra de las campañas donde se puso de manifiesto su capacidad organizativa en la retaguardia, ya que su marido se encontraba en el teatro de operaciones, fue en la de Ronda en 1485. Destacar un apunte que recoge el cronista De Pulgar sobre la propia Isabel la Católica, y es que ésta, alentaba a su marido para  que prosiguiese las conquistas que considerase oportunas porque “ella enviaría lo que fuese necesario para abastecer la hueste”. La participación prosiguió en posteriores campañas, destacando la de Íllora, una fortaleza clave para iniciar el cerco de Granada, donde la reina adoptaría una decisión que la vincularía a la guerra de una manera personal y directa, siendo esta la visita al campamento cristiano y por tanto, centro de operaciones.

Desde entonces Isabel siguió personalmente, siempre que las condiciones lo permitieran, las principales acciones de guerra, convencida de que su presencia era provechosa para levantar el ánimo de los combatientes, además de un aspecto secundario, no dejar al rey solo durante largas temporadas.  Así, en 1487 estuvo presente en el sitio de Málaga, exponiéndose a un intento de asesinato por parte de los sitiados, presencia que le permitió poner su firma en el documento de la capitulación. Tras esta experiencia, solo participaría presencialmente en la fase final de la guerra, que culminaría con la rendición de Granada el 2 de enero de 1492, estando presente en el largo asedio de la ciudad de Granada, y poniendo su firma en las capitulaciones.

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