La encrucijada española

Hay que recordar de vez en cuando el célebre ensayo que Max Weber, el gran sociólogo alemán, publicó en 1919 acerca de la «ética de la convicción» y «la ética de la responsabilidad».

La ética de la convicción, decía Weber, es la que se orienta a fines, al mundo de los valores y principios como guía de la acción. La ética de la responsabilidad, por contra, es la que tiene en cuenta, principalmente, las consecuencias de nuestras acciones, las repercusiones de éstas que van más allá de nuestra capacidad de control y de previsión. La primera, es la propia del pensador, de la persona de principios, del religioso, del juez, etc. La segunda es la propia del político, que tiene que prever los resultados de sus decisiones, conforme a la conocida máxima de que «el infierno está empedrado de buenas intenciones».

No es que ambas éticas sean inconciliables, pero no cabe duda de que lo que se exige al político, a diferencia del santo, son resultados y no sólo elevados principios. Que Weber escribiera su ensayo en la fecha citada no es casual. Ya por entonces se vislumbraba en el horizonte, tras los horrores de la primera Gran Guerra, las consecuencias catastróficas que asolaron Europa la siguiente década.

Los momentos de incertidumbre y crisis, como los actuales, no sólo en España sino en toda Europa, son propicios a la exaltación de las convicciones, a las llamadas al rearme moral y a la consideración –de indudable raíz religiosa– de que lo que ocurre es consecuencia de los pecados cometidos, especialmente por los políticos, al tiempo que decae esa otra parte de la ecuación, propia de la política, que mira a las consecuencias.

Lo peculiar del caso español, y por eso estamos en una singular encrucijada, es que no se da ni una cosa ni la otra. Las fuerzas políticas emergentes, a las que se supone guiadas por altas cotas de moralidad, esconden sus convicciones, mientras que entran en el maquiavélico juego de asegurarse su propio éxito. Las fuerzas políticas establecidas, a las que se supone metidas de lleno en la lógica de la responsabilidad, hacen dejación de ésta y se dedican a desempolvar discursos morales en los que ya nadie cree.

Un poco de orden se necesita. La encrucijada española está enmarcada en seis principales problemas. 1) Las relaciones con Europa, en la medida en que las políticas europeas actuales profundizan la crisis y conspiran contra principios básicos de la Constitución. 2) El problema de la integración territorial de España ante el desafío soberanista. 3) La situación enquistada de desigualdad, desempleo y pobreza. 4) La actualización de ciertas instituciones, especialmente las que tienen que ver con el proceso democrático, sistema electoral y participación, lucha contra la corrupción y transparencia. 5) la orientación de las políticas públicas en materia de educación, sanidad, servicios sociales y dependencia. 6) la orientación de la política económica y fiscal

Habría que exigir a las fuerzas política en este trance que, con la máxima convicción, pero también con la máxima responsabilidad, puesto que son fuerzas políticas, se pronunciaran claramente y sin tapujos sobre qué piensan hacer y proponer. Que no lo eludan bajo el manto de cálculos electorales, porque, la verdad, no nos lo podemos permitir. Por otro lado, ello sería la condición necesaria para abordar un cambio constitucional que fortalezca la convivencia en democracia. Y todo ello debería empezar por el propio Gobierno, que no puede permanecer a la espera de lo que digan los demás, en actitud pasiva, sino que debería ser el primero, por sentido de la responsabilidad, en enseñar sus cartas.

Fuente: http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/11/10/encrucijada-espanola/1565553.html

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El IBEC pretende constituirse en un espacio de reflexión sólido para todas las corrientes constitucionales que están eclosionando en ambas orillas del Atlántico a partir del conocimiento exhaustivo de la situación en la que viven los países iberoamericanos, y además, en un espacio de conocimiento de la situación iberoamericana y, de investigación del mismo ofreciéndose a los investigadores jóvenes más prometedores para que puedan seguir alimentando primero en su seno y más tarde en sus respectivos países de origen la riqueza de su pensamiento.
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