La educación secundaria en la España de los Austrias estaba dominada por las llamadas escuelas de gramática. Su asignatura troncal era el latín clásico, cuyas primeras lecciones comenzaban a los ocho o nueve años, dando por sentado el previo conocimiento del alumno de la lengua castellana; y sobre la cultura general que proporcionaba el aprendizaje de los autores latinos se superponían lecciones de historia, geografía, filosofía y retórica, además de diversas clases de matemáticas en rango aparte.
Las escuelas de gramática eran el medio de educación más popular para las familias urbanas, y las había sólo en las ciudades más pobladas. Los maestros eran elegidos para dirigirlas a través de un concurso llamado “oposición“, arbitrado y supervisado por los concejales (llamados “regidores”) de la asamblea municipal, encabezados por el corregidor (delegado del rey en la ciudad).
Estas escuelas, sin embargo, eran comúnmente criticadas por los intelectuales de la época, conocidos como “arbitristas”, que ejercían de forma individual una especie de periodismo de crítica social y política. Muchos de estos consideraban que las escuelas de gramática apartaban a los adolescentes de las ocupaciones útiles y productivas, esto es, los oficios agrícolas y manufactureros, para los que no existía una enseñanza organizada. Las críticas sobre el sistema educativo tradicional fueron recogidas y compiladas en 1623 bajo los auspicios del rey Felipe IV, e incluidas en un informe preliminar a una ley que trataba de regularlas.