La Inglaterra renacentista

1. Introducción

El pensamiento político de la Inglaterra renacentista se centró en dos temas principales:

  • La construcción del Estado Moderno. La monarquía de los Tudor tuvo como tarea primordial la construcción del Estado Moderno inglés. Se apoyó en un pensamiento político que reforzó la autoridad real y que, sobre todo, incidió en la absoluta independencia del monarca inglés respecto a cualquier poder exterior.
  • Las relaciones Iglesia-Estado. Tras el Cisma anglicano, el rey se convirtió en el jefe de la Iglesia nacional, independizándose de la autoridad espiritual del Papa. Y aunque era difícil justificar que los reyes pudiesen tomar decisiones correctas sobre cuestiones doctrinales o litúrgicas, los ingleses tendieron a aceptar de forma pragmática su autoridad eclesiástica.

Dejando al margen la Utopía de Tomás Moro, que ya analizamos, las dos principales obras de la literatura política inglesa del siglo XVI fueron escritas y publicadas durante el reinado de Isabel I:

  • De republica Anglorum, de Thomas Smith.
  • Of the Laws of Ecclesiastical Polity (Sobre las leyes del gobierno eclesiástico), de Richard Hooker.

2. La construcción del Estado Moderno

La principal contribución al tema de la toma de conciencia de las características de la monarquía nacional inglesa fue realizada por Sir Thomas Smith (1513-1577).

Tras licenciarse en Derecho en la Universidad de Padua, fue profesor de griego, filosofía y derecho en Cambridge. Ocupó el cargo de rector del prestigioso Eton College. Tras convertirse al protestantismo, en tiempos de Eduardo VI llegó a ser secretario de Estado. Cesado por la católica María I, fue nombrado embajador en Francia por Isabel I. Durante el desempeño de esta actividad escribió De republica Anglorum, un tratado de tres libros que pretendía rebatir algunos escritos de propaganda anti-isabelina. De vuelta a Inglaterra, fue nombrado miembro del Consejo Privado y de nuevo secretario de Estado.

Smith considera que el régimen político inglés es considerablemente diferente del resto de estados europeos de su época. Para su mejor comprensión parte del análisis de la sociedad inglesa, ya que considera que las formas políticas son respuestas a las necesidades que plantea la sociedad.

Divide la nación inglesa en nobleza, gentry (baja nobleza y burguesía comercial y profesional), yeomanry (campesinado independiente) y plebe. Todos los ingleses tienen representación en el Parlamento, que es la entidad suprema del poder.

Smith tiene una visión judicial de la vida política:

  • Por una parte, considera que el Parlamento es el tribunal supremo del reino y que, como tal, declara judicialmente la conversión de las disposiciones en leyes.
  • Y por otra, destaca dos aspectos especialmente ventajosos de la forma política inglesa:
    • Los jueces de paz, para defender el orden público.
    • Los jurados en los juicios criminales, para garantizar a los individuos el derecho a ser juzgados por los de su misma condición.

3. Las relaciones Iglesia-Estado

3.1. Los puritanos

Durante el reinado de Isabel I, los grupos calvinistas más ortodoxos, llamados puritanos, comenzaron a hacer públicas sus pretensiones de purificar la Iglesia anglicana, liberándola de prácticas mundanas y restos litúrgicos católicos, para recuperar la pureza de la Iglesia primitiva.

Con el tiempo, el movimiento se radicalizó, rechazando abiertamente la Iglesia anglicana y su organización: Planteó la sustitución de su jerarquía episcopal por una Iglesia presbiteriana:

  • una Iglesia cuyo gobierno local había de quedar en manos del presbiterio, del colegio o consistorio de presbíteros, miembros notables de la iglesia, elegidos de forma más o menos democrática (o, mejor dicho, aristocrática);
  • y que a nivel nacional, debía ser gobernada por un presbiterio nacional o sínodo.

A partir de 1580, los puritanos empezaron a expresar sus puntos de vista en el Parlamento a través de diputados de su confesión.

Los puritanos no solo defendían la independencia del gobierno eclesiástico respecto al civil, sino que al contrario de la tesis fundamental de la Iglesia anglicana, pensaban que el gobierno eclesiástico debía dirigir al civil para que este impusiera coactivamente la disciplina religiosa. De acuerdo con esta idea, siempre afirmaron la sumisión a la autoridad civil, negando el derecho de resistencia, aunque los gobernadores seculares no actuasen de forma recta y justa.

3.2. Los congregacionistas

Los congregacionistas o independientes eran calvinistas radicales que concebían la religión como una relación entre el individuo y Dios, en la que nada tenía que ver el poder civil. Tenían un concepto de Iglesia muy diferente de los demás grupos.

Consideraban que la Iglesia había de ser una “congregación” independiente y autónoma de creyentes, que se asociaban a ella de forma voluntaria. Dado el carácter de libre asociación de los creyentes, la congregación no tenía ningún derecho a controlar sus vidas.

Los congregacionistas defendían cierta tolerancia. No obstante, esta no era plena, ya que los magistrados de las congregaciones habían de actuar ante las manifestaciones de idolatría o los casos de blasfemia.

3.3. Los anglicanos

El principal representante de la tesis oficial anglicana sobre la relación entre la Iglesia y el Estado es Richard Hooker (1554-1600), quien escribió el tratado más importante del pensamiento político inglés de la segunda mitad del XVI, Of the Laws of Ecclesiastical Polity, para refutar la crítica de los puritanos a la Iglesia anglicana y los argumentos por los que se negaban a obedecer las leyes eclesiásticas promulgadas por el Parlamento.

Aunque Hooker trata un problema eclesiástico, su obra desarrolla temas propios de la filosofía política y jurídica. El autor consideraba que el gobierno de la Iglesia era una parcela del gobierno general de la sociedad, lo que convertía la desobediencia de los puritanos a la ley eclesiástica en una oposición política.

Hooker realiza la última gran exposición de las ideas políticas clave de la tradición medieval, influido por el pensamiento de Santo Tomás. Afirma que el hombre, por naturaleza, tiende a vivir en sociedad. La multitud organizada en sociedad tiene derecho y poder para decidir sobre las cuestiones que le afectan. No obstante, el poder social difuso no es operativo. Para hacerlo más eficaz, los hombres consienten en que sea ejercido por determinados miembros de la sociedad. De esta forma, nace la autoridad política, que no es legítima sin el consentimiento de la sociedad. Una vez constituida la autoridad, sus leyes, previamente aprobadas por la comunidad, son de obligado cumplimiento para todos los miembros (independientemente de que sean eclesiásticas).

Al tratar sobre la Iglesia, Hooker afirma que el derecho eclesiástico obliga a todos los ingleses como todo el resto del derecho. Sigue a San Agustín al considerar que la sociedad cristiana es a la vez Iglesia y República; pero reforzando esta concepción medieval del Estado con la idea moderna de nación como realidad autosuficiente capaz de asumir una plena autonomía a través de su organización política.

De esta forma, Hooker polemizaba con los católicos y los puritanos, que afirmaban que la Iglesia y el Estado eran dos entidades distintas, y reconocían la supremacía de la Iglesia sobre el Estado (una autoridad universal -el poder monárquico del papa- en el caso de los católicos; y una autoridad local o nacional –los presbiterios- para los puritanos).

4. Francis Bacon

Francis Bacon (1561-1626). Sus padres, un alto funcionario de Isabel I (Sir Nicholas Bacon) y una de las mujeres más ilustradas de su época (Ann Cooke), prestaron mucha atención por su educación desde la niñez. Durante la adolescencia estudió en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde comenzó a dudar de los métodos utilizados en las ciencias. Posteriormente estudió Derecho. Gracias a sus estudios pudo ocupar algunos cargos políticos de escasa relevancia durante el reinado de Isabel I. Al subir al trono Jacobo I, comenzó a disfrutar de una mejor posición: fue nombrado fiscal general de la Corona (1613), canciller de Inglaterra (1618) y barón de Verulam. Tras verse inmerso en intrigas políticas, en 1621 fue condenado por corrupción (venalidad), inhabilitado para el desempeño de cargos públicos, multado y encarcelado en la Torre de Londres. El rey le perdonó las penas y le liberó. Y a partir de ese momento, Bacon vivió retirado, plenamente dedicado a la investigación científica.

El pensamiento político de Bacon se contiene en sus Ensayos y en la utopía La nueva Atlántida. Bacon cree que el progreso científico puede aportar las soluciones a los problemas prácticos de la vida del hombre, incluidos los políticos. Por ello, no entra en ningún tipo de especulaciones doctrinales.

La nueva Atlántida recoge las principales aportaciones de Bacon al pensamiento político. Siguiendo el ejemplo de Tomás Moro, describe una isla imaginaria, llamada Bensalem, situada en el Océano Pacífico. La idea central de su utopía es el valor de la ciencia experimental para el progreso de la sociedad, partiendo de dos premisas:

  • Que para el progreso de la ciencia es necesaria la investigación colectiva organizada, sistematizada y metódica.
  • Y que la dirección de esta organización corresponde al Estado.

La sociedad de Bensalem tiene su centro en la Casa de Salomón, que es un instituto de investigación en el que trabajan reunidos los mejores científicos de la isla. Aunque Bensalem es una sociedad aislada, envía agentes para ver los adelantos en otros países.

La figura de Bacon nos interesa, sobre todo, por su aportación a la constitución de la ciencia moderna. Concibió una gran obra sobre la restauración de las ciencias con el título La gran renovación (Instauratio magna), porque Bacon pretendía que el hombre volviera al estado de sabiduría que poseía antes del pecado original. Era un plan grandioso que había de desarrollar en seis partes. Solo pudo elaborar las dos primeras, que se refieren al nuevo orden de las ciencias, De dignitate et augmentis scientiarum, y al nuevo método, Novum Organum. De las otras partes solo nos han llegado fragmentos.

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